Trump casi muerto: ¡Alea iacta est! (¡El dado fue lanzado!)

Trump casi muerto: ¡Alea iacta est! (¡El dado fue lanzado!)

Destaco cómo Trump evitó, gracias al espontáneo y leve giro de cabeza de una microfracción de segundo, que hoy estuviera en el reino de los acostados...

Por: Mario Arias Gómez
julio 24, 2024
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Trump casi muerto: ¡Alea iacta est! (¡El dado fue lanzado!)

Locución latina que traduce (literalmente): “el dado fue lanzado”, la cual según Plutarco -biógrafo e historiador griego- Suetonio -parigual romano- la atribuye a Julio César (Gaius Iulius Caesar), pretor romano, frase que entresacada de su obra, ‘Vidas de los doce césares’, articulada, previa a la decisión de cruzar con su ejército el río Rubicón, en el norte de Italia, frontera con el territorio metropolitano de Roma y la Galia Cisalpina que compone -actualmente- a Francia, provincia adjudicada por el Senado romano.

Se suponía que ningún general podía entrar con sus legiones a la jurisdicción de Roma, tácito desacato que implicó un penado acto de rebeldía contra la autoridad del Senado que dio comienzo a la larga guerra civil contra Pompeya y los optimates (facción aristocrática de la República).

Para la RAE traduce: “La suerte está echada” que significa que “en determinadas situaciones no es posible volver atrás”, es decir, que algún evento en marcha pasó un punto de no retorno -irreversible o inevitable-, cuyo destino es incierto, y que ejemplifica bien el jugador que apuesta sus restos -todo- a una tirada de dados, asumiendo -generalmente- un riesgo o confrontación.

Expresión que perdura, a la que acudo simbólicamente -guardadas proporciones- para puntualizar la consecuencias -según mi humilde criterio- derivadas del intento de magnicidio perpetrado contra Donald Trump la noche del pasado sábado (13 de julio), en Butler (Pensilvania), por un imberbe pistolero (abatido) Thomas Matthew Crooks, (20 años), residente en Pittsburgh -localidad situada a unos 70 km del lugar del ataque- quien se apostó -para disparar- en el tejado de un edificio colindante al recinto del mitin Republicano.

Atentado que remedó a Lee Harvey Oswald (24 años), el asesinato de John F. Kennedy, ocurrido en Dallas (Texas, Estados Unidos), el viernes 22 de noviembre de 1963.  Uno de los tiros -en el caso del peliteñido que no es santo de mi devoción- rozó la oreja, quien con la cara ensangrentada -en una pose desafiante- levantó el puño para notificar que se encontraba bien, mientras un asistente al evento moría -Corey Comperatore (50 años)- y dos más resultaron heridos gravemente.

Tentativa que para mí fue un golpe de gracia a la cuestionada reelección de hoy de capa caida, el senil Biden, luego del funesto, lamentable desempeño en el aparente, pobre “debate” -para el olvido- del 27 de junio, repleto de deshilvanadas, titubeantes respuestas, que dejaron la sensación de resonante agotamiento cognoscitivo de la robótica estatua -de andar cansino-, impresión que ha reiterado posteriormente al confundir, llamar a su vicepresidenta Trump, y Putin al mandatario ucraniano. 

Situación que tiene en ascuas a prominentes figuras del Partido, entre ellas al expresidente Obama, al cofundador de Netflix; a la heredera de Disney; al titán de las criptomonedas Mike Novogratz; al productor de Hollywood, Damon Lindelof; al CEO de Endeavor, Ari Emanuel y varias ONGs y grupos políticos afines. 

Oleada de incontrastables, racionales críticas, interrogantes que patentizan la indecible crisis de confianza, certidumbre -sin precedentes-, de sospecha sobre la incapacidad mental para desempeñarse por un período más en tan altísima, influyente posición de la nada menos primera potencia del mundo, lo que indujo a los tradicionales, millonarios donantes del Partido Demócrata, a congelar sus aportes -efectiva forma de presión- hasta que Biden se allane a aceptar un candidato alternativo -con carisma, de gran calado- que lo sustituya, evite .por sobre todo- la posibilidad -en ciernes- del triunfo del adicto, compulsivo, malhadado, patológico enfermizo sexual.

Eventualidad remozada por la dramática, icónica, mediática, patética imagen de Trump con el rostro ensangrentado, el puño en alto y la bandera de las barras y estrellas flotando en el cielo, encumbrado por la Convención Republicana a nuevo héroe Yanki; al coloso de Rodas redivivo -estatua en bronce (33 metros) de Helios (dios sol griego), considerada una de las Siete maravillas del mundo antiguo-. Imagen cuya fuerza propagandística lo catapultó, posicionó -innegablemente- a una inimaginable, inalcanzable altura, a años luz de la ajada, arruinada, derrumbada, caricaturesca figura de Joe Biden.

Naciente luminaria del firmamento Republicano, aplaudido -hasta el delirio- cerradamente en la Convención por sus parciales, ajeno, inmune al linchamiento provocado por el robusto prontuario de sus flagrantes delitos, ignorados -además- por el colusorio, connivente, polémico fallo del Tribunal Supremo -de mayoría republicaba- que acaba de concederle una inmunidad parcial que la historia se encargará de restregarle, adornada por su doble moral, doble vara, por el ruidoso silencio, inopinada decisión cobrada como pírrica victoria por el malandro de marras que lo atrincheró, envalentonó, fortificó, inmunizó; gesto que agradeció con estas alusivas palabras: “No hay mal que por bien no venga”.

Rastrero regalo envenenado exaltado por la parcializada prensa que lleva años avivando, amplificando -por la pauta- la campaña de odio, lapidación de los opositores, insinuando -entre líneas- la liquidación física, ejemplificada -por si faltara- por la manera increíble como minimizó el atentado, reducido a un simple ’incidente’; ‘presuntos disparos’; ‘tiros errados’, concordante con cierto sector de la ‘gran prensa’ colombiana que, por años ha pasado por alto, los financieros, patrocinadores de nuestra estremecedora tragedia; envejecida violencia estimulada, incentivada por los innombrables de aquí y acullá.

Destaco -para terminar- cómo la BARAKA evitó -gracias al espontáneo, leve giro de cabeza, de una microfracción de segundo- que el suertudo, convicto Trump estuviera hoy en el reino de los acostados.

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