Nunca antes en la historia de la humanidad se había visto un hecho social como el vivido en Colombia a partir del 15 de enero pasado, donde toda una sociedad se volcó en indignación contra una sola persona y lo que ella representa. Ni siquiera durante la época del paramilitarismo, o mas recientemente con la rivalidad Petro-procurador, o en la repartición de la mermelada, entonces la sociedad estuvo dividida entre afectados, beneficiados y apáticos. Si Maquiavelo viviera ampliaría su “Príncipe” con el subcapítulo “Dividir para reinar: todos contra uno.”
El “escandalo videogate” no es más que el reflejo de una sociedad polarizada, antagónica, frustrada y maniatada, donde los medios masivos de comunicación jugando su papel alienante, desinformador y manipulador, lograron unificar a la opinión canalizando sentimientos de rechazo para desviar la atención sobre problemas reales y determinantes en el futuro de la sociedad colombiana. De esta forma se satisface la necesidad de protesta y transformación de toda una sociedad ante la precaria condición histórica del país.
No hay que menospreciar la sagacidad de las fuerzas oscuras detrás del videogate pues con un simple pantallazo lograron desviar la atención y canalizar sentimientos con el propósito de anular una fuerza política que trabajando con valores y principios propone la transformación de la sociedad hacia un desarrollo con equidad, dignidad y sentido de patria, y todo de un solo plumazo.
La pregunta ahora es: ¿cuánto tiempo más permanecerá el aletargamiento?, ¿será que se sostiene hasta el día de los comicios electorales? La aproximación a la respuesta no la conoceremos sino hasta el día después, cuando la sociedad indignada sabrá que escogió entre: si trabajar con valores hacia el progreso, o seguir trepando por una untadita de mermelada.
