Tragedia en Gaza
Opinión

Tragedia en Gaza

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julio 21, 2014
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El 12 de junio pasado, tres jóvenes israelíes —dos de ellos de 16 y otro de 19 años de edad— desaparecieron en circunstancias que aún no han sido esclarecidas. Al día siguiente, la policía estableció, con la ayuda de familiares de los jóvenes desaparecidos, la conexión entre su desaparición y una llamada de auxilio de uno de ellos, tras la cual se escuchaban unos disparos y, posteriormente, cantos celebratorios en árabe que clamaban “agarramos a tres”.

A las pocas horas, el automóvil que al parecer fue usado por quienes perpetraron el hecho fue encontrado quemado al costado de la carretera, con rastros de balas y sangre en su interior. Pese a ello, la policía y el servicio de inteligencia le dijeron a las familias que los tiros escuchados en la grabación de la llamada eran salvas, y que no se habían encontrado rastros de ADN en el automóvil; que había que guardar las esperanzas.

Ese mismo día, el gobierno israelí impuso una orden de censura que impedía que los medios reportaran sobre los detalles del caso, particularmente sobre los fuertes indicios de que los jóvenes habían sido asesinados y la presunta identidad de los sospechosos. De inmediato, el gobierno israelí acusó a Hamás del secuestro y desplegó una operación de búsqueda y de arresto indiscriminado de cientos de palestinos, mientras una densa campaña de fervor nacionalista y estigmatización contra el pueblo palestino se desataba en la prensa y las redes sociales (fuente 1, fuente 2).

Finalmente, cuando los cuerpos de los tres jóvenes israelíes fueron hallados el 30 de junio, el primer ministro israelí reclamó venganza por Twitter.

El 2 de julio un grupo de hombres que conducía un vehículo con vidrios polarizados a través de un barrio palestino al Este de Jerusalén secuestró a un joven palestino de 16 años. Al día siguiente, el joven apareció muerto con quemaduras en el 90% de su cuerpo. Dos días después, la autopsia reveló que había sido quemado vivo.

Las sirenas anunciaron los misiles que comenzaron a llover sobre Israel desde los territorios ocupados. El escudo antimisiles Cúpula de Hierro empezó a hacerse notar en los medios (aunque aún no es claro con cuánta efectividad relativa a la inefectividad de los misiles de Hamás). Y las Fuerzas de Defensa Israelíes desplegaron la operación Filo Protector, desatando durante diez días un ataque aéreo sobre Gaza que, a partir de la semana pasada, pasó a una segunda fase de ataques terrestres. Ya vamos en más de 400 muertos y 3000 heridos, la mayor parte de ellos civiles, una quinta parte de ellos niños.

Esta tragedia tiene un complejo correlato político. Hamás ha venido perdiendo terreno a medida que la crisis de Siria se recrudece, el gobierno egipcio que desbancó a la Hermandad Musulmana le retiró todos los tipos de apoyo a los que venían acostumbrados y estrangula sus rutas de abastecimiento desde el Sinaí, y el nuevo actor que hoy se asienta en Mosul, Irak, el Estado Musulmán no los reconoce y acrecienta la inestabilidad de la región, inquietando a países como Jordania y Turquía. Tan solo algunas semanas antes del secuestro y el asesinato de los tres jóvenes israelíes a manos de un grupo de extremistas informalmente relacionados con Hamás, este grupo avanzaba en conversaciones con la OLP y otros movimientos en un intento por recuperar su legitimidad y zanjar las profundas divisiones internas que venían profundizándose recientemente (fuente 3, fuente 4).

Por su parte, la coalición de derecha que llevó al poder a Netanyahu amenazaba con desmoronarse, tras el retiro del partido conducido por el ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, por cuenta de “diferencias sustanciales fundamentales” respecto a la política frente a Hamás. La posición defendida por Lieberman es que Israel debe retomar el control absoluto de Gaza; y desafortunadamente parece ser que es la posición que más tracción está teniendo en la conducción política del actual conflicto (fuente 5).

En suma, parece ser que, como siempre, la tragedia humana camina de la mano de la conveniencia política: mientras las supuestamente quirúrgicas y tecnológicamente cuidadosas operaciones militares israelíes dejan tras de sí un caudaloso río de sangre inocente —que éstos a su vez le achacan, de manera poco creíble, al supuesto uso de escudos civiles por parte de Hamás—, cuatro niños que jugaban fútbol en la playa para escaparle al terrorífico tedio de la guerra, caen destrozados por dos misiles guiados.

¿Y el mundo? El mundo parece aún no espabilarse de la emoción letárgica en la que lo dejaron otros partidos de fútbol. Y cuando parece hacerlo, cada quien se limita a tomar una posición —ya sea por ideología, identidad o algún otro tipo de cercanía— para continuar con la dinámica mundialista de hinchar por un equipo y denigrar del otro.Y así, quienes les interesa y les conviene el conflicto le siguen metiendo goles a la verdad, la justicia y la paz. Es tiempo de que rindan cuentas.

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