Una de las desventajas del colectivo de colombianos que vivimos y trabajamos en el exterior es la baja participación. Fruto de esto nos es negado el reconocimiento del sujeto político, y por ende, el acceso a más representación política.
Como lo describí en anterior nota, las alternativas de mejorar la participación se basan en el mejoramiento del acceso a la mesa de votación, con la alternativa real de participación directa del ciudadano.
Si no se genera este mecanismo, seguiremos postrados en el ostracismo político, siendo testigos mudos desde la distancia de cómo el país se acaba y de que cada día existan más personas que migran sin apoyo alguno, como lo describí en otra nota.
¿Cómo analizar la participación?
Después de analizar cómo mejorar la participación, otro análisis estructural de esta participación es el clivaje en la votación.
Si seguimos una tendencia de fija, en el año 2014, cuando hubo un total de 39.565 votos válidos en la circunscripción electoral, de un total de potencial de sufragantes de 571.420 personas, muchos dirían que es la apatía la que no permite que crezca esta participación.
No, señores analistas desde la lejanía. Es precisamente esa distancia geográfica, esa que aleja de ciertos núcleos urbanos grandes a los colombianos, la que no permite una mayor participación del colectivo de personas migradas en elecciones. Nadie se va a gastar, por ejemplo, desde Zaragoza a Barcelona los 65 euros que puede costar el transporte, además de las tres horas de ida y las tres de vuelta para votar por un representante, un senador, alguna fórmula de presidencia y vicepresidencia, que no verá en su vida y que en nada beneficiarán a la población migrante. Sus políticas migratorias suelen ser paupérrimas e incumplidas.
Ahora bien, ya en el clivaje propiamente dicho, sin tener alternativas de ofrecer una estadística o encuesta alguna, se ve que se mantendrá esa operación avispa, o mejor descrita como la atomización de los votos repartidos en las listas de hoy día, y se darán resultados electorales similares a los del año 2014.
No digamos ya, dentro de esta atomización, las dos tendencias políticas tradicionales, izquierda y derecha. Los que vivimos y trabajamos en el exterior, que hemos visto varios prototipos de alternativas de gobierno, conocemos que la transversalidad política es la mejor alternativa posmoderna, la cual lleva a estadios nuevos de mejora en la calidad de vida de los colombianos. Por eso es importante que en el abanico de posibilidades el área de la política alternativa juegue un papel muy importante en este año electoral.
Una mirada desde cada espectro
- Desde la izquierda:
Una visión de educación pública, gratuita y de calidad para la población es la mejor carta que se puede jugar un candidato a cualquier corporación, sea Senado o Cámara. Mejorar el acceso a la universidad de poblaciones vulnerables, pero con el compromiso de hacer el crédito de Icetex no reembolsable si se sacan las mejores notas con promedio sería una motivación al estudiante. Esto valoraría el esfuerzo de cada persona, además de premiar sus logros académicos.
Igualmente, una reforma a la sanidad pública, que elimine el mercantilismo que nos dejó la ley 100 y donde prepondere el humanismo médico frente al mercantilismo de las juntas directivas. Esto daría alternativas reales de una mejora en la estructura sanitaria que hoy día afecta a todos los colombianos de a pie.
Desde los servicios sociales, se podría mejorar el acceso a la población en riesgo de exclusión social a servicios integrales por cada región, eso sí siendo muy estrictos en el acceso. Que no se dé margen ni cabida a los carteles, como el de la hemofilia, que por falta de fiscalización y control de interventoría desangró los recursos de los menos favorecidos.
Adicionalmente, un análisis profundo desde la economía y todos los sectores productivos vendría bien para que no se vean solamente los superávits dentro del balance de P&G, sino que también se puedan valorar las mejoras en salarios dignos para los trabajadores.
Por último, desde el sector medioambiental lograr un equilibrio a más de 15 años de desafuero ecológico, que han acabado con flora, fauna y fuentes hídricas, donde era rico el país.
- Desde la derecha:
Fiscalización estructural de los recursos públicos. No permitir el acceso a personas o grupos que lleguen a malversar recursos públicos y lograr una reforma a la justicia que sirva para refrenar los abusos del ejecutivo en los recursos públicos.
Generar dinámica económica, con incentivos fiscales a pequeños y medianos empresarios, que son el tejido económico del país y el mayor generador de puestos de trabajo. Igualmente, debe haber concertación social en el momento de estructurar la política fiscal, reduciendo de manera exponencial el índice de informalidad laboral que en Colombia ronda casi el 65 % de la población activa. Esta evasión de impuestos por gran parte de la población es la que no deja que se tenga una política social veraz, coherente y práctica.
Generar ventajas competitivas en los sectores de mayor crecimiento económico para fomentar la contratación de personas con salarios dignos. Esto incluye revisar la última reforma fiscal del gobierno Santos y que se incluya la derogación de la Ley 2ª de 1976 y la Ley 14 de 1986 para ejecutar un modelo de impuestos acorde a la realidad de todos los colombianos, residan donde residan.
No dejar de lado la calidad de los bienes y servicios que se producen en el país para generar conceptos integrales como denominación de origen. Buscar el cumplimiento de normativas internacionales ISO y Normativas Internacionales de Economía Colaborativa y Comercio Justo con productores unidos, todo en cada ámbito económico.
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Hoy el anuncio de Claudia López como fórmula vicepresidencial de la Coalición Colombia abre un espectro de garantías para pensar que sin polarización, sin odios, una Colombia en paz, con justicia social y participación para todos es posible.