Uno de los aspectos más negativos en la sociedad colombiana es que el poder político, ligado al económico, se trasmite de generación en generación, al punto que parte de las figuras del poder de hoy pertenecen a las mismas familias que se lo adueñaron desde hace 200 años. Esto opera en los distintos niveles del poder. Muchos presidentes son nieto o hijo de presidente, o de gobernador, o de ministro, o de senador, o de alcalde. Todos quieren poner a sus descendientes en las más altas posiciones de poder para seguir enriqueciéndose y seguir siendo intocables.
Para ser delfín no hay que ser talentoso: César Gaviria llevó en brazos a su hijo Simón hasta hacerlo nombrar presidente de la Cámara de Representantes, en donde aceptó haber firmado leyes cuyo contenido desconocía, ya que no las había leído. De esa mediocridad es la clase dirigente en Colombia.
La realidad política de los últimos días llevó al uribismo a ensayar con uno de los hijos del expresidente, hoy reo por supuesta manipulación de testigos, como posible sucesor político de su padre. De entrada, eso habla mal del uribismo como fuerza política incapaz de sacar aspirantes presidenciales, con posibilidades de éxito, claro, de entre los suyos.
El lanzamiento de Tomás lo hace, como debe ser, el principal aparato propagandista del uribismo, acompañado de los áulicos de siempre, senadores, opinadores y abogados del uribismo. Ese es el gallo que necesitamos, dice uno; tiene las mejores cualidades éticas, grita el otro; es igual al padre (¿elogio o crítica?) especta uno más. En fin, el coro de aduladores pasa del padre al hijo. No necesitan cambiar de consigna: “Viva el doctor Uribe”.
Eso sí, olvidan el mayor de sus atributos: conoce la fórmula mágica para enriquecerse a una temprana edad. En los gobiernos del padre, junto a su hermano Jerónimo, saltaron rápidamente de estudiantes no muy destacados, al menos no por estudiar, a comerciantes de manillas y, desde ahí, a jóvenes multimillonarios.
Pero hay otras facetas en la vida de Tomás. Igual que su padre, se ha fotografiado con personas de dudosa reputación. Además, en 2011 el exparamilitar conocido como “El Canoso” lo señaló de tener negocios con paramilitares y en 2010 Miguel Nule lo señaló de ser intermediario entre el clan de los Nule y Odebrecht para que se presentaran unidos a licitaciones en Colombia (reunión que Tomás acepta). Y eso no es todo, en 2016 su empresa Ecoeficiencia fue investigada por devoluciones fraudulentas de impuesto de renta ante la Dian. Como su padre, Tomás se ha visto involucrado en muchos líos judiciales.
A lo anterior se le suma una forma cuestionable de hacer negocios. De millonario comerciante de artesanías pasó a promotor de una zona franca que lo hizo multimillonario al convertir suelos rurales en de uso industrial, mediante la modificación del plan de ordenamiento territorial del municipio de Mosquera. Y ni hablar de su negocio de reciclaje; mientras su empresa, Ecoeficiencia, se extendía por el país, se aprobó una ley que prohibía a los recicladores hurgar en las bolsas de basura para buscar su sustento; cierre de oportunidades para los más pobres en beneficio del gran empresario. Éxito empresarial construido a partir del uso de influencias que solo los hijos del poder tienen, más si se es hijo del presidente de la república.
Sin duda, el vástago de Uribe tendría todas las credenciales para ser candidato por el Centro Democrático y el uribismo, fuerza política que en su lista al senado incluyó al primo de Pablo Escobar, a la hija de un personaje relacionado con el Cartel de Medellín, y a figuras del latifundismo retardatario y racista.
En fin, Tomás es un digno hijo de la corrupta e incapaz clase política colombiana, la verdadera responsable de la tragedia de este país. Pésimos administradores de lo público (en pleno siglo XXI dejan morir de hambre, sed y desnutrición a miles de colombianos), pero formidables acumuladores de fortunas privadas, todos con haciendas, compañías o bancos (ahora centros comerciales). Clase política a la siempre le ha ido muy bien, aunque al país le haya ido muy mal.
¿Cuál será su lema de campaña?, ¿manilla firme, comisión grande?
Adenda: Ahora resulta que Petro tiene la culpa de que el exprocurador Ordóñez se haya extralimitado en el uso de sus funciones.