Hace ya un mes, los(as) estudiantes del Tecnológico de Antioquia se tomaron las instalaciones de la universidad para exigir matrícula cero. Han sido 30 días de dormir poco en el duro suelo de la universidad, de levantarse a hacer guardia a las 3 o 4 de la madrugada, de cocinar tres veces al día para más de 30 personas, de invertir muchos recursos económicos. Los compañeros(as), incluso, han tenido que sacrificar su tiempo libre, alejarse por unos días de la familia y estar expuestos a enfermedades. Sin embargo, también han sido días de un fuerte compañerismo, de una gran organización, disciplina y firmeza en la conquista de la matrícula cero. De hecho, los rumores de que la toma fue agrediendo a los vigilantes o de que se han dañado las instalaciones son totalmente falsos, pues la organización y la disciplina han permitido hacerse cargo del aseo de las instalaciones y de la seguridad, como también de forjar lazos más cercanos con el personal de vigilancia y aseo, quienes también hacen parte del pueblo trabajador.
Vale la pena recordar que el Tecnológico de Antioquia es una universidad que, a pesar de ser pública, cobra su matrícula a precios similares a los de una universidad privada. Las matrículas van desde $1.117.300 hasta $2.214.600[1]. El 97% de sus estudiantes son de estratos 1, 2 y 3. Incluso, el 50% de los más de 9 mil estudiantes son estrato 2[2]. Estos estratos que, sabemos han sido los más afectados por la crisis, son las clases más populares, que viven del trabajo asalariado, el pequeño negocio e inclusive la venta informal. Cobrar matrículas tan exorbitantes en condiciones como estas, de quiebra y desempleo, es un absurdo. Condiciones económicas para pagar matrículas de $1.117.300 o más no las hay, además, porque no es justo que por ello haya que abandonar sus proyectos de vida como estudiantes.
La exigencia de los compañeros a la gobernación es que esta asuma la matricula cero o que, al menos, en parte la asuma la universidad, ya que, aun siendo pública, no se encuentra desfinanciada como las demás. Antes bien, los ingresos de la universidad superan los gastos.
Debido a los rodeos y a la falta de respuesta de la administración, como también al ver que se acerca el día límite de pago de matrícula, los estudiantes deciden el 24 de agosto aumentar el mecanismo de presión, no dejando entrar al personal administrativo, como tampoco al de aseo y vigilancia. La respuesta de la administración no se hizo esperar, al día siguiente buscaron reunirse para “negociar” presencialmente con los estudiantes.
La reunión permitió conocer la posición arrogante e impositiva que no negocia, que caracteriza a la administración encabezada por el rector Lorenzo Portocarrero. Sus propuestas fueron dos: aplazar por un mes el pago de la matrícula, y una reunión con el consejo directivo que, ni estaba confirmada, ni podían participar todos los estudiantes (ni siquiera unos voceros elegidos por la toma), sino solo los representantes estudiantiles, a cambio de que los estudiantes bajaran el mecanismo de presión, es decir, terminar la toma. Lo que la administración consideró como muy grande, como una propuesta sin igual, para los estudiantes representaba un descaro, una burla a todo el tiempo que llevan en la toma, lo que demostró que para la administración las exigencias que se han estado planteando son casi que un chiste. Aunque si corresponde una ganancia, resulta muy mínima si de terminar la toma se trata, porque tales propuestas de la administración no están ni cerca de solucionar el problema de raíz.
Uno de los argumentos que planteaban contra la toma era que, al no dejar entrar al personal, se estaba violando el derecho al trabajo. Cabe preguntarse, ¿realmente son los estudiantes los responsables? Es necesario tener en cuenta que el personal de aseo y vigilancia es contratado por una empresa externa (contrato tercerizado) y no por la misma universidad. Generalmente son contratos inseguros y flexibles. Una de sus implicaciones es que la universidad pueda prescindir de ellos cuando ya no sean necesarios, sin generar afectaciones para la universidad, pero sí para los trabajadores. En estos momentos de toma total de la universidad los vigilantes se encuentran en la parte de afuera, a la intemperie, en plena época de lluvias, pues aun así tienen que cumplir con un horario. Ni a la empresa ni a la universidad les importa que estén en dicha situación. Ni la una los reubica en otro lugar para que puedan laborar, ni la otra les permite quedarse, al menos, en sus hogares. Antes bien, han sido los estudiantes quienes les han brindado cobijo, compartiéndoles algo de comida (que bien escasa si está) y plásticos para que se puedan tapar de la lluvia, sillas para que se puedan sentar y la posibilidad de ingresar a los baños cuando lo requieran.
Decir que los estudiantes les violan el derecho al trabajo es una forma de dividir y deteriorar las buenas relaciones que se habían tejido como pueblo trabajador. ¿Serían los estudiantes los que irrespetan el derecho al trabajo solo por no dejar que entren por unos días o la universidad con sus formas de contratación que les permite prescindir de los trabajadores cuando se les dé la gana? ¿No debería ser responsabilidad de la universidad ocuparse de que los trabajadores no se queden en la intemperie mientras se trata de dar una solución conjunta con los estudiantes? Tal acusación, que encubre y distrae de los verdaderos problemas, divide y hace ver a los estudiantes como los revoltosos que solo están buscando perjudicar a la gente y a la universidad, cuando no es así.
Los estudiantes acordaron unos mínimos para ceder, consistentes en dejar entrar solo a la mitad del personal de aseo y vigilancia, pero no al administrativo. Inclusive, tal fue la negativa de negociar de la administración, que los estudiantes se vieron empujados a ceder más de lo acordado: que entrara la totalidad del personal de aseo y vigilancia. Pero la administración seguía en su posición de que dejaran entrar a todo el mundo, es decir, levantar toda la toma, el único mecanismo de presión que ha servido para que se pellizquen un poco. Parecía más una forma de la administración de imponer sus condiciones y demandas antes que una negociación. Al final, los estudiantes se levantaron de la mesa y expresaron su rechazo hacia la administración con la consigna “¡Si no nos apoya no nos representa, fuera Lorenzo, Lorenzo fuera!”.
Ellos plantearon que estaban cansados de la situación, como si los estudiantes no estuviesen cansados de estar durmiendo en el piso y aguantando frío por un mes, como si no estuviesen cansados de gastar recursos y energías aun cuando no son seriamente escuchados.
Lo que los estudiantes piden, y más aun en estos momentos de toma total (pues existe el riesgo de represión y desalojo), es el mayor apoyo posible de la gente y de los estudiantes, ya sea haciendo presencia en la toma, o con recursos económicos. Siguen firmes porque están convencidos de que la lucha por la matricula cero es justa y necesaria, y están decididos de llevarla hasta el final. Si no se logra la matricula cero no se considerarán derrotados, pues ha habido muchas ganancias en cuanto a la construcción y fortalecimiento del movimiento estudiantil. Más convencidos aun que solo la lucha permitirá conquistar los derechos en una sociedad que cada vez es mas desigual, arroja cada vez más gente a la miseria y niega el derecho a estudiar. Como también se convencen más de que ¡solo el pueblo salva al pueblo!
[1] Buscando matrícula cero, los estudiantes se tomaron el Tecnológico de Antioquia
[2] Tecnológico de Antioquia. (2018). Anuario Estadístico 2017 (pp. 58-59). Medellín: Tecnológico de Antioquia - Institución Universitaria.