Transición en disputa: los retos del Pacto Histórico

Transición en disputa: los retos del Pacto Histórico

Se necesita una fuerza política más cohesionada y nítida en sus bases programáticas para ganar altura como un instrumento capaz de organizar la movilización popular

Por: Horacio Duque
febrero 16, 2023
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Transición en disputa: los retos del Pacto Histórico
Foto: Twitter @infopresidencia

Al día siguiente de las acciones pedagógicas y políticas adelantadas por el presidente Gustavo Petro para dar a conocer los detalles y alcances del paquete antineoliberal que se tramitará en el Senado de la República para hacer profundos cambios en la salud, las pensiones, el régimen laboral y en la guía programática del gobierno —léase plan de desarrollo—, la ultraderecha uribista y sus poderosos medios de comunicación ha promovido y protagonizado unas acciones convencionales de calle con 14 concentraciones, 7 marchas, 1 movilización y otras actividades sobredimensionadas por el dispositivo mediático.

Nada nuevo. La ultraderecha por todo el planeta está recurriendo a los repertorios conocidos en la acción política con el objetivo de imponer sus modelos ideológicos ultraliberales que resaltan el individualismo, el mercado, el lucro y la preponderancia de los sistemas judiciales, policiales y militares. Bolivia, Brasil, Perú, Chile, Argentina, México, Hungría, Estados Unidos, Alemania, España, Italia y Grecia han vivido en meses recientes el fenómeno de la derecha en las calles y en los medios sembrando el odio, el terror y la mentira, y anunciando el apocalipsis si las propuestas sociales de la izquierda acceden al Estado.

En Bogotá, Medellín y Cali, los piquetes del uribismo utilizaron el despliegue para expresar su odio racial y social contra los indígenas y los educadores del Cauca que adelantan protestas exigiendo soluciones a sus problemas de salud. Lo que está en curso en la transición que ocurre con ocasión de la gestión presidencial de Gustavo Petro es una aguda confrontación y disputa entre dos modelos de país: uno cavernario y violento; otro progresista, pacífico y democrático. Este choque viene de años atrás y ha registrado momentos álgidos como la explosión social de abril del 2021, y las elecciones parlamentarias y presidenciales del 2022.

En esa disputa, cada agencia política escoge sus propios repertorios y formas de convocatoria de la ciudadanía, del pueblo y de la multitud. La forma progresista es la de la interpelación pedagógica con la narrativa social de las reformas profundas para desmontar el absurdo modelo neoliberal que ha provocado grandes desastres económicos, humanos, políticos y culturales en las 3 últimas décadas. La izquierda progresista aprendió que era necesario diversificar los repertorios de la convocatoria popular y hoy acude a los escenarios del dialogo, la pedagogía y el uso racional de las energías populares para no desgastarlas en la consecución de los objetivos centrales del cambio.

Desde luego, hay errores y vacíos que se deben corregir porque están provocando la reticencia juvenil y de importantes núcleos populares desconcertados con la continuidad del ESMAD y sus desmanes —como sucedió hace tres días en la Universidad Nacional, donde un estudiante perdió uno de sus ojos producto del disparo policial—, también con el clientelismo y la corruptela que hoy está involucrando a los nuevos funcionarios nombrados en las plantillas burocráticas de la nueva administración en altos cargos en el Ministerio del Interior, Ministerio de Educación, Unidad para la Gestión de Riesgos, Secretaría de Transparencia, Coljuegos, DAPRE, DPS, el ICBF, el OCAD PAZ, INVIAS, INPEC, USPEC. etc.

La disputa entre los dos modelos va a exigir del bloque progresista mucha creatividad e imaginación. Está demandando una fuerza política más cohesionada y nítida en sus bases programáticas, pues el actual Pacto Histórico no logra ganar altura como un instrumento capaz de organizar la movilización popular y de preparar adecuadamente el escenario de las elecciones locales y regionales que se realizarán el próximo 29 de octubre. Como van las cosas, con un Pacto Histórico plagado de facciones clientelares, el contraataque de la derecha puede prosperar afectando la transición democrática post neoliberal. El Pacto Histórico debe procurar rápidamente una ruta autocrítica que lo sintonice con los jóvenes, las mujeres, los campesinos, el precariado y los trabajadores.

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