Ha muerto Horacio Serpa Uribe y no es sino abrir los diarios y las redes sociales para ver que muchos se ahondan en elogios que exaltan su vida pública.
En mi opinión, la trayectoria del Dr. Serpa Uribe es la misma de todos los politiqueros de oficio que han pasado por esta tierra.
Su biografía es calcada. Comienzan con sacrificios su trasegar y luego se olvidan de ello. Después, se vuelven todopoderosos, al punto de que hay que hacerles la venia.
Además, quitan y ponen funcionarios, se meten en escándalos contra el erario de los que salen bien librados y si son culpables caen bien parados porque de ahí salen para otro puesto mejor.
A la larga, son camaleónicos (cosa que no tuvo Serpa) y fundan partidos nuevos antagónicos a su filosofía inicial, pero siempre viviendo del Estado.
Finalmente, son vacas sagradas a quien la gracia divina los llena de sabiduría, al punto que hasta sus cargos los heredan a sus hijos, tanto o más inteligentes que ellos.
Como Serpa tenemos otros ejemplos, tantos que solo nombraré unos pocos: Iragorri o Trujillo Miranda, quien nos dejó a su hijito que de ser liberal de izquierda ahora lagartea la candidatura del Centro Democrático.
Esto sin olvidar que a Tomás Uribe ya nos lo están insinuando para que recoja las banderas de su padre, tal como los niños Galán o Simón Gaviria.
Entonces, para resumir la vida y obra del fallecido: es la imagen y semejanza de los politiqueros que sin ponerse sonrojados viven y crecen a costillas del Estado, que por esos males está como está.
De todas maneras, paz en su tumba.