Jonathan Alexander España Eraso (1984) llegó hasta mí por los caminos de la internet: escribió primero a un amigo mío, director de la Fundación Literaria Común Presencia, Gonzalo Márquez Cristo quien le dio mi correo electrónico y entonces se comunicó directamente conmigo. Varios años después tuve la oportunidad de conocerlo personalmente cuando me invitaron a intervenir en un evento cultural de la Universidad de Nariño, en Pasto.
¿Y cómo se enteró Jonathan Alexander de mi existencia? Pues se dio la casualidad de que un allegado suyo, quien estudió filosofía en la Universidad de Nariño, fue alumno de un compañero mío de universidad: Humberto Márquez Castaño que muy recién graduado en Filosofía y Letras por la Universidad de Caldas, se fue a ese centro educativo y allí estuvo hasta el día de su muerte a manos de un desadaptado que la segó con cruel sevicia.
Jonathan empezó a mandarme sus escritos para que yo los estudiara y ejerciera una orientación en el difícil arte de escribir, relación en la que se ha manifestado siempre como discípulo obsecuente que atiende a las directrices que trazan sus mentores.
Lo último de su autoría que he tenido oportunidad de leer y disfrutar es su novela “Travesías”, que por su calidad me ha dejado gratamente sorprendido.
Travesías no es una novela que pueda enmarcarse dentro del formato de la novela académica en la que hay una trama, un argumento y unos personajes, no. Aquí nos encontramos con un cuerpo total que involucra personajes, entorno y acción.
España posee la escasa virtud de atrapar al lector desde la primera frase y con una especie de encantamiento mágico mantiene al lector pendiente de su discurso; así lo testimonia una de sus lectoras, Cecilia Caicedo Jurado: “Acabo de leer Travesías. Transcribo mi primera emoción lectora: me encantó, es fundamentalmente prosa poética, atrapa esa magia sureña que nos instaló Aurelio Arturo en el corazón de la mejor literatura colombiana”.
Travesías sucede en los predios del río San Juan, en el tramo próximo a su desembocadura en el Pacífico nariñense y a bordo de una barcaza en cuya descripción se detiene morosamente y para la que utiliza un nutrido acervo de vocablos del rico y poético lenguaje náutico.
El personaje que se dibuja con la más refinada paleta en las páginas de Travesías , es el de la selva tropical que se extiende desde las dos orillas del río San Juan y que otro de sus lectores, la escritora portorriqueña Marta Aponte Alsina, describe así: …”un río oscuro, afluente de la novela de la selva latinoamericana —de Rivera a Vargas Llosa— se desdobla en viaje iniciático múltiple, poblado de seres fantásticos, encuentros místicos, procesos alquímicos y paisajes desolados”.
La novela Travesías está escrita en tercera persona, circunstancia que imposibilita cualquier manifestación de intimismo y sin él el autor perfila dos personajes hombres, el uno mayor que funge como el patrón, y el otro, un muchacho recién salido de la adolescencia. Ambos tripulan la barcaza de condiciones náuticas que España dibuja con lujo de detalles y con un argot naviero propio de un Conrad o cualquiera otro de los maestros de ese género en la literatura universal.
Ninguno de los dos alcanza una personalidad definida, una individualidad que le dé entidad y por eso terminan confundiéndose con el paisaje que conforman el río y su rico estuario.
Lo más sorprendente en la novela de España Eraso es su capacidad para hacer decir a las palabras, más allá de su contenido intrínseco, su aliento poético y mediante un juego que entraña las más exquisitas artes de magia, lograr un texto rico que mantiene cautivo al lector desde las primeras palabras.
Su manejo del idioma, su capacidad y sensibilidad para sentir la naturaleza y el paisaje, hacen de Travesías un canto entusiasmado en defensa y alabanza de la vegetación y el medio ambiente, tan urgente en esta sociedad contemporánea a la que estorban los árboles, los ambientes campestres y se empeña en acrecer el imperio del cemento y el hormigón.
Lo bien logrado de Travesías, primera novela de Jonathan Alexander España Eraso, dan pie para vislumbrar, en un futuro no muy lejano, otras obras de gran calidad.
