Estoy segura de que somos muchos los que creemos que Colombia merece una segunda oportunidad. Con eso en mente, después de las diferentes críticas que se han puesto en manifiesto luego del nombramiento del hijo de Jorge 40, Jorge Rodrigo, como coordinador de víctimas del Ministerio del Interior, creo que vale la pena anotar lo siguiente.
Por un lado, es apenas entendible la opinión de las víctimas y de los diferentes sectores que han rechazado dicho nombramiento, asemejándolo con una burla o una subestimación de su dolor, ya que este ha llegado a herir susceptibilidades con toda la razón.
Por otro lado, pese a que los procesos de reparación integral se iniciaron desde hace muchos años —procurando el bienestar de las víctimas y la mitigación del dolor con el fin de restablecer su dignidad—, encontrando la verdad de los hechos, no podemos entrar a desconocer que este tipo de actos, como lo es el nombramiento de Jorge (hijo), suman a los procesos de reconciliación y búsqueda de la paz. Todos hemos sido víctimas del conflicto armado en cierto grado, quizá unos más que otros, y Jorge Rodrigo ha demostrado estar de ese lado de balanza, asumiendo su obligación moral y civil que lo lleva a trabajar día a día por la tan anhelada paz.
Todas las circunstancias que se están presentando en nuestro país son apenas un llamado para que nos unamos y nos involucremos en la reparación integral de las víctimas y en la construcción de un mejor país. En mi opinión, el nombramiento de Jorge no significa que se esté subestimando el dolor de las víctimas, ni que se vaya a presentar un conflicto de intereses al momento de hablar sobre los delitos cometidos por su padre, pues Jorge (hijo) en muchas ocasiones ha mostrado ser conocedor de la historia.
De hecho, su lucha por concretar la paz y el camino que nos lleva a ella es una muestra de que entiende y vive el dolor de las víctimas, porque en cierta medida él lo es. Los delitos de su padre no se han heredado en la sangre, sin embargo, sí ha tenido que cargar con un apellido que arrastra la historia criminal de su progenitor. Desde sus primeras apariciones como defensor de la paz, Jorge (hijo) no ha negado los delitos de su padre. Incluso ha demostrado tener la cabeza en alto, sin miedo de las retaliaciones que podrían tener los actos criminales cometidos por Jorge 40, convencido de que es posible trabajar unidos en la búsqueda de la paz, activando ese sentido humano que existe en todos nosotros con la esperanza de que a través de las experiencias de otros podamos despertar la empatía.
Desde mi punto de vista, este es un llamado a que unamos energías para ayudar a cerrar la herida abierta de las víctimas. No digo que sea fácil, pero si todos dejamos esos odios infundados que sesgan y no nos permiten ver el verdadero mensaje y sentido que hay detrás de los esfuerzos de otros por construir el camino hacia el bien común, todo sería diferente. En lugar de criticar este tipo de acciones que ameritan valentía y coraje, sobre todo cuando se trata de garantizarle a las víctimas un futuro bienestar —donde no sean vulneradas, su dolor no sea subestimado y puedan encontrar finalmente la luz hacia la reconciliación, aportando su historia y experiencia para evitar que otros pasen o vivan situaciones de conflicto—, debemos reconocerlas.