En el 2014 el alemán Michael Ormini abrió una cadena de cafeterías que terminaría teniendo un éxito inusitado, absoluto: crear Bakery Business International S.A.S, la semilla de lo que sería Tostao. Después de meses de estudio la empresa llegó a Colombia y ofrecía hasta hace muy poco cafés a 1.700 pesos. En diciembre del 2015 abrió las primeras dos tiendas en Bogotá, imponiendo una manera de consumir la merienda y el café de primera calidad a muy bajo precio. El pan era especial, se hacía a través de un proceso de ultracongelación, lo que le daba una frescura única. El café también era bien especial, se llama el Kumanday.
En el año 2018 la empresa ya tenía 250 locales en todo el país y fue comprado por el grupo de Ardila Lulle. La estrategia sirvió para ganarle la competencia a las cafeterías de barrio que perdieron la batalla ante el músculo económico de la cadena.
Sin embargo, apenas terminó la pandemia, los precios se subieron dramáticamente. Hoy en día un café vale 2.500. La dona pasó de 2.200 a 3.000. El Capuccino antes valía 3.000 ahora vale 4.500. Cada producto tiene un alza significativa. Lo peor es que la pastelería no está ofreciendo variedad constante, la que se espera como consumidor.
Por eso son constantes las quejas de los clientes de estas panaderías.