Ruidos de sables, rumores aislados, declaraciones sospechosas y nerviosismos evidentes. Un poco de todo es lo que ocurre en estos días con respecto al tema de una supuesta intervención militar en Venezuela para sacar a Nicolás Maduro del poder.
Aunque no hay evidencia cierta, la mejor prueba se decanta en las palabras de aquellos que podrían tener algún tipo de participación e influencia en algo similar como sacar a la fuerza a un primer mandatario que, a la luz de los acontecimientos, tiene un proyecto de permanencia perpetua en el poder, cueste lo que cueste.
The New York Times ha publicado artículos donde se hace referencia a reuniones secretas entre militares venezolanos y agentes de inteligencia del gobierno norteamericano. El senador del estado de la Florida, Marco Rubio, ha dicho en repetidas ocasiones que el gobierno venezolano ya es un problema para el hemisferio. Y Donald Trump ha vuelto a decir, esta vez en el marco del 73° período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas que "todas las opciones están sobre la mesa, las fuertes y no tan fuertes", añadiendo: "y ustedes saben a qué me refiero con las fuertes".
Adicionalmente, días atrás, el secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, afirmó: "En cuanto a la intervención militar para derrocar a Nicolás Maduro, no debemos descartar ninguna opción". Horas después y en una declaración oficial, Almagro aseguró que se malinterpretaron sus declaraciones, que no apoyaba una intervención militar y que no caería en el juego maniqueo al que jugaba el gobierno de Venezuela.
Lo dicho, dicho está. Y parece muy evidente cuál es la opinión del secretario general. Quizás, presiones de algunos países y algún llamado de atención, obligó al jefe de la OEA a recular, a rectificar. Maduro por su parte juega al doble al discurso. En su mensaje en la ONU atacó a Donald Trump y lo acusó de imperialista. Segundos después lo invitaba a un diálogo. Es decir, el presidente venezolano reconoce que su salida repentina a través de una intervención norteamericana es una posibilidad verdadera.
Al mismo tiempo, el propio Trump no descartó la posibilidad de encontrarse con el delfín de Chávez en Nueva York. De darse esa reunión, probablemente no sería para buscar caminos de cooperación mutua. Será el presidente Trump el que paute las reglas y advierta a Maduro la necesidad de un viraje en su política, un cambio radical, antes de que él y sus halcones lo fuercen por métodos no convencionales.