Esperé hasta las 2 de la mañana a que ocurriera un milagro y no pasó. Las esperanzas de triunfo de la primera mujer candidata a la presidencia de los Estados Unidos se fueron desmoronando con los resultados de regiones típicamente democráticas, que terminaron votando por Trump.
Desilusionada, como mucha gente en el mundo, terminé por aceptar que el péndulo de la historia va de vuelta a la derecha. Tres derrotas liberales, (Brexit, Plebiscito y Trump) en este año bisiesto, no pueden ser mera coincidencia o error de las encuestas. Es una tendencia global y quienes no la compartimos tendremos que luchar muy duro para buscar que ese péndulo se devuelva lo más pronto y con el menor daño posible.
Tres derrotas liberales, (Brexit, Plebiscito y Trump)
en este año bisiesto,
no pueden ser mera coincidencia o error de las encuestas
Hillary Clinton dijo en su discurso de aceptación de la derrota, que ojalá las personas que trabajan por sus ideales sigan creyendo que “luchar por lo que es correcto, vale la pena”. Sí, porque lo que no se puede hacer es desistir cuando perdemos y eso aplica muy bien para Colombia, Gran Bretaña o Estados Unidos.
Ganó un hombre, machista, rico, blanco, rodeado de electores atemorizados por la globalización, que entre otras cosas ha sido promovida por su propio país. Ganó rodeado de una xenofobia creciente y un aislacionismo preocupante. Ganó con la promesa de hacer grande a América, otra vez; y si se busca el momento que quisiera reeditar Trump, encontramos aquel del Imperio intervencionista, del avasallador en su comercio mundial y protector de su producción interna. Aquel que aceptaba las minorías, pero en “su lugar”, no compartiendo de igual a igual. Ese país que sentaba a los negros en los puestos de atrás del bus o que tenía comercios separados, al estilo Apartheid. Esperemos que ese regreso a la grandeza no sea por lo bajo, por lo ruin, por lo mezquino.
Dijo también Hillary, que lamentaba no haber logrado romper el “techo de cristal”, una metáfora que explica hasta dónde puede llegar una mujer, en este caso en el tema de liderazgo político. Porque señora Clinton perdió también por ser mujer, porque para algunos era fría y calculadora; lo que en un hombre sería una cualidad. O por no ser suficientemente mujer, es decir esposa y madre sumisa, pero no política.
Por supuesto, siempre que se pierde, hay una buena cuota de responsabilidad por los propios errores y en la campaña demócrata se cometieron por montones, así como en el gobierno de Obama que se la jugó a fondo por Hillary, ha habido errores y sobre todo incumplimientos. Tal vez eso explica por qué una buena parte de latinos y negros votaron contra Clinton. Obama no pudo cumplir la reforma al régimen migratorio, tuvo dificultades con el programa de salud, no terminó de cerrar la cárcel de Guantánamo y fue débil, según algunos, en el manejo internacional de crisis como la de Libia y Venezuela. Todos esos errores y desgastes del poder se le cobraron a Hillary, siguiendo el espejismo del cambio, que entre otras cosas fue la misma ilusión que llevó a Obama al poder hace 8 años.
Para terminar este análisis apresurado es inevitable referirse al perfil del ganador, un hombre blanco, populista, de derechas, mayor, con mucho dinero y una esposa bonita y joven, mucho más joven que él (la 2ª, 3ª o 4ª esposa, eso le no resta sino que agrega valor). Ese mismo perfil lo comparte con Berlusconi en Italia, Sarkozy en Francia o Putin en Rusia.
Es sin duda un perfil muy atípico, un perfil del antipolítico que encarna el sueño secreto de muchos hombres y el ideal de pareja para muchas mujeres, porque Carlas y Melanias hay por montones buscando un “buen marido” que les de seguridad y poder. Esas también creen hoy que ganaron, pero ¡qué equivocada están!
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