¿Cómo sería nuestra economía si el salario mínimo no existiera?, ¿cuáles serían los titulares de la prensa de llegar a darse una noticia así?, ¿cómo serían las columnas de los líderes de opinión?, ¿qué dirían los políticos?, ¿qué pensarían los grandes economistas de este país? Seguramente sería una catástrofe y un escándalo de proporciones mayúsculas. Se rasgarían las vestiduras, convocarían paros, y, con toda seguridad, hablarían de la gran injusticia que esto representaría para las clases menos favorecidas.
La mayoría piensa que la gran bondad del salario mínimo radica en que este se convierte en una especie de seguro que garantiza que, al momento de ser contratados, tengamos una base de partida para negociar y que se nos pague “lo justo”. Sin embargo, esto limita a los trabajadores porque se convierte en un techo que impide obtener mayores ingresos, ya que la única manera de mejorar su salario es a través del aumento que se da cada año, el cual tiene el antecedente histórico de no satisfacer las expectativas de la clase trabajadora.
A pesar que este tema solo parece relevante en diciembre, es importante colocarlo sobre la mesa porque se puede convertir en una de las grandes ideas para impulsar la economía durante la pandemia y, por supuesto, después de esta.
A continuación, menciono tres de los grandes beneficios de acabar con el salario mínimo:
1. Se aumentaría en promedio el salario: Es algo que pasa en varios países del mundo (Dinamarca, Chipre, Austria, Finlandia y Suecia) porque no fijan un salario mínimo por ley, sino que por el contrario permiten que el aumento del salario lo negocien (empresarios y sindicatos) libremente y por separado para cada sector productivo de la economía, caso contrario a lo que pasa en Colombia donde el salario mínimo y el aumento, se negocia y es igual para todos. Me pregunto ¿cómo sería el salario, por ejemplo, de los trabajadores del sector financiero que siempre tienen ganancias?
2. Se disminuiría el desempleo en mujeres y jóvenes: Cada vez que el Dane entrega la cifra de desempleo, los sectores poblacionales más marcados por este flagelo son las mujeres y los jóvenes. La realidad es que, sin un salario mínimo, los empresarios estarían dispuestos a contratar más jóvenes sin experiencia (para que dejen de serlo), y también a más mujeres lo cual tendría que ir de la mano con la contratación por horas, ya que muchas mujeres están dispuestas a trabajar, pero el horario de 48 horas semanales es muy inflexible, sobre todo para aquellas que son madres. Cabe anotar que permitiría que más colombianos dejen la informalidad laboral, la cual en Colombia es de casi el 50% (alrededor de unos 10 millones de trabajadores).
3. Acabaría con los monopolios de los sindicatos y de los gremios: La manera como se decreta y se negocia el salario mínimo en Colombia ha conferido un enorme poder tanto a los sindicalistas (cuya figura primitiva se ha desdibujado para convertirse en una plataforma para perseguir intereses de un sector político), como a los gremios, que se unen en un solo bloque por lo cual ejercen mayor presión para negociar, y, al final, aparece el gobierno jugando el papel de juez que le debería corresponder exclusivamente al mercado. Es así, que unos pocos toman la decisión de cuál será el destino salarial de los casi 10 millones de trabajadores del sector formal.
Ojalá aparezcan en el horizonte líderes que asuman con valentía e implementen esta clase de ideas, necesarias sobre todo en este tiempo de agitación e incertidumbre económica, es evidente que, de seguir fijando el salario de esta manera, su impacto será cada día más mínimo.
