Tras el partido, la historia de la guerra que enfrentó a Paraguay contra Brasil, Argentina y Uruguay

Tras el partido, la historia de la guerra que enfrentó a Paraguay contra Brasil, Argentina y Uruguay

1870: “Si por la guerra, Paraguay desaparece como nación, ningún paraguayo será paria en América; con solo pisar tierra colombiana serán automáticamente colombianos”

Por: Lizandro Penagos Cortés
noviembre 23, 2023
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Tras el partido, la historia de la guerra que enfrentó a Paraguay contra Brasil, Argentina y Uruguay

Ahora que el presidente electo de Argentina ha dicho que romperá relaciones con Colombia y que el presidente de los colombianos tras el triunfo de Javier Gerardo Milei vuelve a trinar como cualquier mortal –movido por el impulso de decir lo que siente y no lo políticamente correcto–, vale la pena recordar a posteriori del partido de Eliminatorias entre cafeteros y guaraníes, uno de los episodios más desconocidos y pintorescos de la historia diplomática de Colombia.

La leyenda es más o menos la siguiente: Entre 1864 y 1870, se desarrolló la Guerra de la triple alianza, un conflicto entre Paraguay y sus vecinos (Brasil, Argentina y Uruguay) que es hasta ahora la única guerra de masas en Suramérica y en la que Paraguay –como era apenas lógico–, fue derrotado estrepitosamente.

No era de extrañarse, pues Dios siempre está del lado de los ejércitos más fuertes y Brasil era por entonces un Imperio poderoso que sentaba las bases de su poderío en su grandeza, la República Oriental de Uruguay trazaba los linderos del mayor potrero ganadero del mundo y la República de Argentina hacía lo propio para convertirse en la mayor despensa de granos del orbe que la llevaría a la ahora esquiva riqueza, después de inefables dictaduras y la Guerra de Las Malvinas, en la que fueron –dicen ellos– subcampeones.

Semejante pelotera tan desigual culminó con el exterminio de al menos la mitad de la población de Paraguay y con la pérdida de buena parte de su territorio, así como la destrucción de su infraestructura.

Por su duración, cantidad de víctimas y consecuencias políticas y sociales, no ha ocurrido en esta parte de la tierra una que por lo menos se le arrime. Ni siquiera el conflicto colombiano que con más de medio siglo y más desaparecidos (casi el triple) que todas las dictadoras latinoamericanas juntas, bate records que difícilmente supere nación alguna. Y aquí viene la almendra del asunto, que se parece mucho a un chascarrillo de infancia que llamaba tosferina al que sólo le pegaba a los más pequeños. Como se llegó incluso a discutir la posibilidad de acabar definitivamente con la nación paraguaya y anexar su territorio a los vencedores, Colombia ofreció su ciudadanía al pueblo paraguayo, para prevenir que estos se convirtieran en apátridas si su país llegaba a desaparecer.

El Congreso de la república –que todavía no se había convertido en lo que Gustavo Álvarez Gardeazábal llama cooperativa de contratistas– el 27 de julio de 1870 promulgó la ley 78 de 1870, que señalaba: “Si por efecto de la guerra, el Paraguay desapareciera como nación, ningún paraguayo será paria en América; con sólo pisar tierra colombiana, en caso de producirse, gozará en forma automática de los privilegios, facultades prerrogativas y derechos colombianos, es decir que de perder la nacionalidad paraguaya serán automáticamente colombianos”. Un acto digno de soberana admiración, que fue tildado por algunos opositores de ramplona lambonería diplomática.

Era el presidente de los Estados Unidos de Colombia, el general Eustorgio Salgar Moreno, al que llamaban, ni más ni menos, “el Presidente Caballero”, que “sobresalía por el tino, la moderación, la alta cultura y por sus maneras corteses” y tenía gran influencia sobre el Congreso. En su gobierno, dos obras fueron las de mayor preocupación: fortalecer la paz pública por el ejercicio de una política conciliadora y tolerante; y su impulso a la grandeza de la nación por medio de la educación, que se convirtió en la primera empresa del Estado.

Sí, señoras y señores, así es. Como usted lo está leyendo e imaginando. ¡Y nada que avanzamos de manera definitiva en estos dos propósitos! Bueno, mal de muchos, consuelo de tontos, pero se ha dicho que Javier Gerardo Milei es una especie de Rodolfo Hernández con menos años y un Donald Trump con más vulgaridad, pues los fuertes insultos a sus rivales y su lenguaje soez, superan las formas agresivas a la hora de expresar y debatir ideales y postulados de los dos peluquines en comparación. Poco diplomático.

Pero volvamos a Colombia y Paraguay. 153 años después hay quienes consideran este hecho –altruista a todas luces–, como un mito del que no hay documentos concretos. Lo cierto es que la Constitución de Rionegro de 1863 garantizaba la nacionalidad a cualquier hispanoamericano que fijará su residencia en nuestro suelo y lo declarara ante las autoridades a las ya llamaban, competentes. De modo que no se necesitaba una nueva ley, sólo regirse por la carta magna. Hoy no son muchos los colombianos en Paraguay, poco más de un millar, la mayoría buenas personas. El resto hacen parte de dos nefastas exportaciones nacionales: narcotráfico y prestamistas ‘gota a gota’ (violentos usureros y agiotistas).

Colombia venció 1-0 en Defensores del Chaco a Paraguay, que ya no es tan imbatible en casa como en otros tiempos. Ya nadie lo es en realidad, Brasil perdió por primera vez en su historia en el Maracaná en unas Eliminatorias. Eso es lo bonito del fútbol, diría con el seseo de su lengua paisa el exfutbolista Gerardo Bedoya. El nombre del mítico estadio de la albirroja se lo debe a otra guerra, más de medio siglo después de la de la Triple alianza que la dejó en la ruina, contra Bolivia. Otra nación a la que sus vecinos le quitaron hasta la salida al mar. Siquiera tienen el Titicaca. La guerra por el control del Chaco boreal es considerada la guerra más importante en Sudamérica durante el siglo XX y la leyenda de que los paraguayos la defendieron a muerte, es otro mito. Bajo la presión de Estados Unidos, se firmó un tratado secreto el 9 de julio de 1938 y Paraguay renunció a 110.000 km². Se quedó eso sí, con las tres cuartas partes de la zona en litigio.

Paraguay pues, tiene una enorme deuda de gratitud con Colombia que es más reconocida allá que aquí. Contrario a lo que ocurre con muchos de sus futbolistas que se destacaron en nuestro país y son más ídolos por estas tierras. Vale recordar desde la capital vallecaucana –aunque hubo paraguayos en casi todos los equipos del rentado nacional– a Jorge Amado Nunes, un aguerrido y talentoso volante de contención que también creaba; Roberto el Gato Fernández, un arquerazo que se torció en una final; y Buenaventura Ferreira, un centrodelantero pequeño y metelón que hizo muchos goles con el Deportivo Cali; y Gerardo González Aquino, un patadura mañoso y temperamental; Juan Manuel Battaglia, un mediocampista con un tiro libre endiablado; y Roberto Cabañas, el fallecido Mago del Pilar que con el América de Cali hizo famosas sus ‘Cabañuelas’.

Para la historia quedará que la pelotera más grave entre Colombia y Paraguay ocurrió el 2 de abril de 1997 en Defensores del Chaco. El aquero José Luis Chilavert le metió un puñetazo a Faustino el Tino Asprilla, luego de haber sido expulsados. El voleo de zapato en aquel partido fue memorable. Aristizábal se volvió karateca y lanzó una patada voladora al que era considerado el mejor arquero del mundo, para defender a su compa. El Pibe Valderrama llamó cagón a Faryd Mondragón por no meterse en la reyerta. Insultos, escupitajos y patadas. Y hasta un narco, ‘Julio Fierro’, pidiéndole permiso al Tino para matar a Chilavert. Pero muy diplomático Asprilla le dijo: “Dejá eso así, son cosas del fútbol. Lo que pasa en una cancha se queda ahí.”

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