En esta carta abierta que usted muy seguramente no leerá, no le voy a conceder la dignidad de tratarlo de señor, porque usted de señor no tiene nada, como diría mi padre si hubiera podido leer las últimas de las atrocidades que ha dicho, ya que son tantas, tantísimas, expresadas y actuadas por décadas, que llenarían páginas. Atrocidades que demuestran no solo su ignorancia supina, sino su desdén profundo por las personas que no forman parte de su pequeñísimo círculo de millonarios delirantes. Y aquí me estoy refiriendo a lo que tuvo la osadía de decir sobre la población de una nación entera, el mismo día en que le anunció al mundo que se pensaba lanzar de candidato para la presidencia de los Estados Unidos. Y aquí le recuerdo, si es que se le han olvidado, que es muy posible—sus horribles palabras:
“ELLOS (refiriéndose a los mexicanos) están trayendo drogas. Ellos están trayendo el crimen. Ellos son violadores.” Ah, vale la pena aclarar, Trump, que usted “generosamente” añadió: “Algunos, asumo, son buena gente”.
Esta acusación la dijo usted hace ya unas pocas semanas, feliz y contento, como si estuviera describiendo el nuevo baño enchapado en oro de su nuevo apartamento. Y sus palabras, claro está, despertaron profunda indignación a nivel mundial. ¿Pero que le importa a usted, Trump, que el mundo entero esté furioso con usted, cuando en su mente delirante lo único que parece existir es la acumulación de dinero a como dé lugar y la falta completa de control y de cerebro? ¿Usted denigra de casi 126 millones de mexicanos, y restémosle “algunos” que son buena gente”: ¿Cuántos, Trump? ¿1.000, 10.000? Usted se supone que sea bueno con números y sumas y restas y múltiples bancarrotas. ¡Sí, Trump, estoy usando su estúpida afirmación, por Dios! ¿Qué otra palabra puede definir semejante improperio? Y sigamos con las sumas: no sólo los mexicanos de la nación vecina de su país, pero añadamos aquí a los mexicanos viviendo en los Estados Unidos: casi 12 millones más. Millones de ellos inmigrantes legales y muchos millones indocumentados. ¿Se da usted cuenta como uso la palabra indocumentado en vez de ilegal? Porque mis valores me enseñan que ningún ser humano es ilegal. ¡Ninguno! Pero continuemos haciendo cuentas y sigamos añadiendo más personas al número que usted insultó, feliz y encantado de la vida: Usted, Trump, estoy segura, en su afirmación de que “ellos” eran violadores y criminales, no se refirió solamente a los mexicanos—usted se refirió a todos nosotros: guatemaltecos, hondureños, salvadoreños, colombianos, ecuatorianos, bolivianos, argentinos, venezolanos y demás nacionalidades de habla hispana que son millones en los Estados Unidos. Usted, me atrevo a especular, basada en su vergonzosa historia de afirmaciones más allá de la ignorancia, usted, no creo que sepa mucho de la geografía del continente americano. Para usted, Trump, “Ellos”, los mexicanos, ocupan desde el Rio Grande hasta la Patagonia. Su mapamundi debe ser tan incoherente y lleno de mentiras como usted. Así que añádale a sus sumas y restas millones y millones de los que usted tuvo el descaro de catalogar como criminales y narcotraficantes y violadores. Para su información, si es que puede entenderla, esos millones de aterradores seres humanos, están compuestos de todo tipo de gente: profesionales y no profesionales. Millones de “MI GENTE” como yo la llamo con gran orgullo, sin los cuales este país del cual usted desea ser presidente quedaría completamente paralizado. Sí, Trump, así de simple: paralizado en su casi totalidad. Y usted, el rey sol de Manhattan, sí que quedaría afectado. Esa hermosa y fascinante ciudad de Nueva York, donde usted vive en un esplendor absurdo de colores dorados-- la ciudad hermosa por su fascinante diversidad: donde se hablan 800 lenguajes, haciéndola la metrópolis lingüísticamente más diversa del mundo; sí, esa ciudad donde usted hace edificio tras edificio con letras enormes gritando su nombre hacia ese cielo que fue testigo de una tragedia cuyas consecuencias parecen estar destruyendo el mundo…
Qué arrogancia tan indescriptible es la suya. Su ciudad, Trump, porque así la debe ver, aloja a millones de residentes de habla hispana. Con “papeles” y sin “papeles”. Hombres, mujeres y niños que trabajan en todo tipo de empleos. Gente que llena las calles de día y de noche ejecutando trabajos de todo tipo. A usted, le puedo asegurar, esos “criminales y violadores” le han lavado los platos en los restaurantes donde usted y cada una de sus esposas han comido lujosamente. Y también le deben haber cortado el césped y arreglado el jardín de sus varias mansiones de verano. Y lavado sus limousines. Y tal vez le han cuidado a sus hijos o a los hijos de sus amigos. Y lo deben haber atendido en los hospitales, o arreglado y lavado su famosa peluca. Usted y este país sin “ellos” la pasaría bastante mal. Olvídese de comer frutas frescas o lechugas de California; o encontrar cuartos de hoteles con baños relucientes o servicio a domicilio para cualquier cosa que a usted se le ocurra pedir o desear a cualquier hora del día o de la noche. 365 días del año. Muchos de “los criminales” que usted describe no tienen derecho a descansar en Navidad o Año Nuevo. Siempre listos para servirle. Sí, Trump, esa Manhattan, la ciudad enorgullecida porque “nunca duerme”, sin “ellos”, tendría que acostarse tempranísimo, le quiero decir.
Escribo estas palabras al viento, sabiendo que usted nunca las leerá, porque mi indignación va más allá de lo que usted dijo. Usted denigró de hombres, mujeres y niños cuyas trágicas historias yo he escuchado por años: Viajes por montañas y desiertos, escapando de una violencia y pobreza tales que si yo contara cada detalle muchos pensarían que estaría narrando historias inventadas. Cuentos aterradores de ficción. Pero son tan reales como usted y como yo. Y esas tragedias sufridas por esos “criminales” que usted describe, ellos y ellas las han vivido y enfrentado con una valentía y entereza que desafía el poder describir con justicia su testimonio.
Es por ellos, Trump, por los que escribo estas palabras. Si una persona de esos millones de extraordinarios seres humanos lee esta carta, una sola, eso será más que suficiente para mí. Que ella o él sienta mi admiración sin límites. Que ella o él sepa que la única razón por la que mi vida ha sido radicalmente distinta a la de ellos tiene una sola explicación: SUERTE. Nada más. Las cartas de mi baraja al nacer tuvieron más ases. Nada me diferencia de ellos aparte de la incomprensible injusticia del destino. Nuestra dignidad y derechos son los mismos.
Como puede ver, usted y yo, claro está, tenemos gustos radicalmente distintos. Pero esa diferencia de gustos no es el problema. Siempre he creído que “entre gustos no hay disgustos”, pero vehemente considero que entre “insultos si hay disgustos.” Y usted con sus palabras, Trump, ha asaltado moralmente no solo a los mexicanos sino a toda la humanidad. Y ni cuenta se da.