Todos contra Petro... ¡Viva el señor Burns!

Todos contra Petro... ¡Viva el señor Burns!

Rodolfo Hernández está tramando a los colombianos asociados al uribismo y que deliran con la lucha anticomunista. Pero detrás del personaje hay datos perversos

Por: Diana Patricia Arias Henao
junio 04, 2022
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Todos contra Petro... ¡Viva el señor Burns!

Rodolfo Hernández, el mismo Mr. Burns humano, está tramando a los colombianos asociados al uribismo y que deliran con la lucha anticomunista que les representa el petrismo, más que las verdaderas esencias, del Pacto Histórico. Su comedia de viejito bonachón e inocente resalta los verdaderos riesgos de su elección presidencial.

¿Nos privaría del sol, el viejito millonario? El polémico ingeniero, empresario, concejal y alcalde doblemente destituido en Santander posee una explosiva personalidad.

Le habla a Colombia de anticorrupción, cuando está siendo investigado por corrupto, además de falsedad ideológica, contrato sin cumplimiento de requisitos legales, celebración indebida de contratos, y más de 34 investigaciones disciplinarias abiertas en la Procuraduría General. Estaría inhabilitado en pocos meses al ser sancionado disciplinariamente en los últimos 5 años, tres o más veces, dado su reiterado hábito de omitir y extralimitar sus deberes legales.

Un prototipo de colombiano que persiste en sus malas costumbres, pues no va a la cárcel porque puede pagar los diversos tipos de fianzas y persiste en el irrespeto a la ley, porque puede comprar sus tasas sancionatorias y diferir los pagos en el tiempo y en cuotas ajustadas al pagador. Le da en la jeta al que quiere, porque al que pega le paga, y nada le pasa.

Así como le dio en la jeta al concejal Claro, y le repetía que es un hijueputa, frente a la expectante autoridad de policía, casi tan campante como la del jefe Gorgory.

Su papá fue secuestrado más de tres meses por las Farc-EP y su hija, secuestrada y asesinada por el ELN en 2004. En su carrera política, siempre ha salido por la puerta de atrás y con sanaciones jurídicas.

Nunca cumplió sus promesas de entregar miles de viviendas en su región. Promesas que nuevamente florecen de sus labios dicharacheros. Captó adeptos en Santander al donar su salario para estudiantes de universidades públicas. Lo que en campaña a la presidencia ha insinuado.

La fiscalía lo acusa, entre otros delitos, de ejecutar contratos con la Empresa de Aseo de Bucaramanga, para favorecer entre otros a su hijo. Dejó al sistema de transporte Metrolínea, doblemente endeudado y con un 10% de pasajeros menos.

Dice querer restablecer relaciones con Venezuela, pero amenaza con cerrar 27 embajadas. Se niega al debate, pilar de la democracia. El Trump colombiano, trata a sus adversarios de ladrones, drogadictos, y hasta, de prostitutas, comparación que ofendió hasta las putas. A sus clientes, llega a decirles que les va pegar un tiro. No sabe que es el Vichada, pero el Vichada votó por él.

Y le dice a los periodistas que no le pregunten estupideces. Mientras los medios de comunicación, se inventan sus propios barómetros, y lo dan como seguro presidente.

Dice no hacer pactos políticos, cuando el tablero está más que echado. Lo apoyan lo que llamaríamos los jóvenes Cabal. Sí, una amalgama espiritual de guerreristas al estilo de Paloma Valencia, que se identifican con Fico, quien hace pocos días le advertía al país que Rodolfo es el falso Mesías colombiano, y que ahora después de la quemazón, con su filosofía de plata es plata, llama a sus electores a votar por la imitación barata del Jesucristo redentor.

Al mejor estilo de lo que hay es plomo, los uribistas, conservadores, el vendido de César Gaviria, y los empresarios, con la connivencia de sectores netamente ilegales, todos juntos, conforman la estructura política de la denominada estructura apolítica de Rodolfo Hernández. El admirador de las ideas de Adolf Hitler, que tardó cinco años en rectificar, que lo confundió con Einstein.

Y si no queremos involucrar al innombrable, digamos que Rodolfo representa al mal llamado colombiano de bien, que actúa al estilo de usted no sabe quién soy yo, desde sus más rústicos instintos, preparados con angustiosos contextos sociales violentos, décadas tras décadas. Donde se clasifican los muertos, donde unos son muertos más malos que otros. Esa esencia del país que más que uribismo, representa a una estructura patriarcal, de cultura violenta, donde se justifica incluso el uso de armas, para el hacer cada quien su voluntad como mejor le plazca.

Ahora, los amigos de Fico, los tibios de Fajardo y los derechistas del uribismo, se animan con Rodolfo, que agarra a golpes a sus colegas, mientras expresa con ternura que siente que el mismísimo Álvaro Uribe, lo quiere. Pero insiste y dice y predice no hacer alianzas politiqueras. Le dice al país lo que el país necesita oír. Que la politiquería es lo peor.

Lo peor de lo peor, y claro que lo es. Logrando engañar al electorado que no logra ver su piel de lobo. El electorado lo elije por decir que no hace politiquería, mientras la hace. Es decir, logra que Colombia elija una ilusión de seguridad, que requiere saciar sus más insondables miedos.

Les dice a los pobres que son el mejor negocio del mundo. Un país plagado de pobreza y desigualdad. La mera ley de la interdependencia donde un rico requiere de pobres para amasar su fortuna. Se llena la boca diciéndole al sector privado que no hay nada mejor que darle a los pobres capacidad de consumo, porque se consumen toda la plata.

Afirma que a los ricos les va mejor cuando los pobres tienen plata en el bolsillo, porque los ricos son los que arman la producción y la oferta. Mientras los pobres solo consumen. Cree que las venezolanas son una fábrica de parir pobres. Y que la comunidad migrante se compone de limosneros, prostitutas y desocupados. Dice: “no los podemos matar ni echarles plomo, toca recibirlos”.

Y cree que el lugar ideal para la mujer en la sociedad, es la crianza de sus hijos. Y con todos estos terribles rasgos, convoca al antipetrismo, que va más allá del mismo uribismo. Logró casi 6 millones de votos en primera vuelta, para un 28.25%.

Gustavo Petro, economista de la Universidad Externado y el candidato del Pacto Histórico, a pesar de ganar la primera vuelta con más de 8.500.000 votos, la mayor votación en esta instancia de la historia de Colombia, conquistando el 40,32%, ve tambalear su último chance de llegar a la Presidencia, pues su figura es comparada, desde los sectores más radicales de derecha, como la propia reencarnación de Hugo Chávez.

El grueso de las Fuerzas Militares detesta la idea de verlo en la Presidencia, aunque en respeto de su esencia misional, no deberían inmiscuirse en política. Lo que no entiende el General Zapateiro. Que sigue gritando AJÚA mientras amenaza haberse reproducido como víbora dentro del Ejército, dejando un reguero de huevitos.

El principal odio que despierta Petro se debe a su paso por la guerrilla del M-19 desde 1978 cuando tenía 18 años. Fue militante clandestino del movimiento inspirado por la revolución cubana, mientras ejerció como personero y concejal de Zipaquirá. Fue arrestado en 1985, privado de su libertad por orden de la Justicia Penal Militar.

Liberado en 1987, se acogió al proceso de paz con el Gobierno de Virgilio Barco, cuando se desmovilizó el M-19. Y participó con el nuevo movimiento político en la Asamblea Nacional Constituyente, que terminó por la construcción democrática de la Constitución Política de 1991.

El M-19 protagonizó la toma del Palacio de Justicia en 1985, cuando el 6 de noviembre, 35 hombres, tomaron cerca de 300 rehenes. El Ejército, ejerciendo la democracia, maestro, retomó a sangre y fuego el recinto sede de la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado, dejando 94 muertos, 11 de ellos magistrados, decenas de heridos y 11 desaparecidos, en su mayoría empleados de la cafetería y visitantes.
En 2014, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado colombiano por los desaparecidos, ratificando que el Estado dilató entre otros deberes, la búsqueda de los mismos. Petro o Aureliano, alias adoptado por la novela Cien Años de Soledad de García Márquez, no participó en la toma, pues estaba preso.

Después de comprender para sí mismo que la lucha armada no era la vía que quería seguir, emprendió una exitosa y contundente carrera política, que ha desempeñado con seriedad, exponiendo su vida, como representante a la Cámara y Senador de la República.
Se ha disputado en dos ocasiones la segunda vuelta presidencial de Colombia, y sus adversarios políticos solo lo pueden acusar de guerrillero. Y definitivamente, en la actualidad no es un guerrillero.

Destapó el fenómeno de la parapolítica y las Farc-Política. Acusó a Álvaro Uribe de tener nexos con el paramilitarismo desde la creación de las Convivir y ratificó la financiación de su campaña por integrantes de las AUC.

En 2011, Petro fue elegido alcalde de Bogotá. Prohibió las corridas de toros. Sacó a los caballos o las tristes zorras de trabajos forzados, emprendiendo un programa de reciclaje importante.

Prohibió el porte de armas de fuego y redujo los homicidios, creó la Secretaría de la Mujer y los centros de control natal y aborto legal, así como, inauguró el Centro de Ciudadanía LGBTI. En 2012, al mejor estilo de Homero Simpson, ocasionó un caos en el sistema de recolección de basuras durante la transición de la desprivatización del servicio en 2012.

La politizada Procuraduría del homofóbico, Alejandro Ordóñez, lo destituyó por 15 años en 2013. Pero, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ordenó su restitución en 2014. Su muerte política lo catapultó como el líder indiscutible de la izquierda colombiana, esa que, también con sus egos, respalda al Pacto Histórico.

Una coalición política con diversos movimientos sociales y políticos. Y no solo de Izquierda. Busca implantar internet vital, pensiones y salud pública, y el tránsito al uso de energías renovables. Su principal joya es sin duda, Francia Márquez, que representa la diversidad y empuje de la tierra colombiana.

Es urgente que deje conocer su bancada ministerial para que convoque a los indecisos y le baje los temores a los influenciables. Esos que siguen pensando que la guerrilla es el único problema de Colombia, mientras que nos estamos matando entre nosotros mismos.
Colombia debe elegir de forma democrática al mejor representante para llevar las riendas del Estado colombiano. Una sociedad dividida entre si son menos malos los paracos o los guerrillos.

Cuando el mismo Estado actúa en ocasiones con mayor perversidad. La derecha lleva décadas en el poder y la situación de derechos humanos cada vez es más lamentable. Las víctimas no son los políticos, es el pueblo colombiano, que debe comprender que nunca se toman las decisiones importantes de la vida con miedo.

¿Se imaginan a Rodolfo Hernández declarándole la guerra a los rusos? Mr. Burns se la pasa haciendo tiktoks, en medio de unas jornadas electorales, que parecen desarrollarse en un burdo y vacío teatro viral, al estilo reencauchado del gran hermano.

La gente parece estar votando a Rodolfo no porque le parezca un candidato serio sino porque le dijeron a Fico que no se identifican y a Petro, que mejor a metros. ¿Todos menos Petro? ¿Pero Rodolfo? ¿Será la cura más cara que la enfermedad? Esto está peor que ver a Claudia López llorando en la pandemia. Algo así como tener que ver a Duque todos los días por todos los canales, ese sí nos la mandó sin anestesia.
Y para despedirnos, un mensaje de Mr. Burns: El sol. Mi mayor némesis. Le da calor, luz y energía gratis a la gente. Mi enemigo el sol. Te obstruiré. O, ¿quién de aquí osará poder detenerme? Ved el sol por última vez, Colombia.

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