A raíz del salvaje, inhumano ataque de Hamás a la población civil en Israel y de la brutal, inmisericorde reacción del gobierno israelí en Gaza, se está labrando una macabra validación del terrorismo, por un lado, y una derrota moral sin precedentes del estado de Israel, por otro.
El ataque de Hamás del 7 de octubre, cuyos militantes podrían ser dignos ejecutores de las masacres perpetradas por paramilitares colombianos, asesinando, mutilando, torturando familias y personas en sus lugares y pueblos de residencia, se convierte en “ejemplar” para quienes en el oriente medio o en otras latitudes quieran patear el tablero en el que se pueden jugar las fichas hacia negociaciones de paz entre partes contendientes.
Hamás parece “exitosa” en lo que algunos llaman “la agudización de las contradicciones”. Las atrocidades del grupo parecen ser rentables, así sea a costa de la vida de las familias judías y personas asesinadas, torturadas o secuestradas el 7 de octubre, así como del sufrimiento extremo y desplazamiento de casi dos millones de personas residentes en Gaza y la muerte ahora, de más de 20.000 niños, hombres y mujeres, de parte de las fuerzas armadas israelíes, un genocidio. Lógica perversa de Hamás, la de pretender ganar al provocar el sufrimiento de quienes dice defender. Derecho Internacional Humanitario en la alcantarilla.
Los líderes de Hamás encontraron al protagonista perfecto, en el momento adecuado, para que adoptara la reacción requerida: Benjamín Netanyahu, el primer ministro de Israel. Qué gran ayuda que presta Netanhayu al terrorismo del futuro. Algo peor: qué contribución a la desvalorización del significado del Holocausto al emprender esta ofensiva en la que, de lejos, las víctimas son la población civil palestina, en primer término y, también, en el futuro, el pueblo israelí que vivirá, más amenazado e inseguro, talvez durante décadas.
Hamás encontró al protagonista perfecto, en el momento adecuado, para que adoptara la reacción requerida: Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel. Qué gran ayuda presta Netanhayu al terrorismo del futuro
A punto de completarse cuatro meses de esta guerra, la devastación de Gaza ocurre a un ritmo y en un grado que resulta imposible justificar. Con certeza, los ataques habrán golpeado duramente a Hamás. No obstante, la muerte de decenas de miles de civiles desarmados, a manos de fuerzas institucionales, no guarda proporción alguna.
Hasta cierto punto se consideraba que si los militantes de Hamás se escudaban en hospitales, escuelas, casas, el bombardeo de tales lugares era más que justificable en aras de la seguridad del pueblo israelí.
Un intercambio reciente en la red social X (ex Twitter) entre el gran historiador judío británico Simon Schama y el periodista Zakaria refleja la complejidad de la situación:
Zakaria: “Israel tendrá que preguntarse algún día si actuó de manera apropiada al calor de la ira y el dolor después del 7 de octubre. Los amigos de Israel deberían contribuir a formular esas preguntas ahora, de modo que en el futuro no vean este episodio con vergüenza y remordimiento”.
Schama: “Buena parte de lo que usted dice es trágicamente cierto, se trata de una catástrofe humanitaria. Sin embargo, la integridad de su argumento y la posibilidad de persuasión derivada del mismo, dependen de que planteara qué hubiera hecho usted, ya que no hay duda alguna de que Hamás se camuflaba en mezquitas, colegios y hospitales”.
Netanyahu, con el argumento de la aniquilación de Hamás, también está haciendo política a favor de sí mismo. Le conviene que la situación bélica se mantenga. Acusado de corrupción, aliado con fuerzas de la extrema derecha, fue adalid de la reforma judicial que atentaba contra la democracia en Israel (por fortuna, anulada por la Corte Suprema), no acepta la mención de un estado palestino, requisito indispensable para cualquier prospecto de paz. Incapaz de proteger a sus ciudadanos el 7 de octubre, en un país que se precia de tener una las mejores fuerzas de seguridad e inteligencia en el mundo, es un encarte para cualquier solución que apunte, efectivamente, a la seguridad estratégica de Israel.
Es tan grave la devastación en Gaza, tantos los niños y mujeres y hombres caídos en bombardeos o simplemente muertos a bala, que la fuerza moral con la que el pueblo judío cuenta a raíz del Holocausto ejecutado por el régimen nazi, amenaza con resquebrajarse. Lo que refuerza ciertas tendencias perversas hacia la relativización, por parte de grupos de derecha e izquierda en el mundo, de la gravedad de los hechos cometidos por los nazis.
Si lo que Netanyahu ha ordenado se considera permisible, también lo serán otros ataques contra población civil en el futuro por parte de algún gobierno que lo considere necesario. En esta época en que nos informamos prácticamente en vivo y en directo, no tiene nombre lo que muestra un video en el que una abuela palestina, llevando un pañuelo blanco en una mano y de la otra a su nieto, cae muerta de un certero balazo.
Quizás haya un frenazo parcial a la devastación y la muerte de inocentes en Gaza debido a la presión que sobre Netanyahu ejercen los parientes de los más de cien rehenes que aún permanecen en manos del infame Hamás. Otra carta que le abre espacio hacia futuro al terrorismo que practica el secuestro con fines políticos.
El Estado de Israel podrá proclamar, con la destrucción de Gaza, que ganó la guerra, así Hamás siga viva. Sin embargo, será una durísima derrota moral que el pueblo israelí y judío en el mundo no merecen. Si a todo esto se le suma Hezbolá, hutíes en el golfo que sabotean las cadenas logísticas, Irán, soldados de los Estados Unidos que empiezan a caer víctimas, estamos ante una ola que ha propiciado un grupo salvaje, Hamás, que no representa al pueblo palestino, y un actor que no tiene la menor voluntad de contribuir a una paz estratégica para el pueblo de Israel, el señor Netanyahu y sus aliados de extrema derecha que parecen querer la aniquilación de un pueblo. Hamás y Netanyahu, el uno para el otro