Más impactante que ver un pobre animal mal alimentado, enfermo y maltratado tirando de una carreta llena de material de reciclaje, es ver hoy a hombres, mujeres y niños en iguales o peores condiciones jalando del carruaje de chatarra.
- ¡Muévalo animal! -, le gritaba un joven no mayor de 18 o 20 años, a otro como de su misma edad mientras le daba un golpe en una pierna con un palo. Mitad molestando, mitad en serio, aLos vehículos de tracción animal ya salieron de circulación, sin embargo, ahora quienes jalan los carruajes son personas en iguales o peores condicione
mbos se pegaban mientras uno y otro alternaban en jalar de una carreta llena de material reciclable hace unas noches sobre la carrera 15 en el norte de Bogotá.
La frase me hizo pensar en el legado de la administración de Petro con el programa de la “Bogotá Humana” de sustitución de las carretas de tracción animal por unos vehículos motorizados. También me hizo caer en cuenta que a la fecha no se ve prácticamente ninguno de esos vehículos, y que en cambio sí han proliferado las carretas de tracción humana.
Los hechos demuestran que la política de humanizar la actividad del reciclaje de ésta administración ha sido exitosa, mandó a pastar a los caballos y sacó a la calle a los humanos a reemplazarlos. Ni caballos ni humanos en el año 2016 deberían estar cumpliendo esa labor.
El problema va más allá del tipo de tracción de los vehículos de reciclaje, que es algo que aparentemente el alcalde de la Bogotá Humana no entendió, y parece que Peñalosa tampoco. El problema es de la cultura del reciclaje, que empieza en la casa de cada bogotano y termina en un proceso industrial mucho más complejo de lo que parece.
Y el tema no es sacar de la cadena productiva, y de hecho muy productiva, de la recuperación ambiental al reciclador tradicional, sino por el contrario integrarlo, capacitarlo y empoderarlo como un verdadero empresario, pero eso no va a pasar mientras no se logre un diálogo serio con la importante comunidad de recicladores.
De hecho la labor de recoger el reciclaje no debería ser un trabajo independiente del de los desechos orgánicos. Debería ser el mismo mecanismo o uno similar el usado para recoger el material reciclable. El verdadero trabajo del comúnmente llamado reciclador debería ser el de recuperar el material, no el de recogerlo y por eso cobrar una miseria.
Por esa dinámica impuesta en Bogotá es que no importa la forma en que se modifique el modelo del reciclaje. Si no se dignifica al humano en su trabajo, vinculándolo a una labor técnica y de hecho muy lucrativa, el reciclador no dejará de ser un ciudadano de última categoría, mientras algunos empresarios seguirán comprando a peso el material para recuperarlo y enriquecerse.
Estamos ad portas de que esta administración entregue el lucrativo negocio de las basuras, y vamos a ver cómo es cierto que en ese nuevo modelo se le dé un trato digno a las personas que realizan esa labor del reciclaje.
@fahidname
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