Trump contra la democracia: nuestra estrella del norte
Opinión

Trump contra la democracia: nuestra estrella del norte

El inmenso catálogo de embarradas de Trump debería minar su poder. Pero no. ¿De dónde saca el teflón?

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julio 16, 2018
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Este bárbaro acaba de salir de Londres, de patear las reglas mínimas de la diplomacia, de maltratar a su anfitriona, la primera ministra Theresa May, de recitar discursos xenófobos dirigidos a Europa (¿habrá visto fotos de la increíble selección francesa de fútbol?), de denigrar de Angela Merkel en la cumbre de la Otán. Va para Finlandia a encontrarse con Putin, tratado siempre con cariño por Trump, por encima de los líderes de las naciones aliadas de los Estados Unidos. Y eso, a pesar de la divulgación del propio Ministerio de Justicia norteamericano en el sentido de que el mismo gobierno ruso estuvo directamente involucrado en el hackeo electrónico durante la pasada campaña presidencial en contra de la candidata demócrata.

Parece ficción, como en la obra de Philip Roth (Conjura contra América), en la que un gobierno de los Estados Unidos, comenzando los 40, con el mismo lema (América primero), es en realidad marioneta de los nazis alemanes. La respuesta de Trump, frente a la infiltración rusa —que algunos equiparan a los ataques terroristas anteriores al 11 de septiembre—, por supuesto por Twitter, va dirigida contra Obama y la “torcida Hillary”, sus connacionales, que contribuyen a dañar las relaciones con su amigo Vladimir.

Ya está alistando campaña para su segundo período y es probable que repita. En su pensar ha sido el presidente más exitoso de la historia de los Estados Unidos y, sin falsa modestia, reitera  en las entrevistas que es un genio. La ilusión de muchos liberales en todo el mundo, es decir, de aquellos que respetan la diversidad en el marco de la democracia, de que se trataba de un fenómeno que no tendría el tiempo suficiente para hacer daños perdurables, está diluyéndose.

Cada semana, cada viaje al exterior, trae consigo nuevas embarradas que, se creería, minan su poder. Para nada. El portal FiveThirtyEight, que pondera las encuestas de favorabilidad en función de los tamaños muestrales, la orientación política de quienes las encargan, así como su calidad estadística, arroja resultados contundentes: después de haber tenido alrededor de 36 % de aceptación, hace meses que Trump no baja del 42 %. Es cierto que el 53 % lo desaprueba; sin embargo, la cifra de aprobación es enorme si se tiene en cuenta que los desatinos de todo orden no alteran, en absoluto, la opinión de sus seguidores fieles.

 

El portal FiveThirtyEight, que pondera las encuestas de favorabilidad
arroja resultados contundentes:
después del 36 % de aceptación, hace meses que Trump no baja del 42 %. 

 

 

El catálogo es inmenso y aumenta semana tras semana. No solo son perdonados y olvidados por su base política los relacionados con sus opiniones sobre las mujeres (“agárralas, de una, de la vagina”), o los pagos a conejitas Playboy o a actrices porno para que guarden silencio acerca de sus relaciones en momentos en que su mujer daba a luz, o la inescrupulosa manera en que su familia sigue haciendo billete apalancada en el poder presidencial. A muchos aspirantes políticos gringos se les ha dañado la carrera tan solo con una fracción de lo que se sabe del señor Trump alrededor de su comportamiento personal.

Entonces, ¿de dónde el efecto teflón?

La explicación más fácil, obvio, es la de la economía. Aunque al culminar el período Obama la crisis financiera desatada hace diez años ya estaba superada, la verdad es que los niveles de empleo, así como los indicadores bursátiles, representan un escenario de prosperidad que hace rato no se vivía en los Estados Unidos y que, a pesar de las señales de inequidad y creciente concentración del ingreso, benefician a buena parte del mercado laboral y, por supuesto, al mundo empresarial (de plácemes, además, por la reforma tributaria que los republicanos lograron tramitar en el Congreso).

No se conoce aún el impacto que las medidas proteccionistas decretadas por Trump tendrán sobre los propios trabajadores gringos, resultado de la retaliación comercial, que va en aumento, tanto de parte de chinos como de sus aliados europeos y en el continente. Ni qué efectos tendrá sobre la economía (y la seguridad) la manera y el éxito con el que Trump está minando el G7, la Organización Mundial del Comercio, la Otán y los acuerdos para hacerle frente al cambio climático. Está por verse. (Sobre la política, sí parece que AMLO contó con la ayudita de Trump y el arrodillamiento de Peña Nieto; las consecuencias en América Latina se verán…).

Lo más grave, sin embargo, radica en el triunfo político, resonante, de Trump, en el sentido de la aceptación de parte de decenas de millones de incondicionales seguidores en los Estados Unidos,  con clarísimo eco en las democracias europeas, del mensaje en contra de los inmigrantes (particularmente los que nos son de origen anglosajón), precisamente en una nación construida por inmigrantes. Intolerancia racial, religiosa, homofobia, campañas feroces contra los derechos reproductivos, negación del cambio climático bajo el argumento de la defensa de puestos de trabajo, son parte del catálogo que la base política de Trump admira y que políticos europeos de extrema derecha emulan porque, a su vez, cuentan con clientela política sedienta de discursos xenófobos.

En Conjura contra América gana finalmente la democracia al desenmascararse el complot de Hitler. Acá, no lo sabemos. Esperemos que la institucionalidad gringa sea poderosa y que la visión del respeto a los principios democráticos termine por imponerse. Quién quita; quizás la investigación del vicefiscal Mueller termine demostrando que Trump contó, para su ascenso y a sabiendas, con la ayuda necesaria de una potencia enemiga de los EE. UU., enemiga de los sistemas democráticos.

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