Tomás Uribe presidente: una historia de terror

Tomás Uribe presidente: una historia de terror

"Tan pronto el pimpollo uribista se posesionó, todo cambió en Colombia". Un relato de ficción sobre el primogénito del líder del Centro Democrático

Por: Campo Ricardo Burgos López
agosto 26, 2020
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Tomás Uribe presidente: una historia de terror

En el año 2021, el sabio exsenador Álvaro Uribe Vélez se encontraba acorralado y no sabía cómo perpetuarse en el poder en las próximas elecciones presidenciales, así pues en una jugada magistral reunió a sus súbditos del Centro Democrático y les anunció que no habría ninguna consulta ni nada parecido y que simplemente había decidido que todos ellos debían apoyar a un ungido perfecto: su hijito Tomás Uribe.

Los cortesanos del Centro Democrático aceptaron sin chistar la orden de su ídolo y así fue como se inició la campaña presidencial que llevaría a Tomasito al solio presidencial. Como era tradicional en su partido, la campaña consistió en difundir mentiras que al mismo tiempo asustaran e hicieran emberracar a la gente, y así fue como se logró tildar de neochavistas a todos los otros candidatos que competían como Gustavo Petro, Sergio Fajardo, Humberto De la Calle, Jorge Robledo y Camilo Romero, al mismo tiempo al ingenuo colombiano promedio se le asustó haciéndole creer que un apocalipsis socialista se cernía sobre el país si no se elegía al retoño uribista.

Asimismo, como era tradicional en las campañas uribistas, dineros de dudoso origen entraron a raudales en la campaña de Tomasito, pero eso a la larga no importó. El hecho fue que el día de las elecciones, los colombianos que acudieron a las urnas ya creían que sucedería el fin del mundo si no se elegía al que decía Uribe, y así fue como Tomás Uribe fue elegido presidente.

Tan pronto el pimpollo uribista se posesionó, todo cambió en Colombia. Lo primero fue que todas las investigaciones en contra de Alvarito fueron archivadas sin atenuantes. Se llevó a cabo una constituyente y se decidió que Colombia dejaría de ser un estado republicano y pasaría a ser un estado monárquico.

Lo segundo fue declarar a Álvaro Uribe como el “Salvador de la República” y en tal condición el día de su nacimiento, el 4 de julio, fue designado día de fiesta nacional; asimismo, la ya vetusta estatua de Simón Bolívar en la plaza que lleva el mismo nombre en el centro de Bogotá, fue retirada y la plaza fue rebautizada como la Plaza de Álvaro Uribe y se procedió a instalar allí una gigantesca escultura que representaba a “El Salvador de Colombia” montando un brioso corcel.

Lo tercero fue declarar fuera de la ley a todo aquel que no rindiera culto a su padre y de allí que, igual a como había sucedido décadas atrás cuando el dictador Nicolás Maduro gobernaba a Venezuela, millones de colombianos se vieron obligados a huir de su patria; de este modo y desde entonces, por todo el mundo uno se encontraba a dos tipos de refugiados: los pobres venezolanos que huían de Maduro y los pobres colombianos que huían de Tomás y su padre.

No está de más anotar que por esta misma época, impulsadas por los medios de comunicación del régimen, así como por las iglesias e instituciones educativas que enseñaban a idolatrar a Uribe, muchas conductas de los colombianos cambiaron. Solo mencionemos dos. En los autobuses, taxis y TransMilenio ya uno no veía imágenes del Corazón de Jesús y de la Virgen María, sino de Álvaro Uribe mirando hacia el cielo en actitud orante rodeado de angelitos, y tal vez eso fue lo que animó al buen Tomás a iniciar ante el Vaticano el proceso para beatificar y canonizar lo más pronto posible a su padre. al fin y al cabo Álvaro Uribe era tan grande, que si había podido salvar a Colombia, también podría salvar al mundo entero.

Otro hecho que merece destacarse es que después de un tiempo, Tomás Uribe logró que se aboliera el anacrónico himno nacional de Núñez y Síndice, y en su lugar como nuevo himno de la patria se acogiera una canción en homenaje a Alvarito compuesta por diversos e insignes artistas nacionales que se prestaron para tal efecto.

Tras varias décadas de reinado, el magnánimo Tomás Primero se hizo viejo y, tal como preveía la constitución que él ayudó a redactar, designó como sucesor en el cargo de monarca a un hijo suyo y nieto del “Salvador de Colombia”. Bajo la monarquía de los Uribe, Colombia se enrumbó para siempre por el camino de la prosperidad imperecedera, y el país vivió feliz y comió perdiz por los siglos de los siglos (o eso decían al menos los medios de comunicación, iglesias, colegios y universidades que rendían culto al régimen).

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