En la selva amazónica, en algún tiempo existieron dos hermanos llamados Eliot y Tom, ellos vivían en el anonimato, pues eran seres muy especiales e inmortales. Habitaban en la profunda y espesa selva, tenían dones muy particulares. Eliot podía hacer crecer los árboles, las flores y las plantas; era él responsable de toda la flora y la fauna, se encargaba de protegerla y de cuidarla para mantenerla muy hermosa. Lo cual no sería posible sin la ayuda de su hermano Tom, quien tenía poder sobre el agua del río, procurando que estuviera limpio y fluyera tranquilamente, él humedecía la tierra para que las plantas pudieran crecer bien, ambos tenían contaban con la capacidad de hablar con los animales pudiendo comprender lo que necesitaban; eran felices cuidando de la selva, después de todo, era su hogar y la amaban con todo su ser.
Aunque un día pasó algo muy desconcertante para ambos. Los hermanos se dieron cuenta que por el río pasaba basura, junto con animales como algunos delfines, peces, tortugas y garzas que pedían ayuda al estar atorados en bolsas de plástico o por haber ingerido algo de esa comida putrefacta. Los hermanos corrieron a auxiliarlos, logrando salvar a la mayoría, sin embargo, para algunos pocos fue demasiado tarde y se culparon a sí mismos por eso.
Sacaron toda la basura que tenían, limpiando con éxito del río, de pronto Eliot escuchó un sonido extraño que provenía de la selva y no le pertenecía a ningún ánima, el ruido era diferente, brusco y metálico, corrió hacia donde provenía el ruido mientras escuchaba como Tom gritaba su nombre, al llegar al lugar presenció una de las escenas más desgarradoras que había visto en su larga e inmortal vida, vio como varias personas con ropa similar manejaban máquinas grandes, con una clase de cadenas que ayudaban a movilizarse y una especie de brazo equipado con sierra para cortar los preciosos árboles que allí habían, también se encontraban máquinas que recogían los troncos para llevarlos a quien sabe dónde. En ese momento se perdió de donde había salido la basura, pues al parecer, aquellas personas llevaban más de un día ahí y la cantidad de consumo era bastante grande, con bolsas, bolas de plástico, latas y todo lo llevaban por el camino que conduce al río para botarlo en las fuentes de agua. También los hermanos pudieron percibir como las distintas aves volaban despavoridas emitiendo un grito de auxilio, gritos que aquellos humanos no entendían.
Eliot estaba dispuesto a salir por sorpresa, entre los árboles, dispuesto a reclamarles y pedirles que se detuvieran, pero en ese instante llegó Tom, impidiéndoselo, ya que estaba completamente seguro que los humanos no se detendrían por ellos.
- Eliot sugirió: ¿Y si les decimos qué somos?
- Tom respondió: Eso tampoco servirá, los humanos no entienden más allá de sus capacidades.
- Tom mirando con desprecio a los humanos, que seguían destruyendo la selva, preguntó: ¿Por qué no quieren o porque no son capaces?
- A lo que Eliot manifestó: Todos somos capaces.
Los hermanos nunca antes habían sentido tanta impotencia, ira, frustración y tristeza cuando vieron a un oso perezoso se acercaba a ellos y un humano lo iba a atrapar, sin dudar Tom distrajo a este individuo haciendo que la tierra por donde iba a pisar fuera húmeda y blanda haciendo que él resbalara y cayera hacia atrás mientras que Eliot aprovechó para hacer crecer las lianas y poder levantar al oso perezoso del suelo, atrayéndolo hacia ellos. Luego el humano se levantó y al percatarse que el animal ya no estaba se desconcertó e iba a buscarlo, después de todo no pudo haber ido tan lejos, pero alguien gritó ¡Marcos! Y él se fue. Eliot y Tom se aliviaron un poco al saber que nadie se dio cuenta de lo sucedido.
El oso perezoso en los brazos de Eliot, agradeció a ambos, pero tenía una expresión triste, por eso abrazó fuertemente a quien lo cargaba. “Tranquilo amiguito, todo estará bien”, dijo Eliot mientras acariciaba su pelaje suave y grisáceo.
Después de alejarse de este lugar y dejar a su amigo perezoso en un hábitat seguro en donde sabían que estaría bien, iban de regreso al sitio y mientras caminaban ideaban un plan para poner fin a todo este acabose con la naturaleza.
- Sugirió Eliot: ¿Y si usamos nuestros dones contra ellos?
- Preguntó Tom con una ceja levantada: ¿Hablas de lastimarlos?
- Eliot: Tal vez darles un pequeño susto, así no volverán.
- Tom: No Eliot, nosotros no somos así. (observó mirándolo con ceño fruncido)
- Eliot (enojado): Pues ellos sí pueden lastimar a otros.
- Tom parando de caminar, lo miro fijamente y le dijo: Escucha que los humanos destruyan y lastimen, no significa que nosotros también nos tengamos que volver como ellos. Somos diferentes porque nosotros creamos vida, protegemos y cuidamos el medio ambiente. Entiendo tus razones Tom, lo que no entiendo es porqué lo hacen, creí que la selva los beneficiaba en su ida, pero aún así me pregunto, ¿por qué la destruyen? – aseveró Eliot pasando de enojado a afligido-.
- Tom suspirando, aseveró: No lo sé, los humanos son t<n extraños y destructivos.
Siguieron caminando en silencio hasta que Tom habló: “y si nos infiltramos entre ellos, así podemos hablar con la persona que está a cargo de toda esta destrucción y pedirle que se detengan”. A lo que su hermano respondió que era una excelente idea y que podría funcionar perfectamente – bastante emocionado por sus pensamientos estratégicos-.
Al llegar al lugar evidenciaron que seguían en lo mismo y sigilosamente se acercaron a unas carpas que estaban un poco alejadas del bullicio. Entraron y en la primera que vieron, buscaron ropa que les ayudara a camuflarse. Observaron algunos instrumentos como frascos vacíos de vidrio y microscopios, hasta que encontraron unas batas blancas con una misma palabra y dos nombres diferentes, como “científico Dylan” y “científico Newt”; era lo que decía en el parche pegado a las batas.
¿Científicos? ¿Qué tienen que ver ellos con destruir la selva? Preguntó desconcertado Eliot. No tengo idea respondió Tom, solo espero que funcione rápido, solo arranca ese nombre. Los hermanos arrancaron el nombre de la bata solo dejando la palabra de científico, salieron de la carpa y le preguntaron a un hombre que pasaba por ahí, al que reconocieron y le inquirieron por dónde se encontraba el jefe. Contestó que se hallaba en la única carpa roja que estaba en el lugar, sin dudarlo, fueron hacia el sitio, pero en el trayecto se tropezaron con una raíz que Eliot hizo crecer con ese propósito.
Caminaron hasta toparse con la carpa roja, entraron encontrándose con un hombre de tez morena, delgado y con poco cabello, sentado en una silla, escribiendo en unos papeles que tenía sobre la mesa y al frente de ésta había dos sillas.
El hombre sin prestar atención a quienes ingresaron en su carpa les dijo, todavía concentrado en sus papeles:
- ¿Qué quieren inútiles? No ven que estoy ocupado – advirtió con fastidio-.
- Queremos varias cosas en realidad aseveró Tom, mientras él y Eliot se sentaban en las sillas.
- ¿Ustedes quién carajos son? – expresó con enojo mirando de arriba abajo a los interlocutores.
- Somos Eliot y Tom, para nosotros tampoco es un gusto conocerlo, respondió Tom.
- Salgan de mi carpa ahora, les gritó el hombre.
- No, escuche, somos científicos. Hemos trabajado en la selva amazónica por muchos años y ustedes están destruyendo nuestro trabajo, nuestro hogar y el hogar de miles de animales, sin mencionar que también los afecta a ustedes -habló Tom con malestar en su voz-.
- - El hombre rio en su voz- diciendo, ¿con qué científicos, no? ¿Díganme, para qué compañía trabajan? – preguntó mientras se recostaba en su silla, cruzaba los brazos y levantaba una ceja.
- No trabajamos para nadie, somos independientes y nuestro trabajo es amigable con la selva, no como el de ustedes – afirmó Eliot-.
- - Wow, ¡Qué no se note que no te gusta lo que hacemos! – se burló el hombre con un aire de superioridad e ironía-.
- Que se note y mucho – respondió Tom-.
- Escúchenme, tengo cosas más interesantes qué hacer, díganme qué quieren para que se larguen.
- Queremos que respondas unas preguntas y ver si es posible llegar a un acuerdo – lo increpó Tom-.
- ¿Un acuerdo? Bueno, veamos de qué se trata – respondió el humano con curiosidad-.
- ¿Para qué compañía trabaja? - Comenzó Eliot-.
- Para Chanax, respondió el sujeto.
- ¿Por qué trajeron científicos con ustedes? – Continuó Tom con su interrogatorio-.
- Así lo quiso la compañía, nosotros trabajamos y ellos se van a explorar por ahí como niños pequeños – contesta el hombre rodando los ojos-.
- ¿Por qué quieren capturar a los animales y qué hacen con ellos? – Siguió Eliot-.
- La compañía nos da dinero extra si los capturamos para llevárselos, lo que hagan con ellos no es mi problema, lo que me importa es que haya buena paga – refirió el humano con tono de obviedad-.
- ¿Por qué después de su consumo botan la basura al río? – Finalizó Tom con una mirada y voz de odio-.
- Oye, ¿qué esperabas? Somos 40 hombres, necesitamos comer y beber para recuperar las fuerzas, y con respecto a la basura que queda dónde más se supone que la dejemos, no veo ningún basurero por aquí cerca – dijo el hombre en tono burlón-.
(Para ese momento los hermanos no sabían de dónde tenían fuerzas para no haber acabado con ese humano).
- ¿Terminaron con la entrevista? Díganme el trato y más vale que valga la pena porque no les gustará haberme hecho perder el tiempo – manifestó el sujeto en un tono amenazante-.
- Nuestras peticiones es que dejes a la selva y a los animales en paz, no más tala de árboles, no más caza de animales y no más basura – indicó Tom-.
- Ajá, ¿y yo qué gano?
- ¿Qué quieres? – Respondió Eliot con fastidio-.
- Que me den dinero o me den árboles, no puedo volver con las manos vacías, y volveremos cada cierto tiempo ya que eventualmente se acaba y hay que regresar por más.
- (Tom suspiró molesto) escucha, te daremos árboles, pero de una zona específica, ¿de acuerdo?
- De acuerdo – respondió el hombre-.
- Tendrás que esperar una semana para poder cortarlos, mientras tanto deja de talar árboles de cualquier lugar, ¿entendido? – aseveró Eliot-.
- ¿Y por qué una semana? ¿Por qué no ahora? Respondió con fastidio el hombre.
- Porque tenemos que despedirnos – le dijo Tom-.
- Para ser científicos, parecen ser muy sentimentales – inquirió el hombre-. ¿Y qué hay de los animales? – Preguntó el humano-.
- ¿Qué hay con ellos? – contrarrestó Eliot-.
- ¿Acaso no me darán animales de una zona específica? – preguntó en un tono burlón-.
- No – respondieron firmes ambos hermanos-.
- Vamos, solo serán unos pocos y pueden darme un animal de una manada, uno menos no les hará daño, o mejor de una especie en peligro de extinción, me pagarán más – insistió con malicia el hombre-.
- Si quieres te doy una rana venenosa – manifestó Eliot con odio-.
- ¡Excelente! ¡Es un trato! – lo dijo extendiendo la mano hacia los hermanos-.
Eliot y Tom lo miraron con recelo, pero Tom fue el primero en estrechar su mano con la del humano, lo siguió Eliot, apretando su mano con un poco más de fuerza.
- Bien, ahora sí se pueden largar, mis hombres y yo esperamos verlos la semana que viene.
- De acuerdo, dijo Tom.
Ambos salieron de allí aliviados de que el plan haya resultado, caminaron hasta adentrarse nuevamente en el bosque, aún con las batas de científicos puestas, pues sabían que las podrían volver a necesitar.
Eliot y Tom encontraron un lugar alejado del río para hacer crecer los árboles que serían destinados para los humanos, y les dijeron a todos los animales que viven en las alturas que no construyeran sus hogares en los árboles de esa zona, ya que era peligroso para ellos y era parte de un trato para mantener a todos a salvo, con lo que los animales estuvieron de acuerdo.
Antes de finalizar la semana vieron que el hombre había cumplido parte del trato, dejando de talar, recogiendo basura y no atrapando a los animales. Eliot y Tom estuvieron vigilando que talaran árboles de una zona específica y que no causaran daño al medio ambiente.
Los hermanos agradecieron cuando los humanos al fin se fueron, eventualmente volverían, pero ellos estarían pendientes de proteger los animales y la fauna. La rana venenosa, la dieron Eliot y Tom se la dieron al hombre, pero la escogieron sus familiares como consecuencia de su terrible comportamiento con el planeta, y a pesar de que les dolía, solo lo hicieron para cumplir su palabra como parte del trato, la rana también aceptó su destino, teniendo en cuenta que salvaría a muchos seres en la selva.
Después de muchos años se acostumbraron al trato y estaban felices de que su hogar y sus habitantes estuvieran a salvo.