¿Todo por una babilla?

¿Todo por una babilla?

Aunque algunos dicen que el animal que se atravesó en el camino del conductor del camión cisterna es culpable de lo que ocurrió, no es así: el asunto es más complejo

Por: Ricardo Muñoz
julio 07, 2020
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¿Todo por una babilla?

Manifiesta Manuel Cataño Hernández, el conductor del camión cisterna cargado de gasolina que se volcó e incineró en el kilómetro 47 del corregimiento de Tasajera, en el Magdalena, que por esquivar una babilla en el camino perdió el control terminando volcado. Ya habiendo salido del vehículo tuvo tiempo de advertir a quienes empezaron a llegar al lugar con pimpinas el peligro al que se exponían, de ir por la policía para que tomara control de la situación, de intentar junto a esta de alejar a las gentes del riesgo y de retirarse al ver cómo algunos intentaban sacar a la fuerza la batería.

Luego, ocurrió lo que sabemos: por cuenta de una chispa se dio una explosión que dejó a siete personas calcinadas y a más de cincuenta con heridas de diversa complejidad y pronóstico. ¿De qué es resultado todo esto?, ¿se le puede atribuir el accidente al retozar de una babilla sobre el asfalto, la cual escapó indemne sin volver a ser vista en tanto desastre? Por supuesto que no.

Lo más fácil es culpar a la multitud inconsciente, aprovechada, vandálica y saqueadora, que, según cuentan vecinos del lugar, ya habían asumido con anterioridad la misma conducta, eso sí, habiendo salido impunes de tales actos. De hecho, algunos de esos hechos se produjeron en cierres de la carretera efectuados por ellos, con el aparente objeto de reclamar a las autoridades la dotación de servicios públicos de los cuales carecen.

Sin embargo, amparados en este motivo de protesta social por un justo reclamo, se ocultaba el previo deseo del saqueo a camiones de carga, el cual, con algo de suspicacia, se le puede atribuir a agitadores con fines delictivos o políticos que la comunidad terminaba aceptando ante la apremiante necesidad, la pobreza y la falta de educación (nacida en la falta de oportunidades en una sociedad que les deja de lado y ni educación, ni oportunidades les brinda).

Confucio escribió “dale un pescado a un hombre y comerá un día, enséñale a pescar y comerá siempre”. ¿Qué tan cierta es esta máxima de hace tres mil años en nuestras sociedades, donde la propiedad de los medios de producción y la ejecución de los procesos productivos y la distribución de los bienes y servicios requeridos por las sociedades de otro lado están concentrados en muy pocas manos (llámense los primeros propietarios, inversionistas o capitalistas; y a los ejecutares, empleados u obreros, cualquiera sea el matiz político que a ello se quiera dar)?

Ya sea que se quiera hablar desde una visión sociopolítica capitalista o comunista (que en mi visión personal encuentro gastado), debo decir que las terceras vías, ya exploradas por pensadores y países que se han dado infructuosamente a la tarea de buscar salidas a esta hecatombe humana, están agotadas. Sea como sea, obstinadamente, todas estas visiones se han mostrado renuentes a conseguir su objetivo de una mejor equidad social y cuando no hay una visión metafísica para sustentarla lo que nos queda es una mezcla de los dos componentes siempre cambiantes en su proporción de nuestros instintos: del ser individual y del ser que hace parte de una manada, que para el caso del ser humano, por la bastedad de el número de individuos que la conforman, se subdivide en fracciones de diversos tamaños (por muy diferentes y arbitrarios factores, sean raza, locación, costumbres y un largo etcétera), tratando de asumir dentro de ellas una jerarquización que dentro de estos grupos pueda coaccionarlos.

A las comunidades se les deben proporcionar medios (educación y servicios básicos) y a los individuos que las conforman oportunidades, pertenencia y motivos para poder trabajar en el empoderamiento personal y social. De este modo podrán integrarse como un todo con el resto de la población que conforma el país. Si esto no se logra será normal seguir viendo como asombrados y apesadumbrados espectadores lejanos estas situaciones marcadas como ilegales en el contexto del derecho, cuando estas comunidades, aun sintiendo cómo su proceder no se ajusta a la ley, lo tendrán como un modo de supervivencia.

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