En la época del auge de la construcción en la Sabana de Bogotá, una gran cantidad de ciudadanos de la capital, decidieron mudarse a los municipios aledaños con el fin de respirar la tranquilidad que la gran metrópolis no podía brindar a sus habitantes. Sin embargo, la movilidad, la inseguridad y la falta de políticas claras que permitan una integración con la capital, impiden el progreso de la región, aspecto que ha desmejorado sustancialmente la calidad de vida de sus habitantes, los cuales demandan prontas soluciones.
En efecto, para nadie es un misterio que los habitantes de esta región deben desplazarse casi a diario a la ciudad de Bogotá, ello con el fin de cumplir las obligaciones acordadas en la capital, ya sea en virtud de un contrato de trabajo o con ocasión de sus deberes académicos.
Sin embargo, es de notorio conocimiento que el tráfico por las vías de acceso a la capital es paupérrimo, toda vez que los automóviles y camiones que transitan a diario por la Autopista Norte no se encuentran con una vía en optimas condiciones, sino que al contrario se topan con una trocha, que cuando llueve puede ser sometida a consideración de los organizadores de cualquier rally.
De esta manera, lo más lógico sería la reparación de las vía de acceso a la capital, circunstancia que se hará efectiva con ocasión de los contratos suscritos por el Estado para la ampliación de la Autopista Norte (de 3 a 5 carriles), los cuales presuntamente se harían en dos fases, que abarcarían la calle 193 hasta el sector de la Caro.
No obstante, esta es tan solo una de las soluciones de movilidad para los habitantes de los municipios al norte de Bogotá, pero está lejos de tener carácter definitivo, para ello es indispensable comprender que los municipios aledaños a la capital se han convertido en polo de desarrollo de la gran ciudad y que es indispensable dotar a sus habitantes de medios de transportes dignos para su correcto desplazamiento.
Es absurdo que en la segunda década del siglo XXI el transporte intermunicipal sea el principal medio de transporte que comunique a los citados municipios con la capital de la república o, peor aún, entre las mismas ciudades que conforman la Sabana de Bogotá.
Lo peor de este asunto es el precio del transporte. Por ejemplo, el precio de un pasaje de Cajicá hasta el Portal Norte es de 3800 pesos y del citado municipio a la ciudad de Chía puede llegar a costar 2900 pesos (por tan solo 10 minutos de camino), aspecto que comparado con los precios del sistema integrado de transporte (SITP) es exagerado.
Ahora bien, además de los elevados precios, los usuarios deben enfrentarse con una atención paupérrima por parte de los conductores y ayudantes de este medio de transporte (es necesario recordar que acá todavía existe la guerra del centavo), toda vez que dentro de su filosofía de servicio su prioridad es llenar los bolsillos de su patrono y no la comodidad del usuario, es por ello que el trato al pasajero raya en lo descortés y absurdo, asimilándose en muchas ocasiones al trato que recibe el ganado en los camiones que van directo al matadero.
Corolario de lo anterior, es indispensable que la Gobernación de Cundinamarca y la Alcaldía de Bogotá implementen el tren de cercanías. Dicho sistema sin lugar a dudas no solo beneficiaría a los habitantes de la Sabana, sino que ayudaría a descongestionar el sistema TransMilenio en la ciudad de Bogotá, en donde es prudente recordar que sus principales portales se encuentran saturados, con ocasión a la gran cantidad de ciudadanos de la Sabana de Bogotá que buscan transporte en dichos sitios.
En virtud de lo expuesto, qué bueno sería contar con un tren de cercanías conectado con el metro de Bogotá y con el sistema integrado de transporte. Tal vez dicha solución permitiría descongestionar un poco el sistema TransMilenio y le daría un respiro a los bolsillos de los ciudadanos de la Sabana de Bogotá, que al día de hoy, además de pagar el costo del pasaje en bus intermunicipal, deben a su vez cancelar otro pasaje para movilizarse por Bogotá.