¿Pablo Escobar es a Colombia lo que los manitos a la delincuencia en Estados Unidos? ¡Claro que no! Cuando se dice que México se ‘colombianizó’ no podemos generalizar y decir que todos los mexicanos, por la crisis que atraviesa el país de las rancheras, son amigos de la cocaína. Es una venda, no que tiene el electo Presidente Trump, sino que los mismos medios de comunicación y de producción le han vendido al mundo, cegándonos con su hilemorfismo aristotélico: materia (cocaína) y forma (narcos). No podemos negar, por ejemplo, que, en nuestro país, el mundo nos conoce más por el narcotráfico que por el café.
El anterior acápite para aseverar lo siguiente: no es que Trump odie a los latinos, no, así no es; no los quiere, que es muy diferente. La relación entre no querer y odiar es tan distante y nosotros tan ignaros, que creemos que ambos términos significan lo mismo.
Lo dejo claro: a nadie le gusta que otro se le meta al rancho. Eso hará Trump con los latinos. Y si no me creen, hagan la prueba: adopten a un desempleado y denle beneficios que a ustedes les costaron tiempo y dinero.
Es descabellado y de tiranos querer levantar un muro que divida a dos naciones, peor aún, entonces, es el llamado ‘Muro de la vergüenza’ que separa a ricos y pobres en Lima, Perú. Rotundamente me niego a que existan estas divisiones sociales, pero un derecho de la propiedad privada es respetar el bien material del otro, aunque aquí no se trata de invasión (del pobre al rico), sino de querer ver que el pobre, por su condición, siempre será tildado como un peligro para el rico. ¿Entienden a Trump? Seguro ustedes harían lo mismo. Así que, si rechazan la propiedad privada (y en yuxtaposición, la muralla divisoria que pretende hacer Trump), debo concluir que son comunistas y/o socialistas. ¿Tampoco, cierto? ¿Entonces?
Además de lo anterior, urgentemente se deben repensar y reorientar los infortunios y desaciertos en las democracias latinas a tal punto de creer que el sueño americano es lo mejor, cuando, en un parangón, lavar baños y trastes en América Latina es deshonroso, pero hacer lo mismo en Estados Unidos es motivo de orgullo.
Debemos ver más allá de nuestros pintorescos países: seguimos convertidos en actores de reparto y ellos continúan siendo los guionistas. Por supuesto que no soy adepto del magnate gringo, ni más faltaba, pero algo sí es cierto: él ahora dirigirá la obra dramatúrgica en la que se convirtió América Latina.
Puedo sonar anacoluto, mas el trasfondo es el mismo: avasallados bajo el imperio nos encontramos, decidiendo (como si en realidad tuviéramos relevancia) y opinando cuál es el mejor, si la que perdió (Clinton), el que ganó (Trump) o el saliente (Obama), cuando en realidad son lo mismo. “Con todos sus laureles, con su gesta invasora, el norte (EE. UU.) es el que ordena”, compuso Benedetti.
Y si en verdad nuestro Norte es nuestro Sur, que nuestro Norte no sea el Norte, sino el Norte de nuestra bandera. No el de talanqueras.