Recientemente, los maquinistas del Tren turístico de la Sabana tuvieron que trasladar lo último de los equipos férreos fuera de la emblemática Estación de la Sabana.
Era un 21 de marzo del año 2024, 6:00 a.m. esperaba un bus en la congestionada y ruidosa Avenida Circunvalar en Bogotá, ya sentía que llegaría tarde a un hecho que era de lo más trivial para muchos que lo verían, pero que para esta persona quien escribe, fue un día marcado por una solemne tristeza.
Ese día Turistrén salía definitivamente de la Estación de la Sabana, marcando así, el fin de su razón de ser y existir, un lugar donde llegaba la gente a Bogotá, en el cual dejaban sus vivencias, anécdotas y bellos recuerdos del tren. Lo último que faltaba por sacar eran tres locomotoras a vapor y una grúa, que gracias a Turistrén, habían sobrevivido a su desaparición.
Turistrén las había rescatado de los antiguos patios del Taller del Corzo, a mediados de los años noventa, en Facatativá, donde la mayoría de equipos ferroviarios habían quedado parqueadas desde los años setenta y ochenta.
El día pintaba bien, ya eran las 6:50 a.m., y me encontraba por la plaza de Paloquemao. Estaba esperando cerca de la carrilera del antiguo ferrocarril de la Sabana, que en sus tiempos gloriosos conectaba a Bogotá con ciudades como Neiva, Ibagué, Medellín, Bucaramanga, Santa Marta, Boyacá, Santander, incluso con Cali gracias a un servicio de buses que se ofrecía para cruzar la Línea. Hoy era la última vez que por ahí pasaría un tren.
La otra persona que le importaba lo que iba a pasar era Andrés Felipe Vergara, un gomoso de los ferrocarriles, y quien desde pequeño se vio imbuido por las locomotoras a vapor, de las que se dice se parecen más a una persona que un objeto mecánico. Para quienes se deleitan con las locomotoras a vapor, ellas respiran, muestran su cansancio o empuje, su pito es único...
Andrés Felipe siempre estuvo cerca de estas máquinas, como también de una de las personas que se dedicó a salvarlas, Eduardo Rodríguez, uno de los colombianos que más aportó a los ferrocarriles colombianos y uno de los fundadores del Tren turístico de la Sabana, quien heredó el servicio de pasajeros que lleva a los bogotanos a otros lugares en Cundinamarca en tren.
La historia entre estas dos personas, es bastante larga, y la cantidad de anécdotas que tienen alrededor de los trenes de vapor es nada más que encantadora. Y la razón por la que Andrés Felipe, en su artículo sobre el cofundador de Turistrén, Eduardo Rodríguez, para El Tiempo recuerda que:
“(…) mi primera aparición en El Tiempo fue cuando yo tenía 10 años, en un reportaje que hicieron del Tren de la Sabana cuando reiniciaba operaciones, y en la que publicaron una columna en la que decían que yo quería ser maquinista de una locomotora a vapor. Y es que desde niño Eduardo me permitió subirme a sus 5 locomotoras a vapor que sobrevivieron de las más de 600 que tuvo este país, y viajar en su tren.”.
Ya eran las 8:14 de la mañana, cuando vimos la luz característica de una locomotora, iba lenta, posiblemente a menos de 10 kilómetros por hora. Una locomotora diésel UB10 llevaba a su antepasado a rastras, la locomotora a vapor 48, conocida como tipo “Mikado” de configuración 2-8-2 (Entiéndase como 2 ruedas adelante para guiarse, 8 ruedas de tracción y 2 debajo de la cabina).
Esta locomotora estuvo parqueada en la Estación de la Sabana por casi 3 décadas. Fue traída, al igual que otras locomotoras como la 114 o la 109, con la esperanza de ser recuperadas. Por diferentes circunstancias, eso nunca ocurrió. Pero al menos se salvó de ser vendida como chatarra. Lo que más impresionaba era que, a pesar de lucir como una reliquia del pasado con todo su cuerpo lleno de óxido, era capaz de moverse sin problema por la vía férrea.
Es por eso, que también para Andrés Felipe era importante este momento, representaba más cosas que un trasteo. En 2011, él había presenciado una maniobra similar cuando la locomotora 8, de 1921, y que llevaba varias décadas en el olvido, tuvo una segunda oportunidad y fue ingresada para su recuperación, lo cual quedó registrado en su canal de Youtube.
Pero esta vez, las maniobras representaban el fin de una era. La Estación de la Sabana, su antiguo taller y sus patios, perdían por siempre su vocación ferroviaria. Nunca la estación había estado sin equipos relacionados al tren. Había que asistir a esta especie de funeral.
Si querían utilizar el sitio que por más de 30 años fue la casa de Turistrén, y un símbolo a un tren que quiere seguir, bien podían. Si el mantenimiento del vapor es un costo muy grande, recortarlo. Si la misma esencia de Turistrén se pierde, que así sea, solamente importa que suban los números en pesos.
Lo único resaltable de todo esto, es que siguen siendo el último bastión entre varias carrileras abandonadas, un antídoto contra la memoria que las calles y carreras de asfalto quisieran que olvidara Colombia, los ferrocarriles y su historia. La sola presencia de Turistrén por más de 30 años, ayuda a generar esa pregunta ¿Por qué se acabó el tren?
Corría con mi cámara, después de haber echo una toma de la locomotora a vapor pasando por un paso a nivel, varias personas entre las pescaderías y carnicerías veían impresionadas la escena: un ciclista (Andrés Felipe Vergara) con un celular siguiendo un lento tren y un muchacho con gorra (yo) similar a la de un maquinista de tren, buscando retratar el comienzo del fin.
Pero esa no fue la única locomotora que ese día veríamos pasar, porque a ese paso, y en lo que hacían maniobras para parquear la locomotora, tomaría toda una jornada para ver las últimas locomotoras de la Estación de la Sabana. Debido al peso de cada locomotora, y al mal estado de las vías, se decidió hacer el traslado una por una, y a una velocidad muy lenta.
Alrededor de las 11 a.m. volví al mismo punto de la mañana a esperar las otras dos locomotoras que faltaban por salir. Eran la 114 y 109, dos hermanas grandes, tipo 4-8-2, que le prestaron sus servicios al antiguo ferrocarril de Girardot, y que extendieron su vida hasta los últimos días de los Ferrocarriles Nacionales de Colombia moviendo trenes turísticos a Nemocón, y que quedaron en desuso a principios de los 90, pero que también fueron rescatadas por Turistrén.
Esta vez correspondió a la 114, una de las locomotoras más emblemáticas que tuvo y tiene Colombia, Esta locomotora, al igual que las demás de Turistrén, fue fabricada por la compañía Baldwin,. Esta era más pesada, un poco más grande, teniendo que cruzar la misma carrilera con más calma, sin premura alguna de llegar a su nueva casa: el Kilómetro 5 (en mayúscula, porque en argot ferroviario, es un lugar con historia propia)
Decidimos ir hasta esa nueva casa, se aproximaba el almuerzo, y José Guillermo Pérez, uno de los ferroviarios más fascinantes y particulares que he conocido, nos propuso que nos encontráramos para almorzar. José Guillermo, más conocido en el mundo ferroviario como Ratón, entre sus múltiples facetas y labores en temas de ferrocarriles, había liderado el traslado de las locomotoras de Turistrén al Kilómetro 5.
Hicimos de esa forma y después de poder apreciar el Kilómetro 5 (también llamado Taller ANI) y el lugar que ahora ocupa Turistrén, Andrés Felipe y yo nos quedamos haciendo una sesión fotográfica, tanto propia como de las mismas máquinas. En ese tiempo llegó un amigo de Andrés, Christian Leonardo Ovalle quien también se ocupó de hacer lo mismo que nosotros, apreciar la los últimos momentos de algo que pensábamos duraría más tiempo.
A modo bogotano, esta travesía termina con lluvia, pensábamos que con el calor de la mañana no auguraría que los cielos se abrieran, lamentablemente no tuvimos esa suerte. Como dicen en Bogotá, era sol de lluvia.
Mientras esperábamos la última locomotora, decidimos subirnos a la cabina de la 114 para no quedar como patos en el agua. Estuvimos esperando casi una hora, hasta que finalmente vimos su farola. Fue una experiencia que nunca pensé que íbamos a tener, hacer una toma de una vieja locomotora a vapor, un pedazo de nuestra historia como país, dentro de la cabina de una de esas. Para mi, tuvo ese detalle tan sublime que traen estos vehículos de la nostalgia, eso que rara vez podrá uno volver a experimentar.
Llegaba la 109 frente al lente de mi cámara, lo último que grabé ese día.
¿Se podrá volver a entrar a la Estación de la Sabana? Esperemos que sí, hace dos años anunciaron que la Estación pasaría a ser un espacio artístico. Ya se encuentra una fundación dentro de esos terrenos: la Escuela Taller Naranja.
Como una de las principales complicaciones para entrar, la Policía Nacional, más específicamente la dirección de Transito estará comenzando a cambiar la trocha (la distancia entre los dos rieles) de la vía férrea, volviendo más complicado que los trenes que antes salían de la estación, lo puedan volver a hacer.
Tocará esperar lo que le depara el tiempo y las obras a la estación.
P.D: Un agradecimiento a Andrés Felipe, quien ayudó a editar este texto.