Tranquila mijita, que ese se va rapidito

Tranquila mijita, que ese se va rapidito

Fanny Kertzman anticipa la pregunta que le va hacer a D-s en una cita por Skype que tiene con una mujer que se comunica con El desde Jerusalem

Por: Fanny Kertzman
marzo 12, 2017
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Tranquila mijita, que ese se va rapidito
Foto: Enviada por el autor

No sé si D-s existe. El martes tengo una cita con El y tendré la oportunidad de comprobarlo. En Jerusalem viven dos mujeres que se comunican directamente con el creador. Es como una consulta de sicología donde el interlocutor es El. Ellas son las mediadoras. De manera que voy a hablar con D-s por Skype esta semana .

La vida da muchas vueltas, ya lo sabemos. Pero esta última voltereta parece maquinada por El directamente para burlarse de mí una vez más, y comprobar, como siempre, que El definitivamente no existe.

Hace 38 años, antes de casarme, conocí en Bogotá a un abogado de New York, judío y rico. Yo estaba terminando economía en Uniandes y soñaba con hacer un postgrado afuera. Tenía 20 años, él 31. Pasamos juntos diez inolvidables días. Me dijo que me fuera a NY con él, a estudiar en Columbia University, pero a la hora del té no salió con nada.

Ese mismo año me ennovié y me casé con mi marido (qepd) y fuimos felices, aunque a veces no tanto, durante 23 años. Mas nunca dejé de preguntarme que hubiera sido de mi vida si me hubiera ido con Andrew. Sería ciudadana americana, lo más importante, con una vida profesional cargada de experiencias enriquecedoras, amiga de los intelectuales, con hijos gringos, librerías, museos, cultura, en fin, el paraíso terrenal.

No dejé la pregunta de lado hasta que supe, hace unos 10 años, que a Andrew le habían suspendido la licencia de abogado por prácticas inseguras y yo ya era ciudadana americana. No lo necesitaba más. Fue un escándalo inenarrable y la firma tuvo que cerrar, todos los abogados fueron suspendidos. Además, se enfermó con una especie de esclerosis múltiple, estuvo siete veces hospitalizado por semanas cada vez, le diagnosticaron un tumor benigno en la cabeza y una hernia abdominal irreparable. Me consideré suertuda que había logrado evitar todo ese drama, sabía que sólo con el lío legal yo ya me hubiera divorciado. Jamás volví a pensar en él, lo borré de mi disco duro.

Sin embargo, hace poco mandé un email masivo a todos mis contactos y entre ellos estaba Andrew. Yo no lo sabía. A los dos minutos recibo una respuesta, qué hay de mí, no ha dejado de pensar en nosotros todos estos años, está retirado y multimillonario. Ha hecho más dinero con sus inversiones que como profesional. Ajá. Siempre soñé casarme con un rico para no tener que trabajar más. Y acá D-s me pone en los brazos mi sueño dorado.

Andrew siguió llamándome y al tercer día me invitó a un Ritz Carlton en la Florida. Nunca había estado yo en semejante lugar para ricos (como diría Petro con sus zapatos Ferragamo). Nos alojamos en el piso ejecutivo y teníamos comida y trago gratis todo el día, en todo el hotel. En la piscina de adultos el trago era gratis. Vodka con jugo de tomate, margaritas, piña colada, mojitos, lo que quiera. Alquilar una cabaña en la plaza cuesta seiscientos dólares al día. Un masaje trescientos cincuenta dólares. Cinco restaurantes, dos piscinas, seis jacuzzis, playa privada, spa, gimnasio, joyerías y tiendas de ropa.

Pasamos el fin de semana en la playa, en la piscina, en el jacuzzi, con gimnasio, masajes y buena comida. Mi condición para viajar fue la abstención y así fue, afortunadamente, aunque Andrew andaba bastante entusiasmado conmigo. Antes de viajar me había preguntado mi peso y talla. Cuando me vió por primera vez, sintió un inmenso alivio que yo no fuera obesa como él. El problema era su barriga. Sus pantalones son talla 48, la barriga es más grande que un embarazo triple de nueve meses. Fue imposible franquear esa barrera.

Eso sí, Andrew enloqueció conmigo. Tanto, que al segundo día me pidió de rodillas casarme con él y ser la única heredera de su fortuna. ¡El sueño se cumplía! ¡Me iba a casar con un millonario enfermo! No solo era riquísimo, sino que además tenía varias enfermedades crónicas. No tendría que esperar muchos años para la herencia. La propuesta era perfecta para cerrar el círculo y cumplir mi sueño por partida doble. Andrew, después de tantos años de pensar en él, era mi príncipe azul. No cesaba de decirme que yo era divina, culta, inteligente, buena conversadora, el mejor partido. Ese fin de semana yo fui su sol y Andrew estaba, aparentemente, en la gloria.

Sin embargo, el domingo, no más al llegar de regreso a New York me llamó al otro lado del país, donde vivo. Dijo que todo había sido un sueño, que él no podía cuidarme con mis enfermedades y que yo era muy bohemia para él, cuando eso fue precisamente lo que lo atrajo en primer lugar.

Sin embargo, al día siguiente hablamos y la cosa siguió. Planeamos un par de visitas para vernos antes de un viaje largo que tengo en mayo fuera del país. Andrew pagó los tiquetes de ambos viajes míos a New York. También compró boletas no para un solo espectáculo en Lincoln Center sino para ¡tres!: teatro, música de cámara y orquesta filarmónica con Lang Lang en el piano. La condición era que yo iría de visita dos veces a New York, pero la tercera vez, en junio, mi viaje sería definitivo para quedarme en su mansión. Nos casaríamos y seríamos felices. Dizque.

Yo estaba muy confundida con tantas banderas rojas. Un tipo precipitado que se quiere casar conmigo en dos días. Come todo el tiempo. Es controlador y dominante. Me “prohíbe” montar en el subway de NY. Tengo que vender mi carrito, un Nissan pequeño, para recibir un BMW, porque si no ¿qué pensarán sus amigos? Y peor aún, ¿sus amigas? Dice que es muy sensual, pero aquello no le funciona. La barriga es tensa, rotunda, redonda. Obeso.

Yo ya he estado con controladores y déspotas. Andrew es uno de ellos, lo he percibido. También es inseguro y, sobre todo, emocionalmente es un niño. Un niño que no puede ser contrariado, un niño que tiene la necesidad de poseer a su pareja y sorberle toda su energía con el fin de agotarla, evitando así que ella se ocupe de algo distinto a él mismo.

No me deja dormir, me despierta a las tres de la mañana, su hora normal. Me abraza como una boa y no me deja ir. Como el loco Morrie. Super bandera roja.

Por eso decidí preguntarle a D-s: “Si es que existes, dime ¿cuánto tiempo podré sobrevivir el abuso verbal y emocional, antes de que Andrew se vaya del todo? ¿Dos años? ¿Cinco?¿Veinte? Dame fortaleza”

En el entretanto, Andrew leyó mi blog y quedó aterrado de mi amplia experiencia con el sexo opuesto. También con mis ideas políticas. Al día siguiente de reservar tiquetes aéreos y espectáculos para mis dos visitas, me dijo que no quería nada conmigo, que mi pasado era espantoso y que adiós. Canceló los tiquetes de avión, perdió la plata de los espectáculos, todo inmediatamente después de colgar conmigo.

Todo se derrumbó. ¡Que turbulencia en escasos seis días! Eso me pasa por andar con un tipo tan inestable emocionalmente e inmaduro.

Obviamente Andrew volvió a llamar. Ahora me manda artículos de prensa. Todos los días, a toda hora. Que susto. D-s, dame la respuesta que necesito: “tranquila mijita que ese se va rapidito”.

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