Transcurría el año 2002 en el municipio del Paujil, un territorio ubicado al norte del departamento del Caquetá, marcado por la violencia que generan los diferentes grupos armados ilegales, a pesar de las dificultades éramos una familia unida y feliz. Vivía con mi esposo y mis cuatro hijos, dos de ellos se graduaron el mismo día, el menor tenia dieciocho (18) y Julián Acuña tenia veintitrés (23), un jóven activo en las labores sociales y un excelente bailarín.
En Junio llegaron los paramilitares sembrando el terror como era su costumbre, el pueblo enmudeció aún más debido al miedo, ya que asesinaban sin motivo. Pero Julián continuo con su labor como docente en las vereda Paloma y Corea, a cuarenta minutos (40) del Paujil. el veintidós (22) de agosto mientras manejaba un taxi de servicio público, labor que realizaba en algunos momentos fue abordado por dos sujetos que lo torturaron y los desmembraron, una muerte atroz, algo nunca antes visto en el Paujil Caquetá.
¿Cómo enfrentaría yo como su madre esta situación?, cuando el dolor, rabia y el sufrimiento me consumía, ver a mi Julián, mi muchacho completamente despedazado en manos de unos hombres sin alma, pensar en lo que tuve que vivir para encontrar su cuerpo destroza mi alma y cada vez que lo recuerdo las lágrimas regresan, durante cinco días no comía y no dormía, hasta que mi esposo me llevo al hospital del pueblo y me enviaron con el psicólogo y, aunque no entendía en que podría ayudarme, decidí ir.
Tengo que aceptarlo pero las terapias empezaron hacer un efecto sanador, entender que tenía que perdonar y que eran los asesinos de mi hijo los que estaban enfermos. Comprender eso me ayudo a trasformar ese dolor en valor. Como recomendación inicie a pintar y sin saber cómo hacerlo tome un pincel, un lienzo para escribir una historia para exorcizar todo aquello que me hizo llorar y maldecir. ahora recreo las maravillas que veo en mi entorno, la naturaleza me inspira, aprendí hacer un relieve, una sombra, cada vez que empiezo una nueva obra pienso en lo grande que podemos ser, como lo era mi Julián.
Cuando ven mis obras quizás nadie perciba el dolor, sufrimiento y lágrimas que han recorrido mi rostro, ven el perdón, la reconciliación y la esperanza que reina en mi corazón.