Escenas dantescas, relatos lastimeros, un reguero de lamentos, y detrás de todo ello, hechos repetitivos que ocurren día a día en las carreteras de nuestro país. Los accidentes de tránsito se salieron del control de las autoridades competentes del Estado y hoy en día causan anualmente más de 6.000 fallecimientos, es decir, un promedio de entre 16 y 17 muertes diarias; una triste tragedia, que ha vuelto común las palabras trauma craneoencefálico y politraumatismo en la redacción de las páginas judiciales de los principales medios de comunicación local, regional y nacional.
Todas las apuestas del Estado apuntan a la reducción de las muertes por accidente de tránsito en el mediano y largo plazo. Según el Plan Nacional de Desarrollo, a 2018 se espera la reducción de 8% en este indicador, a mi parecer, muy poco ambicioso para la tragedia vial que se vive hoy en día. El Plan Nacional de Seguridad Vial le apunta a una reducción de 26% a 2021, cifra que queda en el aire ante el creciente aumento de muertes por accidentes de tránsito y a la sombra de una institucionalidad creada a paso de tortuga como la Agencia Nacional de Seguridad Vial, que nace legalmente en diciembre de 2013 (ley 1702 del 27 de diciembre de 2013), 16 meses después se establecen las funciones de su estructura interna (decreto 0787 de 21 de abril de 2015) y en diciembre de 2015 entra en ejecución con el lanzamiento de siete programas de seguridad vial en diferentes puntos del territorio. Hoy en día los resultados no se ven.
Como si fuera poco, las cifras locales y regionales van en contravía de estas metas. Las muertes por accidentes de tránsito en este año van en aumento; traigo a colación el caso del departamento de Córdoba. En los primeros cuatro meses del año, en éste territorio del Caribe colombiano se registran 88 muertes por accidente de tránsito, que representan un incremento de 9% respecto al mismo periodo del año anterior. De estos hechos luctuosos, el 78% de las víctimas fueron hombres y el restaste 22% mujeres; además, en el 84% de los casos se vio involucrada una motocicleta. El suceso más reciente es a todas luces una muestra de todos los casos sucedidos en el año y repetitivo respecto a sus casusas; exceso de velocidad, micro-sueño, alcohol, sobrepasos indebidos, buses intermunicipales sin control y cero respeto por las reglas: el día 26 de abril de 2016 una buseta intermunicipal al parecer con exceso de velocidad se accidentó en el segundo anillo vial de la ciudad de Montería, dejando un saldo de cinco personas fallecidas, tres de ellas profesionales del sector educativo, el conductor del vehículo y una bebe de año y medio.
¿Qué está pasando? La pregunta pulula en las calles, medios y redes sociales. Se identifican causas, puntos críticos, se incrementan multas, pero nada funciona, y claro, viene el lamento y con él, la destrucción del tejido familiar y social. Por tanto es necesario dar un giro trascendental. La sociedad civil debe tomar la bandera en el asunto y pasar del lamento y la culpabilidad a las acciones que trasciendan en cambios, empoderarse de las vías, de los puntos críticos de accidentalidad y autorregular el riesgo de un accidente de tránsito. Como complemento, las autoridades deben dar un giro rotundo a las medidas de control y prevención, dado que nada les funciona. Las campañas de prevención deben tener mayor monto de inversión y las campañas publicitarias para la compra de carros o motos deber tener un contenido pedagógico de prevención y de responsabilidad social para con el cliente. Hay que ir más allá del alcance de la prevención de las redes sociales a los grandes medios de comunicación, con un mensaje claro que trascienda en el territorio, que le llegue al ciudadano-conductor, así como al ciudadano-peatón, y que contribuya a la prevención desde la fuente u origen del accidente. Hay que pasar del mensaje de la seguridad vial a la seguridad vital, pues más allá de la vía, quien está en riesgo es la vida.
@ODCCaribe
