El pasado mes de junio, las autoridades reportaron la fatal noticia que tres cuerpos de hermosas niñas fueron hallados en una zona de manglares a las afueras del municipio de Tumaco. De acuerdo con las declaraciones a los medios de comunicación, el director de la Fiscalía en Nariño Guillermo Forero, aseguró que "fueron amarradas en sus pies y aparecen con disparos de arma de fuego en sus cabezas."
Naturalmente, durante una semana la prensa y los noticieros, le prestaron atención al caso registrando algunos detalles del triple asesinato. En los testimonios recogidos, se estableció que la última vez que las vieron con vida, se encontraban a la una de la mañana en el sector conocido como Once de Noviembre; que la señoritas no asistían a la escuela y que dos de ellas se dedicaban al servicio doméstico. Por su parte, la Personera municipal Anny Vivas, aseguró a la prensa nacional “estamos investigando cuáles son las razones por las que las adolescentes no se encontraban vinculadas al sistema educativo."
Este hecho, profundamente doloroso, no puede ser una estadística más, no puede concluir con el repudio de la autoridades y el pago de una recompensa. Este hecho, debe ser una lamentable señal de que algo no estamos haciendo bien, de que algo nos falta. Las investigaciones a posteriori, no resuelven la pérdida de tres vidas, de tres mujeres, de tres portadoras de la cultura pacífica, de tres tristes niñas que representa a un sinnúmero de jovencitas en este país, que saltan de niñas a mujeres porque les toca, porque en sus entornos lo sagrado, como lo son sus sueños y su cuerpos, se convierte profano, y la violencia, al igual que la sopa tumaqueña de conchas, se convierte en el pan de cada día.
Ellas hoy son las fatales protagonistas, y podríamos decir aquella frase de cajón: vivirán por siempre en nuestros corazones. Pero la pregunta es ¿Cómo viven las que quedan? Aquellas que caminan en estado de indefensión en la calle, aquellas que se convierten en mujer rápidamente y son presa fácil de los grupos criminales. Máxime, la realidad del municipio que en la actualidad, según El informe anual del Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci) de las Naciones Unidas, señala que solo en Tumaco, “la Perla de del Pacifico” existen 16.990 hectáreas de sembradas de hoja de coca, que representan el 17 % de la producción nacional.
Ese es el gran telón de fondo, que opaca la belleza del mar Pacifico en San Andrés de Tumaco, y es uno de los gran retos del gobernador Camilo Romero, pues para que “Nariño sea el corazón del mundo”, se debe priorizar la protección de los niños, niñas y adolescentes. Su estrategia de Paz territorial con equidad social debe ser una política de gobierno 24/7, donde los funcionarios trabajen por la prevención y no se dediquen a lamentar hechos como estos, que entre otras cosas, evidencian que no se requiere una fórmula mágica para acabar con la violencia, se necesitan múltiples estrategias para construir y tejer una sociedad compleja, una sociedad víctima y victimaria, una sociedad que merece nuevas y mejores oportunidades.
Para esas tristes niñas, en memoria de su dolor por esos tristes tiros que acabaron con sus sueños. Para ellas y su familia, este poema del Maestro Cesar Vallejo:
"Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... ¡Yo no sé! Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte. Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!"
