Me parece que los analistas del establecimiento mediático que cubren la situación de Venezuela —su gobierno legítimo, la oposición creada por los medios de comunicación y por el bloqueo económico desde el gobierno de Trump, la actitud del pueblo en general y de los elementos de la geopolítica actual— pecan por defecto. Es decir, no profundizan en el papel que asume la primera potencia financiera y militar del mundo (cuáles son las verdaderas intenciones al margen de los "derechos humanos" y de la "democracia" que dicen defender) y se dejan llevar por la promoción de los hechos y las acciones que poco a poco han generado una guerra con nuestros hermanos históricos.
Ahora han desempolvando el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, una creación del gobierno norteamericano en la época de la Guerra Fría (1948) que por más que quieran suavizar y disfrazar no es más que el proyecto de ir empedrando el camino para la intervención militar. Esto a tal punto que el presidente Duque aprovechó la 74 reunión de las Naciones Unidas en Nueva York no precisamente para hablar y proponer soluciones reales al problema más grave que está atravesando la humanidad, el calentamiento climático (con el ejemplo escandaloso del incendio en las selvas de la Amazonia, el pulmón del mundo), sino para irse lanza en ristre contra el gobierno venezolano, tratando de justificar políticamente la intervención militar en el país limítrofe. Todo sin sopesar las tremendas consecuencias negativas, nacionales, continentales y mundiales que traería la guerra, con el fin de asegurar la reelección de Donald Trump, y salir al paso a la profunda crisis económica, política, social e institucional del país.
Esta es en realidad la verdadera situación ante la cual el gobierno trata de crear cortinas de humo para desviar la atención de la opinión pública, mostrando los efectos pero no las verdaderas causas del fenómeno; tratando por todos los medios, como un encantador de serpientes o un “domador de caballos”, de hacerle el quite a una realidad monda y lironda de crisis profunda e inocultable, que cabalga a todo lo ancho y todo lo largo del territorio nacional.
De tal manera que los paliativos que se inventó el gobierno de Estados Unidos (a través del secretario general la OEA) para revivir el cadáver insepulto del TIAR no hacen más que darle un respiro temporal y pasajero a la caricatura del presidente interino Juan Guaidó, quien se ha venido cayendo como un castillo de naipes ante la realidad del apoyo al gobierno de Venezuela por parte de un sector mayoritario del pueblo venezolano, a pesar de los 19 millones de dólares que triplicarán la ayuda del gobierno de Donald Trump a los golpistas, que ahora se estrellarán con los diálogos del gobierno con la oposición chavista del Partido Socialista Unificado de Venezuela, lo que va dejando sin argumentos a la oposición de figurín, creada y financiada por el imperialismo para implementar sus planes de derrocamiento del gobierno de Venezuela.
Ya vamos para un año desde el 23 de febrero cuando se anunció el derrocamiento de Maduro mediante un golpe militar, y esta es la hora que no ha pasado nada de lo pronosticado por los profetas de la “democracia” y de los “defensores de los derechos humanos”, que, enredados en su conspiración militar no atinan a encontrar una salida política sensata, acorde con la situación real de Venezuela y sin tener en cuenta la reversión del péndulo político en América Latina con el gobierno de López Obrador en México, con la muy probable victoria de Alberto Fernández en Argentina, con la caída estrepitosa de la imagen de Bolsonaro en el Brasil, sin olvidar la posición democrática del gobierno de Bolivia y, claro está, la indeclinable actitud de Cuba socialista, y del Uruguay progresista y democrático que rechazó sin rodeos la resurrección del TIAR, catalogándolo como un instrumento de guerra contra el pueblo de Venezuela.
Vamos a ver qué pasa dentro de dos meses, cuando de nuevo se reúnan los países del TIAR para evaluar los resultados de esta política intervencionista, que seguramente no va a dar los resultados que están esperando los promotores adocenados del imperio, aunque digan con terquedad, como lo hace un diario nacional capitalino, que "a pesar de todo, Guaidó sigue siendo la mejor carta de la oposición para el regreso de la democracia a Venezuela”. Claro, para el regreso de la “democracia” de las multinacionales y de los paramilitares representados por Los Rastrojos.