El sábado a las 10:30 de la noche en la vereda Santa Catalina del municipio de Samaniego en Nariño todo era alegría. Se celebraba el recuerdo del tradicional Festival de Bandas que había tenido que ser suspendido por las restricciones de la pandemia. Cansados del largo aislamiento y de no estar asistiendo a clases de manera presencial, los universitarios se reunieron para verse las caras en una finca y de paso celebrar el cumpleaños de uno de ellos, a dos kilometros del pueblo.
La música estaba tan alta, las carcajadas tan batientes que no escucharon a los cuatro hombres armados que llegaron en dos motos ni el momento en que le quitaban el seguro a sus armas. Sin decir palabra comenzaron a abrir fuego. Uno a uno los muchachos fueron cayendo. Algunos se salvaron haciéndose el muerto, la música nunca paró de sonar. El tiroteo duró diez minutos. Cuatro jóvenes murieron en la finca, cuatro alcanzaron a llegar heridos al hospital Lorencita Villegas de Samaniego. Antes de la madrugada ya habían muerto
Es la segunda masacre que vive Samaniego, una región montañosa en la ruta que lleva a Tuquerres en Nariño. El procedimiento es muy al estilo de los narcotraficantes, que abundan en la zona rural en la disputa por las rutas. De noche, como pesebres, se ven entre montañas los laboratorios de cocaína. En julio fueron asesinados cuatro civiles y un policía en este territorio de nadie en el que se enfrentan la guerrilla del ELN, disidencias de las Farc y el Cartel del Golfo. El 13 de julio del 2020 el ejército desmanteló en la zona rural del pueblo el laboratorio de clorihdrato de cocaína más grande de Nariño.
Los ocho muchachos terminaron sus vidas atrapados en el fuego cruzado de estas bandas mafiosas que disparan, abriéndose camino en medio de las vendetas, sin distinguir a nadie, como este grupo de amigos que se divertía después de meses de aislamiento sin ninguna celebración.
Óscar Andrés Obando, 18 años, estaba en cuarto semestre de deportes en la Escuela Nacional del Deporte de Cali. Su hermano había muerto en un accidente el año pasado.
Alexis Rosero, 25 años, licenciado en Educación Física se encontraba frenado en casa a causa de la pandemia.
Sebastián Quintero, 24 años, estudiaba ingeniería en la Universidad Mariana de Pasto. Gran futbolista había integrado la Selección de Nariño y de Pasto.
Laura Michel Melo, 19 años, recién se había graduado e iniciaba su carrera de Medicina, la única mujer que terminó asesinada.
Campo Elias Benavidez, 19 años, su sueño era convertirse en un futbolista profesional, recién había sido reclutado para irse a jugar en México pero sus planes estaban frenados por la pandemia.
Bayron Patiño, 23 años. Era un efervescente fanático del Atlético Nacional
Daniel Vargas, 22 años.
Rubén Darío Ibarra, se graduó del Miguel de Cervantes Saavedra en Guacarí, Valle y pasaba cuarentena en su pueblo natal.