A los indescifrados acertijos que esconde la sonrisa de la artística Gioconda o Mona Lisa de Da Vinci y la de la enigmática sonrisa de la reconocida efigie etrusca, que ha dado lugar a novelas como la del filósofo español, José Luis Sampedro, habría que sumarle dos
de forajidos en Colombia:
La sonrisa del capo narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, al momento de su captura en 1977, en Itagüí, Antioquia, que revelaría años después el diario El Espectador, en primera plana, cuando este era ya un reputado congresista; y la del narco alias Otoniel, al momento de su captura y en el helicóptero que lo transportaba a sitio seguro, en una base militar, en Urabá, el 23 de octubre del pasado año 2021.
¿Qué podría decir la espléndida sonrisa de un hombre, reo, que durante pensativos días e intranquilas noches de su larga vida en inquietante libertad, desafió al Estado como huidizo bandolero y que, por esto, esperaba, a cada instante, como castigo implacable solo una muerte atroz? ¿Acaso que había vencido otra vez? ¿Que estaba vivo y por tanto era un triunfador? ¿Era esto?
El otro filósofo español, Fernando Savater, es uno de los que argumenta que al momento de nacer, los mortales seres vivos, vencimos la muerte una vez... y, ¿después?, algunos muchas veces después.
¿Es esto entonces lo que decía el rictus, la sonrisa de Otoniel, el buscado varón que, campesino, cuando apenas sí cumplía diecisiete años, en su olvidada y aislada tierra natal, iniciaba como subversivo su larga y diversa faceta de ilegal y cuyo culmen conocido de bandido es el de máximo jefe o cabecilla de la temida organización, mafiosa y político-militar Autodefensas Gaitanistas de Colombia (en voz de las autoridades, Clan del Golfo)?
En Urabá se rumora que lo que ocurrió en inmediaciones del cerro El Yoki, ese penúltimo sábado de octubre del pasado año 2021, no habría sido captura propiamente sino una entrega negociada al mediático envalentonado establecimiento por parte de Dayro de Jesús Úsuga David y que, por eso, esa sonrisa dice muchas otras cosas más, además de celebrar el triunfo de la vida sobre la muerte: ¿Que iba a dormir, por fin, tranquilo, después de tantos años de zozobra, sabiendo que quiénes lo estaban buscando para matarlo ya eran sus protectores?
Un alto oficial de la Policía Nacional explica desde la psiquiatría lo que significaría esa sonrisa de Otoniel: el gesto de una persona que no tiene conciencia de sus crímenes.
Sea cual fuere la circunstancia una vez conocidos los recurrentes bombardeos a bandidos de todas las calañas, incluso rodeado de inermes niños, de variadas edades, queda con esto demostrado que un Estado sí puede hacer operaciones limpias, que sí se le puede respetar la vida a un temible forajido, sea cual fuere, más aún cuando este está rodeado de menores...
Un triunfo digno de un Estado ético respetuoso de la vida... Algo excepcional porque en Colombia es otra cosa lo que sucede y se ve... ¿Es esto lo que diría la sonrisa de Otoniel, señoras, señores, señor presidente, señor ministro de Defensa?
¿No es más digno esto que exponer las frías cifras de bandidos muertos y ocultar las escandalosas cifras de niños asesinados, bombardeados? ¿No es mejor así, a imitar la indignante ferocidad de esos Estados cristianos, poco éticos, donde impera la terrible pena de muerte?
Hoy celebro la vida, así sea la de un forajido, con esa sonrisa... ¿Es posible?, ¿Es posible hacerlo?, ¿respetar la vida, señores, sanguinolentos?
Sin embargo, no queda menos que preguntar, ¿Se mantendría, ese rictus esa sonrisa en el rostro del narco al conocer que el presidente Duque ha firmado el decreto de extradición a los Estados Unidos y que esta será inminente en los próximos días?, y ¿esa sonrisa sería el mismo rictus trasmutado al rostro del mandatario Duque al momento de firmar su extradición al país donde rige legal la pena de muerte? Y las víctimas de Colombia (donde no rige esa) ¿qué?, ¿sonreirán igual con esa orden de extradición?