No necesariamente nuestras sociedades debieron hacerse instantáneamente sabias con respecto a los escarceos amorosos que se permite el covid-19 y sus avalados.
No me estoy refiriendo a la obligada restricción hogareña que expandió el tiempo pasado juntas las parejas en casa, con lo cual, cabe imaginar, el amor floreció y se prodigó. No sabemos si la venta de condones se expandió, no tenemos datos, pero es muy probable.
El mundo pudo haberse convertido en un pichaderal monumental. Ojo, siempre lo ha sido.
Se puso de moda el:
-Serrucho, Serrucho, Serrucho.
-Esta noche doy serrucho, serrucho.
(…)
Y es que soy el que la clava, clava,
Clava, clava, clava….. (Ojo, la canción se refiere a la labor de carpintero).
Y no solo fue de noche. ¡Noche y día: dentro de los hogares estuvo prohibido el distanciamiento… de la cama! No había forma de negarse a marcar tarjeta. Estoy seguro de que a más de uno amarraron a la pata de la cama. Quieto y quietas en primera base. Cada quien tenía que pasar por el home play.
Es tanto así que las parejas pudieron quedar ahítas y por tanto los negocios que permitieran de ahora en adelante echar una canita al aire, uno que otro devaneo, algún tinieblo en ciernes, estarían por entrar en su mejor época. Podría estarse aproximando una era de cachos. Ya me imagino el próximo carnaval de Barranquilla.
No hablo de eso, aunque es un tema mucho más que apasionante.
Miren qué contraste: hablo de que el covid-19 ha venido haciendo parejas con el HIV, la tuberculosis (TBC) y la malaria. Su intención es seguir matando gente, pero ahora con aliados. ¡Y vaya aliados!
"El covid-19 ha sido el revés más significativo en la lucha contra el VIH, la tuberculosis y la malaria que hemos encontrado en las dos décadas desde que se estableció el Fondo Mundial", "una organización internacional que financia los esfuerzos para abordar estos tres desafíos de salud".
“En el caso del VIH, el número de personas a las que llegan los programas de prevención que suministran condones o agujas y jeringas limpias, por ejemplo, se redujo en un 11 %. Las pruebas del VIH disminuyeron en un 22 %, lo que retrasó el tratamiento y contribuyó a la transmisión continua del virus”. “Los esfuerzos para combatir la tuberculosis, la segunda mayor causa de muerte por enfermedades infecciosas a nivel mundial después del covid-19, recibieron un golpe más severo. La tuberculosis (…) perdió porque recursos como salas de aislamiento, kits de diagnóstico y especialistas médicos se desviaron a la pandemia, dice Jamie Tonsing, asesor principal de tuberculosis del Fondo Mundial. En los países que apoya el Fondo Mundial, el número de personas sometidas a pruebas y tratadas contra la tuberculosis se redujo en un 18 %, lo que equivale a aproximadamente un millón de personas. Para la tuberculosis extremadamente resistente a los medicamentos, la caída fue del 37 %, un impacto especialmente severo”.
“La perspectiva de la malaria sigue siendo algo estable en los países que apoya el Fondo Mundial, (…) sin retrocesos ni avances significativos. Aunque las campañas para distribuir mosquiteros tratados con insecticida, actualmente la mejor herramienta para prevenir la malaria, se retrasaron al principio de la pandemia, los países se adaptaron rápidamente, dice Scott Filler, quien dirige el programa de malaria del Fondo Mundial”.
El Informe del Fondo Mundial citado arriba cobija a “más de 100 países de rentas baja y media baja”, en los cuales no estaría Colombia. Claro, cabría precisar, —¡estamos en Colombia, Pablo!— que no escaparíamos ni por el chiras a una situación igual o peor acá. Y cabe aterrorizarse. Dudo mucho que en la reforma tributaria recientemente debatida se haya incluido alguna partida para enfrentar la siguiente admonición bíblica. Ojo: bíblica: “La crisis está lejos de terminar, especialmente con la variante delta, causando estragos”, dice Sands.
"Realmente no volveremos al camino del VIH, la tuberculosis y la malaria hasta que superemos la covid-19". Mientras tanto se anuncia que “(…) la Casa de Nariño (…) también dejó una partida presupuestal de 10 billones para ejecutar, vía contratos interadministrativos con gobernadores y alcaldes amigos, con miras a allanarles el camino electoral el próximo año. Esa mermelada serviría para tener los votos necesarios para derogar la Ley de Garantías, que prohíbe que seis meses antes de las elecciones el Gobierno pueda celebrar contratos a diestra y siniestra”.
¿Será que tendremos paros el año entrante? ¿Quién lo duda?
La cita está tomada de Alto Turmequé y saben por qué. Es increíble que para describir 'Luces y sombras de la tributaria', El Espectador le haya ofrecido la columna precisamente al ministro de Hacienda que la propuso. Y a una PhD en economía que ni por el carajo que vaya a ser crítica, no pasa de frases anodinas, siendo que bien pudiera ser más tarde ministra ella misma o aspirar a un alto cargo. ¿Será que existe imparcialidad u objetividad allí?
De bulto se ve que el gobierno hizo una reforma tributaria de bolsillo y para el bolsillo. Debe garantizar con billete contante y sonante que ganará las elecciones para su bancada e irrigarse por la erritorialidad como verdolaga en playa.
Y ante todo esto, calla cual ostra toda la oposición y, obvio, los partidos que votaron aquel adefesio.
Algo más terrible que lo deparado por el covid y sus tres ilustres amigotes de la muerte.
