Tolerancia, Cultura y Democracia

Tolerancia, Cultura y Democracia

Por: Antonio Acevedo Linares
octubre 15, 2013
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Tolerancia, Cultura y Democracia

En este trabajo se intenta fundamentar desde la perspectiva de una filosofía política, como objetivo general, la tolerancia como presupuesto fundamental para la construcción de una cultura de la democracia en el ámbito de la sociedad latinoamericana sobre la base de una fundamentación filosófica que reflexione en torno al reconocimiento del otro, el respeto por la diferencia, la pluralidad, el multiculturalismo y la ética, como elementos fundamentales de la tolerancia para fundar una sociedad madura, donde la democracia sea parte de la cultura, como quiera que son los principios esenciales de la sociedad contemporánea para la coexistencia pacífica.

La importancia que tiene la formulación de este proyecto dentro de una óptica latinoamericana radica en la necesidad de construir una verdadera cultura de la democracia sustentada sobre la base de la tolerancia que los pueblos latinoamericanos deben tener para una mayor integración latinoamericana y construcción de una identidad en la diversidad de sus diferentes culturas en tanto que América Latina es un continente que ha carecido de auténticas democracias.

La tolerancia no es posible hoy sin un reconocimiento y un respeto por el otro y en esa dirección se hace necesario construir una cultura de la tolerancia, como objetivo específico, y del reconocimiento en el ejercicio de la política, la religión o la sexualidad.

La posibilidad de comprender a otros, implica mi autorreconocimiento aunque, comprender a otros no significa tener que estar de acuerdo con ellos.[1]. El hombre se distingue de lo vegetativo y lo animal por un ser un ente de razón, capaz de comprender a la naturaleza.

El hombre es hombre precisamente por poseer, a diferencia de otros animales, la razón. La tolerancia tiene su origen en la razón, en el logos, como lo entendían los griegos, como razón y como palabra, esto es, como capacidad para comprender y para hacerse comprender.

La razón o logos, en este doble sentido, como fuente de toda tolerancia y la tolerancia como única posibilidad de convivencia.[2]. La tolerancia, es la sofrosine para los griegos, es decir, temperancia que significa templanza, moderación; y la intolerancia es la hibris que es intemperancia que significa inmoderado, falta de templanza.

La intolerancia ha convertido a otros hombres, otros pueblos y otras culturas en seres inferiores, ha negado la posibilidad de pensar distinto, de tener otras opciones de vida, de fundar la vida a partir del respeto por la diferencia.

La intolerancia llevada a los más lejanos rincones del universo. ¿Para qué? Sólo para tratar de demostrar lo de siempre, que unos hombres son más hombres que otros, que unos pueblos tienen más derecho que otros, que sólo existe una razón, una justicia, una libertad y un orden: la del más irracional, la del más injusto, intolerante y brutal[3].

Los niveles sociales de la intolerancia son tan estrechos y cortos de dimensión humana que sólo se ven las cosas desde una sola perspectiva inmóvil, fija y obsesiva.

La intolerancia es la neurosis de nuestro tiempo. El hombre se niega a reconocer al otro en su misma dimensión humana como un ser poseedor de razón. La intolerancia ha generado las más absurdas guerras, catástrofes y las más grandes atrocidades en nombre de la libertad y de la razón.

Reconocernos en la diferencia y la pluralidad es reconocernos en la cultura, en una cultura de la tolerancia. Ahora bien, el reconocimiento de la diferencia, como objetivo específico, será analizado desde la perspectiva en la articulación entre Vattimo y Hegel entorno a la lucha por el reconocimiento de las minorías.

Haciendo abstracción de la categoría o concepto hegeliano "lucha por el reconocimiento”, se hace referencia al reconocimiento como base de la diferencia para legitimar la tolerancia. Las minorías étnicas, raciales, sexuales o culturales buscan su legitimación en la sociedad y en esta dirección se hace necesario la construcción de una ética de la diferencia en donde el reconocimiento de la diferencia esté fundado sobre el reconocimiento de la pluralidad.

Ahora bien, la sociedad postmoderna es una sociedad de la diversidad o la pluralidad cultural en donde las minorías encuentran, dentro de la perspectiva de Vattimo, una "toma de la palabra", en una lucha por el reconocimiento como proyecto político por su realización humana.

Los medios de comunicación juegan un papel determinante en la "liberación de las diferencias" que ha generado en la sociedad postmoderna el surgimiento de múltiples subcultura como resultado de la proliferación de la comunicación.

La perspectiva hegeliana, analizada por Fukuyama, fundamenta la historia sobre la base de la lucha por el reconocimiento o thymos en tanto que el hombre quiere que se le reconozca como ser humano en razón de que es un individuo que tiene "valor " y "dignidad", que hace que los hombres arriesguen su vida en una lucha por alcanzar el prestigio.

El hombre no sólo desea que se le reconozca como hombre, sino que además sea reconocido por otros hombres, porque el hombre posee una facultad que le es inherente a su condición humana como es su capacidad de arriesgar su propia vida.

El hombre arriesga su vida porque quiere ser reconocido por los otros hombres, generando así un violento combate a muerte por alcanzar el prestigio. Al arriesgar su vida el hombre se prueba a sí mismo que es capaz de vencer su instinto más humano y natural como es el de conservar la vida.

La lucha por el reconocimiento lleva al hombre a entablar un combate por el prestigio y ser reconocido como un ser auténticamente humano con capacidad de arriesgar su propia vida y definirse como un hombre humanamente con dignidad.

El hombre busca su reconocimiento sobre la base del respeto porque se sabe poseedor de valor y tiene una dignidad en la que descansa su condición humana. La lucha por el reconocimiento es entonces, el primer acto humano que el hombre realiza por la búsqueda de libertad y realización humana, transcendiendo su estado animal en tanto humano para recobrase a sí mismo en su propia condición de hombre.

El hombre convertido como un ser “para sí"que se ha apropiado de sí mismo para realizar su condición humana con dignidad y respeto sobre la base del reconocimiento que como instinto natural determina su accionar humano. Fukuyama teoriza con Hegel que la voluntad del hombre que tiene para arriesgar su vida por el sólo prestigio es lo que hace al hombre más hombre y más humano sobre la que descansa la esencia de la libertad humana.

En Hegel, el primer hombre desea ser reconocido por el otro en su condición humana de libertad y respeto. En Locke, el primer hombre acepta la sociedad civil con el propósito de proteger sus bienes y propiedades que detentan su estado de naturaleza con el objeto de acrecentar sin restricciones otros bienes y propiedades.

En Hobbes, el primer hombre en estado de naturaleza lucha por el reconocimiento pero su deseo de reconocimiento es subordinado por la educación al deseo de conservar la vida y al deseo de disponer de una vida plena de comodidades.

El deseo de reconocimiento, piensa Fukuyama, es fundamentalmente "la parte de la personalidad humana más específicamente política" en la medida que impulsa al hombre a afirmarse a sí mismo en la "isothyma", que es el deseo de ser reconocido como igual a los demás.

Los hombres necesitan ser reconocidos y valorados en su dignidad porque es un deseo humano innato que está en relación con la valoración que el hombre tiene de sí mismo y de la valoración que los demás tienen sobre él. Ello contribuye a la afirmación de su propio valor como ser humano, como persona, como ser moral y como ser libre.

El hombre adquiere capacidad de valorarse a sí mismo y capacidad para valorar a los demás. Fukuyama va hasta el fondo de la psicología humana descubriendo que el thymos o deseo de reconocimiento es un deseo humano (natural) que subyace en la naturaleza humana que hace mover la historia.

La fuente originaria del thymos la encuentra en Platón: el "thymos" se refiere a "espiritualidad" que significa "ánimo” o “coraje”. El hombre tiene necesidad de darle valor a las cosas, a sí mismo, y a los demás hombres, de darle valor a las acciones humanas y a todas las cosas a su alrededor.

El "thymos"es la "parte del alma que da valor a los objetos" y el "deseo de reconocimiento "es una "actividad del thymos que exige que otra conciencia comparta la misma valoración". El thymos hace que la esclavitud o la humillación de un hombre en cualquier parte, cause ira o indignación porque no se reconoce al individuo como ser humano. [4]

Ahora bien, la intolerancia, afirma Leopoldo Zea, parte de la supuesta superioridad de una raza, una sociedad o una cultura. Enfrenta a los hombres sobre los cuales se pretendía imponer la propia raza, sociedad o cultura [5] y, en esa dirección se hace una exploración analítica, como objetivo específico, sobre cómo históricamente los pensadores y los filósofos de la filosofía política han abordado este concepto de tolerancia, desde el politeísmo de la Antigüedad, el período de la Reforma, la era de la Ilustración, la Enciclopedia y el Liberalismo, hasta la fundamentación teórica de los pensadores y filósofos contemporáneos que también en América Latina han pensado este concepto.

De otra parte, es necesario precisar que los pueblos antiguos y las sociedades modernas han sufrido las reacciones de la intolerancia y desde entonces, los hombres han luchado para que la tolerancia se convierta en el ethos de la cultura, de la cultura latinoamericana que queremos construir.

Una cultura de la democracia debe tener una fundamentación ética en el respeto por sus diferencias y de allí la importancia de abordar este aspecto, como objetivo específico de este trabajo. El concepto de ética proviene del griego ethos que significa "modo de vivir", "costumbre" y en el contexto histórico griego la ética significa una concepción total del individuo y la sociedad en la virtud y la verdad.

La ética era para los griegos un principio fundamental que determinaba la conducta social e individual y la existencia. La existencia en la antigua Grecia está articulada desde la ética para dar cuenta de sí mismo, renunciar a todo dogmatismo, autoridad o tradición, mito o religión en la búsqueda de la verdad apoyados en la lógica y en la crítica y donde no hay una división entre el pensar y el actuar y donde se dan todas las condiciones para el ejercicio de la razón.

En la sociedad contemporánea se educa para la obediencia, para el conocimiento y reconocimiento de la autoridad en el orden del pensamiento, de la interacción social y en la política como un ejercicio legitimador del poder y del saber que instaura la sumisión y el reconocimiento de la jerarquía entre los hombres como algo "natural".

Esta ética se funda sobre relaciones de poder que limita la libertad de pensamiento. Se requiere de una ética que se funde en la construcción de sí mismo, de reconocimiento del otro y de respeto a la diferencia y de reconocimiento a las culturas regionales, la práctica de una cultura que permita vivir en el riesgo, en la dificultad, en la búsqueda, en la pregunta, en tanto así damos sentido a la existencia[6] .

Este trabajo se desarrolla apoyado en el marco de una síntesis histórica que explica cómo este concepto de tolerancia ha sido pensado por los filósofos de la filosofía política en diferentes contextos y épocas, desde los griegos hasta nuestro ámbito latinoamericano y, en esa dirección se formula los presupuestos teóricos que la tolerancia política debe tener para la construcción de una cultura de la democracia sobre la base de la tolerancia y el reconocimiento de la diferencia que en la sociedad latinoamericana está por construirse como proyecto político y ético, articulado a la visión que el pluralismo, el multiculturalismo y la ética le dan como soporte filosófico a este concepto de tolerancia.

La pregunta fundamental de la que se parte, desde la filosofía política, para la formulación de este proyecto (y que con la necesidad de la formulación del proyecto se responde a ella) es de si existe una auténtica cultura de la democracia en América Latina sobre el fundamento político de la tolerancia, el reconocimiento de la diferencia y el respeto por el otro, teniendo como referente el contexto de la realidad social latinoamericana y, en esa dirección se formula un proyecto político y ético a construir.

Referencias.

[1] Hoyos V. Guillermo. Ética discursiva, derecho y democracia. En Ética y Conflicto. Lecturas para una transición democrática. Cristina Motta (comp.) Uniandes. Bogotá, 1997. Pág., 56.

[2] Zea Leopoldo. La imposible tolerancia?. En revista Hojas Universitarias No. 22 UC. Bogotá, 1985, página. 29

[3] Ibid, pág. 30.

[4] Fukuyama, Francis. El fin de la historia y el último hombre. Ed Planeta. Bogotá, 1992.

[5] Zea, Leopoldo. La imposible tolerancia?. En revista Hojas Universitarias N. 22. U.C Bogotá 1985.

[6] Camargo Antolinez, Rafael. Ética y educación: aportes a la polémica sobre los valores. Ed Magisterio. Bogotá 1994 Pág 17-33.

Bibliografia.

*Tolerancia, Cultura, Democracia y otros ensayos. Antonio Acevedo Linares.Ediciones Hojas de Hierba, B/manga, 2014. Pags 152.

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