En los últimos meses se ha visto a través de diferentes medios de comunicación como los profesionales de la salud sufren amenazas y ataques por parte de la población civil. No es la primera vez que se señala a este personal de los problemas ya históricos de ese campo en nuestro país, pero tampoco es el único que sufre este fenómeno. Los docentes son los señalados responsables de las deficiencias en materia educativa que tiene el país, los motociclistas de los problemas de movilidad y seguridad en las calles, los policías de no hacer nada para mejorar dicha seguridad.
Un grupo gran de colombianos se ha vuelto experto en atacarse entre sí, pero rara vez logramos identificar las raíces de dichos problemas, es más fácil crear un chivo expiatorio y responsabilizarlo de situaciones que son sistémicas. En el caso de la salud es un asunto que data desde la implementación de la Ley 100 de 1991, que día a día deja más desfinanciada la salud pública y convierte la privada en un negocio, en el cual la salud del paciente no depende de la mayor o menor gravedad de su enfermedad y de las posibilidades médicas, sino de la menor o mayor “inversión” para salvaguardar esa vida.
Para el caso de la educación se señala cada vez con mayor vehemencia a los docentes por las deficiencias en la calidad de la misma. Ahora bien, hay que reconocer que dentro de las instituciones educativas hay personas ejerciendo la docencia sin la más mínima idoneidad para desempeñar esta labor, y no nos referimos a la vocación que es otro eufemismo del capitalismo, sino a la preparación académica científica y pedagógica. Sin embargo, esto no quiere decir de ninguna manera que todos los docentes sean malos, como tampoco lo son todos los profesionales de la salud, ni los motociclistas, ni los policías.
En la educación hay problema profundo de desfinanciación por parte del estado, hablamos por supuesto de la educación de carácter público. Situación económica que se ha evidenciado de manera más evidente a raíz del COVID-19, dado que se ha percibido que un porcentaje muy bajo de las familias de las instituciones oficiales tienen acceso a internet, se estima que alrededor del 35%. Eso quiere decir que son estudiantes que durante esta situación han tenido una desconexión total del mundo académico. Este fenómeno está provocando, además, una alta deserción escolar.
Cada vez es más común escuchar que no es necesario enseñarle a los niños, niñas y jóvenes conocimientos científicos, que eso se encuentra en internet, que Papá Google todo lo sabe, que se precisa enfocarse en las competencias, habilidades y otra serie de nuevos postulados. Bajo esta situación se evidencia que una gran mayoría de los estudiantes no tiene acceso a ese conocimiento si no se les comparte en las instituciones educativas, dado que no tienen acceso a internet y por ende tampoco a los saberes que se alojan en la red. En los últimos días se ha propuesto el regreso a clases bajo la alternancia, haciendo énfasis en la bioseguridad. ¿Pero cómo garantizar esa salubridad en instituciones sin acueducto constante, sin personal de aseo, sin implementos para el mismo? Esto por dar un recuento rápido y muy superficial de la situación de las instituciones educativas, donde queda claro que el docente en el peor de los casos, no es el mayor de los problemas.
Finalmente, de la educación como proceso formativo nada de nada. Lo mismo ocurre en las calles, se culpa del caos en movilidad que se vive en ellas a los motociclistas. De nuevo, hay que decir que hay personas que se movilizan en moto sin el más mínimo respeto por la vida propia y ajena. Pero lo mismo ocurre con los demás actores viales: el peatón, el ciclista, el conductor de auto y de vehículos de carga. Es un todos contra todos, luchando por pasar la calle antes de que el vehículo se me acerque, cambiar de carril sin ningún tipo de aviso, para no perder la cadencia del pedaleo; cerrando el paso para que el otro vehículo no pase primero, acelerando a fondo cuando la luz esta en amarillo.
Ya dice el viejo adagio “divide y reinarás”. Los dirigentes de nuestro país han hecho muy bien su labor al ponernos a todos en contra de todos, mientras que ellos disfrutan las mieles de la riqueza de nuestro país, pero al menor estallido de protesta están allí para crear chivos expiatorios, para decirnos que eso afecta nuestra vida, la convivencia, la libre movilidad, la educación de nuestros hijos, y que esa revolución es sin sentido porque todo va bien y que salir a protestar es una traición a la nación. Presidente Duque, ¿hasta cuándo vamos a seguir en esta polarización que usted tanto menciona que hace daño para el progreso del país?
