Tres años de un llanto que no cesa
La muerte de Francisco Jimènez Solis, ocurrida el 8 de febrero de 2009, tiene todos los ingredientes de una novela: Una numerosa familia destruida y doblada por el dolor, que no se resigna a la impunidad y exije justicia; un barrio popular barranquillero, en el que todos saben lo que pasó en realidad, pero en el que nadie dice nada, por temor a represalias; la suerte de dos policías, que en el cumplimiento del deber, pudieron accidentalmente haber dado de baja a un inocente... y una tumba de mármol que domingo a domingo, es abonada por el llanto de una madre que no encuentra consuelo.
Con solo 19 años, Francisco Jimenez Solìs era un monumental, alto, carismático y atractivo mulato que tenía muy claro lo que quería en la vida: ser conductor de camión tractomula, para sacar adelante a su familia y comprarle una casa propia a su madre Georgina Solis. A esta le pedía que tuviese paciencia, que el se encargaría que ella viviese como una reina. Pero la mala suerte y una bala que no era para él, se le atravesaron en el camino.
Nació y murió en la misma calle sin pavimentar: calle Las Margaritas, del sector El Jaguey del barrio el Bosque de Barranquilla, un sector de origen invasión, en el que el progreso entra con la misma lentitud y parsimonia, con que la justicia ha resuelto su extraña muerte. Las casas aún no están numeradas, ni existe andenes, ni pavimento en las calles; no cuentan tampoco con servicio de electricidad, este lo consiguen de forma pirata, de las acometidas más cercanas. La Junta de Acción Comunal, dice haber intentado por escrito durante años, un acuerdo con la empresa de energía eléctrica, para legalizar el servicio, dicen no haber recibido nunca respuesta. Lo que si tienen, es servicio de gas y acueducto. La carretera de acceso al sector, fue construida hace menos de un año, por la anterior administración distrital. A falta de alcantarillado en las calles, surcos naturales en la tierra son buenos, para desaguar las aguas pluviales y otros desechos.
En las paredes de esta casa aprendió a caminar, jugó con sus hermanos al trompo de uñita, hizo planes para el futuro, se enamoró e imaginó una vida mejor; y tratando de llegar a esta casa, para resguardarse de las balas que le perseguían, murió en una madrugada de pesadilla. Según su familia, su muerte fue un crimen, ya que “El Ceja” lo mató por la espalda y desarmado.
La identidad de ese alias, no corresponde a un "malandro" pandillero, de un peligroso sector subnormal de la ciudad, sino a un oficial de la Policía Metropolitana de Barranquilla, cuyo nombre real, es Roberto Scott Campo. Por estos hechos, fue retirado de la institución y tres años después, se encuentra todavía pendiente de la imputación de cargos.
Rafael Ignacio Jiménez, su hermano mayor, es un comerciante minorista que labora de sol a sol, transportando materiales de construcción, en su carreta de tracción animal, conversa mientras desmonta su caballo blanco, le acaricia el lomo y lo alimenta con la mano, en el patio de la vieja casa familiar. Es un hombre moreno y alto, de contextura muy fuerte y hablar seguro y pausado. Recuerda a su hermano Francisco, como un muchacho con un gran amor por su familia, muy sano y muy apegado a sus hermanos. Que estudió en la Concentración Educativa Meyra del Mar, hasta octavo grado y luego siguió en la nocturna, “Era buen muchacho, muy amiguero, por aquí todos lo querían".
Su madre recuerda que la noche de la tragedia, Francisco se fue a visitar a su abuela y a su novia Luisa (con la que tenía ocho meses de relación), en el barrio La María, había mucha fiesta y movimiento en la calle, porque era precarnaval y la abuela le pidió por esto, que se quedase en casa, para evitar una mala hora por el camino, pero él insistió en devolverse para la casa, para que su mamá no se preocupara. De venida, se quedó en la esquina fatídica, se encontró con el hermano Rafael y otros amigos, y se puso a beber aguardiente.
Según la parte acusadora, los policias les dispararon en caliente, sin cerciorarse de que ellos fueran los autores del atraco, el primero que cayó fue Francisco, en la esquina de la calle, frente a la casa de Giovanny, con un disparo en la pierna y otro en la espalda. Giovanny herido de muerte, siguió corriendo hasta la casa de los Jimènez, para resguardarse. Entró por el portón del patio, atravesó el pasillo dando gritos y salió nuevamente por la puerta principal, llamaba a gritos a Marta, una amiga vecina que vivía en otra casa, para que viniese a auxiliarlo, así supieron los Jimènez que habían herido a Francisco.
Su hermano Eduardo, sostiene haber salido para ver en la esquina de la casa, al policía al que llaman "Cejas", de pie frente a su hermano, apuntándole con un arma y colocando un pie sobre su cuerpo inerte.En ese momento, ya Francisco estaba agonizando, tumbado boca abajo, en la zanja de aguas pluviales, que atraviesa la calle. El primero en llegar hasta él, fue su hermano Jesús, quién volteo el cuerpo; Francisco le miró a los ojos intensamente, como reconociéndolo, y sin decir palabra alguna, cerro sus ojos para siempre.
El traslado del cuerpo al hospital, fue una verdadera agonía, pues el cuerpo era inmenso y pesado, hubo que llevarlo cargado en hombros y ensangrentado, por una carretera destapada y llena de piedras, escombros y guijarros. Subieron con él la empinada Loma del Peligro, hasta la carretera la cordialidad, a varios kilómetros de distancia. En el camino, se les cayó el cuerpo en dos oportunidades. Al llegar a la orilla de la carretera, ningún taxi quería llevarlo en esas condiciones al hospital. Pero no había nada que hacer, en ese momento ya Francisco estaba muerto.
Georgina Solis, la madre de Francisco, ha trabajado toda la vida en la misma casa de familia, llegó allí a los 12 años, con el encargo de jugar con los niños de la casa, y se quedó para siempre. A la temprana edad de 16 años, tuvo a Jesús su primer hijo, luego llegarían Francisco, Julian y Eduardo, todos corpulentos y muy parecidos entre si. La noche de la tragedia se quedó a dormir en su trabajo, porque a la mañana siguiente, había que preparar un desayuno importante. A las 4 de la mañana, la fueron a despertarm su marido Luis Carlos y Jesús su hijo mayor, para decirle que Francisco estaba herido en el Hospital, pero no le quisieron dar detalles, su marido iba llorando. Al pisar la entrada del Hospital, supo instintivamente, que su hijo estaba muerto. Dice haberse enloquecido y haber corrido como desesperada, por un pasillo que se le antojó infinito. Al abrirse una puerta a la izquierda, divisó el cadáver de su hijo, semidesnudo sobre una camilla, lívido y frío, con un hueco abierto, en el corazón ensangrentado. Dice que al verlo se orinó del susto, y enloquecida de dolor, se abalanzó sobre su él, a abrazarlo y besarlo, dice haber perdido la razón y no recordar nada de los días siguientes.
Tras la tragedia, la familia empezó una nueva en el barrio Ciudadela Metropolitana. Esa vivienda, modesta pero cómoda, limpia y completa, fue adquirida con la indemnización que
la Policía Nacional, les concedió por la muerte de su hijo. En una ironía cruel en extremo, Francisco le concedió a su madre, con su temprana y sorpresiva muerte, la casa que soñaba para ella.
Georgina Solis, madre de Francisco, no ha dejado de llorar en estos tres años, ni de visitar religiosamente, la tumba de su hijo, solo tocar el tema le quiebra la voz. Incluso asegura, que Francisco se le aparece en sueños, diciéndole que no va a venir a visitarla más, porque siempre que viene a verla, la encuentra llorando. Piensa que su alma no descansará en paz, hasta que se limpie su buen nombre. Pide que con la misma espectacularidad, con la cual apareció su fotografía de carnet, a full color, en los titulares de la prensa amarillista, presentándolo como un delincuente, dado de baja por las autoridades; se haga pública también su inocencia. Y que sus asesinos sean detenidos y juzgados, con toda la severidad de la ley. Los jueces tienen la última palabra.