Pensar en Colombia es pensar en olor a café, a trópico, naturaleza pura. Cada vez que un extranjero pisa Colombia por primera vez trae en su equipaje mil expectativas e incertidumbres. Nuestro pasado tormentoso y violento, bastante parecido al actual, aunque nos duela, hace que esas expectativas tengan un saborcito de aventura que irónicamente ha terminado siendo un plus para muchos de nuestros visitantes.
Llegado el turista a la zona que quiere visitar, tras descargada la mochila y saboreado el primer café en el país de Juan Valdez, los pulmones se llenan de aire fresco y la ansiedad por calzar unas chanclas "brasileras" mientras conoce nuestras alpargatas, para recorrer las vetustas calles escoltadas por casas antiguas, con altísimos grados de conservación, variedad de flores y en muchos casos coloridos balcones, se hace incontenible y no hay forma de evitarlo.
Los lugareños. sonrientes casi todos, le inspiran confianza al visitante, le saludan aunque no le entiendan, tratan de venderle algo típico, una camiseta, una mochila, un canasto, una chiva... en fin sin darse cuenta, cada que logran una sonrisa del turista, están vendiendo, turísticamente, esa Colombia de ensueño que los mismos colombianos no sabemos apreciar.
Ese turista, que hoy ha recibido sonrisas, ha tomado café al comienzo, en el intermedio ha probado un plato típico de la zona acompañado de una bebida característica del país o la región el sitio y se va a dormir tras probar el aguardiente del departamento que visita, está predestinado a madrugar para que el día le rinda, ya está convencido, que para el turista en Colombia, cada día es una promesa.
Con este preámbulo, los colombianos debemos entender que hoy el mundo es otro y aquellos turistas quizás tarden meses en llegar nuevamente a nuestras regiones bandera del turismo y que, mientras tanto, esos primeros vendedores de sonrisas, café y alegrías del primer día del turista en alguna región de Colombia tienen una sentencia divina: hacerles soñar con el maravilloso día siguiente en Colombia.
Para que ellos puedan llegar a ese día del regreso de turistas, en condiciones de vida saludables y dignas, se necesita que los gobiernos nacional y regionales, vean en ellos el primer eslabón de la reactivación turística nacional. Ellos no tienen créditos, ellos no tienen subsidios, no tiene derecho a auxilios porque están en el régimen contributivo de salud como independientes, independencia que jamás podrá significar dejarlos morir solos.
Hay otros renglones del turismo que también necesitan, pero es indispensable que no volvamos invisibles a nuestros logradores de sonrisas en los muchísimos visitantes, que por fortuna querrán conocer la patria de Gabo, aquel grande de la patria que en sus magistrales obras, construyó Macondo; tristemente nosotros, la mayoría de sus compatriotas, no atinamos a entender que ese Macondo, en desgracias y olvidos, está multiplicado en muchos lugares de Colombia.
El turismo es más que un paisaje bonito, un hotel cómodo, un medio y vía de comunicación, estos factores se quedan en la retina y en el recuerdo del visitante, pero las sonrisas arrancadas por los lugareños suelen llevarlas en el alma.