Así como en La muerte en Venecia, del escritor alemán Thomas Mann, Gustavo von Aschenbach percibe que algo anda mal y termina descubriendo que las autoridades de la ciudad de los canales le ocultan a los turistas una temible peste, igualmente China procedió con todos los países que hoy sufren duramente esta terrible pandemia. El gobierno chino tenía conocimiento de este coronavirus desde finales del año pasado, pero prefirió callar cuando su único deber era informarle al mundo lo que estaba viviendo. Ahora su silencio tiene al mundo al borde de un colapso nervioso, si es que ya no se está viviendo con una psicosis y un miedo que nos sume en la más cruda incertidumbre. Considero que es responsable de lo que está pasando y eso nadie lo puede negar ante lo que se está viendo.
Ese silencio, que ante las actuales circunstancias se lo puede considerar criminal, tiene a las grandes potencias en una debacle financiera, y a los países más pobres, como por ejemplo el nuestro, sin saber que va a pasar cuando todo esto se normalice. Hay que preguntarse por qué el gigante asiático se quedó callado, no le dijo al mundo que un enemigo silencioso había despertado y se disponía a hacer de las suyas sin que se lo pudiera detener. Posiblemente se dio cuenta que la había embarrado, que a lo mejor un virus fabricado en unos de sus laboratorios se había escapado por negligencia humana, por lo que era más factible callar y encontrar el antídoto sin alertar a nadie. Si esto fue así, pues todo le salió mal: la vacuna no apareció y todo sigue igual.
El mundo como lo conocíamos no volverá a ser el mismo, vivirá con la sensación de una atmosfera apocalíptica, casi pensando que estamos a las puertas del fin de la humanidad. Nuestra mente verá enemigos en todos lados: en el bus, en la oficina, en el supermercado, en fin, a donde vayamos la sensación de contagiarse de algo raro nos perseguirá. Creo que este es el gran daño que China nos ha ocasionado, sin dejar de lado el sufrimiento de muchas personas que hoy no tienen trabajo y ven cómo algunas empresas se vienen a pique. Estos hombres y mujeres tienen que aguantarse a un gobernante como Duque, un negligente por excelencia y sin la capacidad para afrontar problemas de mayor envergadura.
Con lo que digo no se trata de odiar a China por el resto de nuestras vidas, pero sí es necesario que este pueblo nos diga la verdad: sabían del virus y lo trataron de ocultar. Si alguno cree lo contrario, amigo lector, pues que me diga a mí porque los otros virus que han azotado a esta nación han sido reportados y sin ningún problema los hemos asimilado con la misma prontitud como ha llegado la información. La respuesta es muy sencilla: ¡se les chipoteó! Sí, el coronavirus que posiblemente crearon con no sé qué fin resultó ser una bestia indeleble difícilmente de controlar.