¿Apoya usted el acuerdo final para terminar el conflicto y construir una paz estable y duradera?. El uribismo ha calificado de “tramposa” esta pregunta para el plebiscito que presentó el presidente Juan Manuel Santos. Además, el pastor y concejal de Bogotá, Marco Fidel Ramírez, autodefinido “concejal de la familia”, entabló ante el Consejo de Estado una demanda de nulidad en contra del decreto 1391 de 2016 emitido el pasado martes por el presidente donde se formalizaba la pregunta.
El concejal elegido por el cuestionado partido PIN, aseguró en el diario El Espectador que “consideramos que la inclusión de la palabra ‘paz’ es evidentemente una inducción directa al votante”, asimismo, agregó: “No entiendo por qué la palabra ‘Farc’ no está en la pregunta y sí la paz para disimular el tema ante los votantes del país”. En el mismo sentido, en el Comunicado del Centro Democrático se afirma que “La pregunta anunciada es engañosa, tramposa, tendenciosa e ilegal”.
¿Es de verdad engañosa, tramposa, la pregunta del plebiscito? No, por varias razones de sentido común. La principal: la idea del plebiscito fue propuesta enteramente por el Presidente Juan Manuel Santos con el fin de darle legitimidad democrática vinculante a los Acuerdos. Nadie lo obligaba a someter lo discutido por más de cuatro años a las urnas. Sin embargo, tomó la decisión de continuar con lo que había prometido aún a riesgo de perder y echar al traste con un proceso ya validado internacionalmente por la ONU, la OEA, la UNASUR, la CRUZ ROJA y por la comunidad internacional en pleno. Es decir, está en todo su derecho de redactar una pregunta que considere clara y sencilla. Ahora bien, si la pregunta efectivamente fuera “tendenciosa”, es decir, no fuera el interrogante que esperaban los opositores a los acuerdos, pues los electores están en todo su derecho de votarla en negativo.
Es precisamente en este punto relacionado con la interpretación de la pregunta que quisiera detenerme en esta reflexión. Creo que uno de los principales problemas de Colombia es hermenéutico, es decir, un asunto relacionado con las formas de interpretación (y comprensión del otro). En este caso particular, la mayoría de los opositores a los Acuerdos de La Habana, en especial, el uribismo, interpretan algunos enunciados (o la realidad que perciben) de forma unilateral y no dan margen para otras posibles interpretaciones racionales.
No es casual tampoco que la demanda ante el Consejo de Estado la haya interpuesto un pastor evangélico (acusado por líderes del sector LGTBI de ser homofóbico) pues, parte de este extremismo interpretativo que vivimos hoy en Colombia está relacionado con el “perfeccionismo moral” inculcado por muchos líderes cristianos, quienes desde su visión cerrada de la moral y su lectura dogmática de La Biblia, descalifican desde la soberbia del que se siente superior, otras formas de habitar y percibir la realidad.
Como ha sido documentado, el “Principio de caridad interpretativa (o de misericordia hermenéutica)” no existe en la mente del extremista, del dogmático. Desde luego, no podemos como hace muchos afirmar de manera simplista que todos los extremistas que se oponen a los Acuerdos de La Habana, sean personas “brutas” o “inmaduras”, pues una de las consecuencias más dramáticas de este largo conflicto armado ha sido la radicalización de las posturas a partir de sentimientos asociados al odio, la venganza y la frustración. En definitiva, también por a causa de formas extremistas y unilaterales de interpretación será largo el camino que nos espera antes de alcanzar la reconciliación y la convivencia pacífica.
