Desde hace muchos años se convirtió en ley que en las reuniones sociales no se hablara de sexo, religión y política. Además, desde el COVID-19, se le agregó el de las vacunas. Estos son cuatro temas tabú de los que es mejor no opinar, para no terminar rasgándonos las vestiduras. Y si el tema es de manera virtual, no sacar a nuestros amigos y familiares de los contactos solo porque opinan diferente. Sin embargo, ahora habiendo entendido lo anterior, el giro se dio para otros casos de los cuales nos creemos los “jueces reales” creyendo tener la última palabra.
Veamos un ejemplo: hace una semana se hizo viral a nivel nacional lo sucedido con Pablo Matiz —un joven de 20 años, estudiante del Cesa y empleado temporal de logística en Buró—. Lo ocurrido alrededor de un pedazo de pizza negado para él y su compañero de varias horas de trabajo causó controversia. Salieron muchos a opinar a través de las redes a juzgar a María Alejandra Silva, la líder empresaria de dicha feria, que indudablemente se equivocó en su accionar en ese momento. Así se arrastró negativamente la imagen propia y del evento, en el que más de 300 pequeños emprendedores han dejado el alma y su capital. Aunque posteriormente la directora del evento pidió disculpas a través de sus redes sociales por el acto que como humana había realizado, el mal ya estaba hecho, pues se desencadenó la ira de los cibernautas, además de los memes típicos de burla. Entonces se realizó sin querer una campaña para no asistir a la feria, lo cual indudablemente afectaba a aquellos emprendimientos.
Veamos otra muestra: Julián Gómez, un pequeño ciclista que amaba su deporte y que se había hecho famoso por sus lágrimas cuando Egan Bernal fue campeón del Tour de Francia, ya que lo conocía personalmente y soñaba ser como él, murió. La suerte no lo acompañó y en un entrenamiento por la vía pública que de Zipaquirá conduce a Cajicá, sobre la cual usualmente hay varios ciclistas que no utilizan la ciclorruta por no ser apta para hacer deporte y por donde también transitan vehículos de carga pesada, fue arrollado por un conductor de una tractomula. El hombre se echó al hombro no solo la muerte no intencionada de un menor de edad, sino las maldiciones de aquellos que a capa y espada lo juzgaron duramente, cuando a mi manera de ver, no creo que una persona se levante pensando en “hoy voy a arrollar a alguien”.
Así mismo, el caso del cantante Juanes también vale la pena mencionarlo. El artista decidió opinar en su Twitter sobre las protestas ocurridas en Cuba y escribió: "El comunismo es una mierda. Ojo Colombia, ojo todos". Y claro, aquellos que aman este tipo de política se fueron lanza en ristre contra el artista, renegando de su advertencia y hasta de su físico, con opiniones en contra y otras tantas de apoyo como Margarita Rosa de Francisco y otros más reconocidos del país.
Por supuesto que las palabras son necesarias para comunicarnos y opinar con respeto es válido siempre… pero vale la pena pensar lo que decimos antes de lanzar palabras a diestra y siniestra, pues son como dardos que llegan directamente al alma. Además, ¿quiénes somos nosotros para juzgar?, ¿por qué tomamos partido con tanta sevicia y sin misericordia? Y si nos ponemos siempre en los zapatos del otro antes de incomunicar, ¿no creen que tendríamos un mundo más tolerante? Es necesario aprender a vivir sin estar señalando.