Tres libros… tres autores
Opinión

Tres libros… tres autores

Por:
marzo 08, 2015
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En el receso de fin de año tuve oportunidad de leer tres excelentes novelas. Las tres de reconocidos escritores colombianos. La primera fue La oculta, en la que el escritor y periodista Héctor Abad Facciolince hace un recuento de la vida rural de su familia en el suroeste antioqueño. En palabras del propio Abad: “…siento un apego muy fuerte, carnal, íntimo, con un paisaje colombiano: el del suroeste de Antioquia. Mi papá, mis abuelos, bisabuelos y tatarabuelos nacieron en un pueblo, Jericó, y en esa región mis hermanas y yo conservamos un pequeño pedazo de tierra y una casa vieja. La novela habla de esa locura del apego a un sitio en las montañas… No soy el antioqueño finquero que sueña con un latifundio en la costa, lleno de reses y pocos peones... Me parezco más a los antioqueños que colonizaron el suroeste con el trabajo de sus manos y de su familia…si estoy en el campo me gusta acariciar un caballo, sembrar un árbol, buscar una orquídea en el monte… El campesino pobre no es un arrodillado ni un servil, así sea servicial. Hay un trato horizontal, entre iguales, incluso entre pobres y ricos”.

La oculta es un libro exquisito en donde el lector, aparte de disfrutar enormemente su lectura, aprende sobre uno de los capítulos más fascinantes de la historia nacional: la colonización antioqueña.

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El segundo libro es Una casa en Bogotá del escritor Santiago Gamboa.  La novela tiene su inicio cuando un filólogo bogotano compra una casa de tres pisos en Chapinero gracias al dinero obtenido en un concurso internacional. Este hombre, según la presentación de la editorial es “solitario y algo retraído, vive desde los seis años con su tía, una abogada de la ONU, izquierdista y militante que lo adoptó después de que un incendio acabará con su casa y la vida de sus padres. Tras vivir durante varias temporadas en el extranjero, decide regresar a Bogotá, la ciudad de su infancia para al fin asentarse en una casa propia.”

La revista Arcadia señala que la novela de Gamboa pone en evidencia la dicotomía de Bogotá: “Una muy provinciana y chiquita, donde llueve mucho, hace frio y sus amargados habitantes andan de mal genio y ofendidos. La otra es la Bogotá moderna, una enorme metrópoli caótica, llena de vida y con una personalidad muy fuerte y plagada de contradicciones.”

Para el autor de esta columna el mérito de la pluma de Gamboa es la descripción que hace de la tía, exponente de aquella ‘izquierda divina’ o ‘de caviar’, que disfrutaba los hoteles de lujo y los mejores restaurantes alrededor del mundo por cuenta de los contribuyentes y aportantes a la ONU. La tía, refinada y sofisticada, mamerta hasta el tuétano de sus huesos, evitaba  —hasta donde fuera posible— el contacto con la burguesía y la chusma ignorante. Obviamente la tía aplaude los impuestos ya que toda su vida disfrutó de las mieles de la burocracia, mieles que somos los contribuyentes que aportamos para que los burócratas vivan a cuerpo de rey.

Posiblemente la parte más débil de la novela de Gamboa es el final, que siendo sorpresivo, es poco creíble.

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El tercer libro es La casa de la belleza de la escritora y periodista caleña, Melba Escobar de Nogales. La protagonista de libro, Karen, “es una esteticista cartagenera que se muda a Bogotá en busca de mejores condiciones económicas en ‘La Casa de la Belleza’, también se convierte en la clave para resolver la muerte de una de sus clientes. Entre conversaciones íntimas y confesiones, Karen acabará siendo la confidente de una psicoanalista, de la esposa de un congresista, de una famosa presentadora de televisión y de una madre desolada que busca justicia en un país donde la verdad solo le pertenece a quien puede pagar por ella.”

Melba hizo su tarea de investigación: habla con igual desparpajo y propiedad de los ‘traquetos’ como del ‘muñequeo’ que le hacen a las investigaciones que es cuando cambian al fiscal y al investigador de la CTI por otros —que al estar comprados—  ya traen una tesis prefabricada, un culpable, una coartada. Melba igualmente señala lo fácil que es mandar en Colombia a alguien a la cárcel dado que sólo se necesitan tres cosas: causa, motivo y oportunidad.

El de Melba es una novela agradable, entretenida, y bien escrita. Siento, sin embargo, que el libro no tiene un hilo conductor y el lector en muchas ocasiones no se logra ubicar.

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