Transmilenio por la Séptima empeñará a Bogotá

Transmilenio por la Séptima empeñará a Bogotá

A pesar de la resistencia de los vecinos, la Alcaldía parece empeñada en sacar adelante el proyecto. Esta semana el Concejo aprobó el nuevo cupo de endeudamiento

Por: JORGE ENRIQUE ESGUERRA LEONGÓMEZ
octubre 10, 2017
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Transmilenio por la Séptima empeñará a Bogotá

Que toda la ciudadanía se una en la lucha para preservarla de la pica demoledora y de la acción intrusiva y degradante del alcalde Peñalosa, empeñado en causarle a la ciudad un daño irreparable de dimensiones colosales.

Las mayorías peñalosistas del Concejo de Bogotá acaban de aprobar las vigencias futuras para construir la troncal de TransMilenio por la carrera Séptima. Nefasta noticia para los bogotanos, porque este proyecto urbano que rechazaron en el 2007 se lo pretende ahora imponer Enrique Peñalosa a unos costos económicos, urbanos y socioambientales de enormes dimensiones, y con consecuencias irremediables para la ciudad.

Pero no hay para qué sorprenderse. En la cabeza del alcalde está la obsesión del vendedor de buses Volvo de continuar atiborrando a las avenidas de la capital con TransMilenios, cuando ya está demostrado que ese sistema funciona bien en ciudades medianas o en grandes, pero como alimentadores de los trenes metropolitanos, pero nunca en casos como en los que se los ha impuesto en Bogotá para convertirlo en la columna vertebral del sistema de transporte masivo. Porque los aparatosos entramados de vías centrales y exclusivas para buses articulados en superficie, con estaciones y agresivos separadores, se constituyen en estructuras rígidas y pesadas —buses disfrazados de metros—, prácticamente inamovibles, que aquí están diseñadas expresamente para que reemplacen a los metros en las troncales principales sin ningún sustento técnico, y solo con la ocurrencia del burgomaestre, con títulos cuestionables, de que “los buses hacen lo mismo que el metro”.

Pero el caso de la troncal de TransMilenio por la carrera Séptima es el más grave de los que se quieren imponer en Bogotá, porque además de ser esa avenida una de las más emblemáticas de la capital, su ancho en las zonas de mayor valor patrimonial no permite las especificaciones que requieren las cuatro vías exclusivas de los articulados más las estaciones, además de los cuatro carriles para otros vehículos, más los andenes que están estipulados como mínimo en 3,5 metros. Es decir, como lo demostraron los estudios de la Universidad de Santo Tomás, en 2007, esa avenida, que cuenta con “innegables valores históricos, urbanísticos y socioeconómicos”, “genera serios interrogantes en cuanto al espacio ofrecido”. Entonces, como para Peñalosa los estudios no cuentan, lo que impone son “diseños”, es decir, propuestas dibujadas muy bonitas, pero que desconocen la realidad de los valores construidos y de sus relaciones sociales, que son falsos porque se hacen en una hoja en blanco y mediante simulaciones digitales para descrestar a los incautos, pero en la realidad acaban ocasionando destrozos inconmensurables en sus recorridos, comprometiendo seriamente el patrimonio construido, cambiando drásticamente los usos del suelo, desplazando a los residentes y, al final, desencadenando un deterioro urbano y una desvalorización de características previsibles, porque ahí está el ejemplo de la avenida Caracas que lo comprueba.

Y esa enorme destrucción y deterioro que se pretende de la Séptima no tiene justificación alguna, porque si consideramos que cuando se archivó este proyecto por el rechazo ciudadano en el 2007, y se revivieron los estudios del metro subterráneo en el 2008, había quedado plenamente sustentado que este era suficiente para resolver la demanda de viajeros del borde oriental de la ciudad, y que la Séptima quedaría preservada de la intrusión de TransMilenio. Pero la intensión de Peñalosa, ahora se desvela, era reducirle las especificaciones al metro para construirlo elevado y recurrir a la Séptima para tratar de completar las demandas insatisfechas de ese borde. Además, quedó consignado en el documento CONPES recientemente aprobado, que esta avenida sería la “vía complementaria para atender la demanda de pasajeros en el borde oriental mientras se realiza la ejecución del tramo I de la Primera Línea del Metro” por la Caracas. Es decir, el subterfugio que utilizó Peñalosa para cambiar el metro bajo tierra, que no afectaba a la Caracas, aduciendo que era muy caro y muy demorado, ahora se demuestra que era solo un pretexto para poder desplazar los buses Volvo de esta troncal a la Séptima mientras se construye el enorme viaducto, para después dejarlo allí de por vida. Y así, ahora nos damos cuenta de lo costoso que resulta todo este embeleco urbano para todos los bogotanos. El solo valor de la troncal de la Séptima resulta altísimo (2,4 billones de pesos), porque además de la infraestructura vial que incluye pasos a desnivel y deprimidos, el Distrito va a comprar más de 300 predios para hacer caber por allí el sistema Transmilenio.

Pero ¿cuánto se demorará la costosa destrucción de la Séptima, para comenzar a construir el elevado? ¿Y cuánto valdrá el elevado? Eso no lo sabremos porque mientras siga gobernando este alcalde todo serán negocios, desvaríos e improvisaciones. Además, a él lo tiene sin cuidado el destino del metro, así hable de él las veinticuatro horas del día. Por lo pronto ya recibió el salvavidas que le tiró Santos en el CONPES, el aporte de la Nación de 9 billones para este encarrilado “casi invisible”, que seguirá siendo “cheque simbólico” (léase “chimbólico”), el mismo que le giró el mismo Santos a Petro para el metro bajo tierra. Pero si suponemos que el peor metro que le puede quedar a Bogotá —el elevado de Peñalosa— llega a ser construido algún día, lo único que no variará será ese aporte de 9 billones del gobierno nacional. Lo demás tendrá que ponerlo el Distrito, es decir, todos los bogotanos, respondiendo por todas las demoras, devaluaciones del peso, sobrecostos que ocasiona la imprevisión y la falta de estudios y por su desproporcionado precio por kilómetro (mayor que el del subterráneo), sin contar el costo urbano, social y ambiental que generará.

Eso lo ha comprendido muy bien el comité ciudadano Defendamos la Séptima, que está adelantando, cuadra por cuadra, valiosas y valerosas acciones y movilizaciones de resistencia en pro de la única avenida que le queda a Bogotá para mostrar. Pero si lo que hemos expuesto no solo les concierne a los vecinos de la carrera Séptima sino a todos los bogotanos que quedaremos empeñados por los próximos cien años con ese esperpento urbano. Lo indicado es que toda la ciudadanía se una en la lucha para preservarla de la pica demoledora y de la acción intrusiva y degradante del alcalde Peñalosa, empeñado en causarle a la ciudad un daño irreparable de dimensiones colosales.

 

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