Tal vez el verdadero hombre más poderoso del planeta es el General Keith Alexander, director de la también poderosa NSA (National Security Agency) desconocida hasta hace poco por muchos/as pese a un existencia de 60 años. Y aunque haya quienes piensen que tales cosas no le interesan a nadie, o digan que por ser ciudadanos del común lo que hagan o dejen de hacer poco tiene de importancia, lo que sí queda demostrado es que en el caso que usted haya dado a conocer sus intimidades sirviéndose de un teléfono o a través de un computador es susceptible de que ello haya quedado grabado para siempre, como se dice hoy, por allá en una nube.
Pero el meollo del asunto, las revelaciones que un grupo de reconocidos medios de información en el mundo han hecho sobre la manera cómo los Estados Unidos habrían interceptado millones de comunicaciones telefónicas y electrónicas, es que hoy pareciera imposible mover un dedo sin que el todo poderoso imperio norteamericano lo sepa. Los gigantes del internet, los dueños del comercio mundial y por supuesto las instituciones militares saben qué comen, dónde viven y qué piensan o le gusta a centenares de personas en el mundo. Ellos conocen la foto que usted puso a circular con su primer disfraz de un héroe gringo, de las compras que hizo el sábado en el supermercado, de la sillas que le tocaron en los vuelo durante sus pasadas vacaciones, es más, pueden acceder a su historial médico, las dosis que le ordenaron en la consulta, hasta de qué va morirse.
Sin broma, no es una típica hipérbole de alguien procedente de la llamada cultura paisa. En una época donde todos/as dizque estamos conectado, lo anormal sería no ser identificados. No hay que caer en ingenuidades, aunque usted no conozca ni apoye en lo mas mínimo a un grupo armado, radical ni se opone a los intereses imperialistas o al status, el mero hecho de vivir o nacer en determinado lugar, asistir a cierta universidad o llevar un determinado nombre pueden ponerlo/a bajo sospecha; que la política le tiene sin cuidado, que jamás ha militado en algún partido o movimiento y ni siquiera a respaldado la campaña electoral de un primo no se confíe, por medio de análisis y estudios pueden deducir con cuál candidato, color e ideas simpatiza; que siempre paga en efectivo, le compra directamente al fabricante, no tiene tarjeta de fidelidad de un supermercado no se la de excepcional, con simples algoritmos y estadísticas pueden permitir ubicarlo o a quienes lo rodean. Ahora bien, aceptemos que usted nada tiene de interesante, y que son sólo las altas esferas las que debe preocuparse.
Precisamente en la semana que acaba de transcurrir los gobiernos francés y alemán alzaron su voz de protesta. Que Hollande y Merkel por medio de sus responsables convocasen a los embajadores estadounidenses respectivamente en París y Berlín, o que hayan solicitado explicaciones a su homólogo estadounidense Barak Obama porque inclusive sus teléfonos fueron filtrados muestra el alcance del hecho, al punto que la mandataria autorizó que un avión de sus servicios sobrevolara la Embajada en la capital alemana para enterarse del tipo de antenas y tecnología que se encuentra en la azotea del inmueble oficial. Lo que parecería de un tiempo pasado, mucho mas entre países que se autodenominan de aliados no parece ser tal. Pero la misma re-electa canciller de pronto olvida que un alemán internacionalista y de Apellido Marx identificaba ya hace mas de 150 años que las guerras tienen un origen en el apetito de las potencias, y si en concreto aquí no se presenta una confrontación armada, ni existe una declaración, si se trata de una contienda secreta y bajo el rótulo de electrónica: That is the question.
En su cruzada contra el terrorismo los Estados Unidos en punta, y sus aliados no buscaron simplemente fijar unas nuevas reglas de juego en materia de seguridad para sus respectivas naciones sino que además pretendieron imponerlas para el mundo. Sólo que el enemigo externo, bajo la denominación de islamistas, fundamentalistas o terroristas, ha sido la cortina que oculta la competencia sin cuartel cuyos objetivos son políticos y netamente económicos. Desde la promulgación de la Ley FISA (Foireing Intelligence Surveillance Act) de 1978, y que crea el programa Prism que se encuentra en el centro del debate actual pasando por el Patriot Act de octubre del 2001 la información que sobre millones de sus compatriotas y habitantes del planeta recogen las dependencias de inteligencia estadounidenses no responde meramente a la voluntad de salvaguardar a sus ciudadanos de un ataque interior o exterior; al unísono políticos, militares e industriales saben que ante todo ello sirve a definir la agenda comercial y la hegemonía que mantiene su país.
¿Qué respuesta pueden esperar Holande, Merkel y los otros 33 jefes de Estado que también pudieron ser espiados por Obama? Este o sus servicios puede decirles que comprenden sus preocupaciones sin que ello ponga fin a esas prácticas que les son exclusivas, responderles, porqué no poseen información de sus contendientes políticos, de agitadores del orden, o hasta de potenciales enemigos. Simplemente puede aclararles que lo único que están haciendo es utilizando sus capacidades en materia tecnológica para sacar ventaja en los acuerdos o tratados futuros. Pero que nadie reclame una afrenta a la soberanía ni a la democracia ya que ahí todos se pondrán en tela de juicio.
La intención de la Unión Europea de establecer una nueva normatividad para el uso y acceso de la información puede dar frutos. Si países como Rusia, China y hasta el mismo Brasil concretan un sistema que le quite la supremacía a los Estados Unidos y a sus empresas, resultará por igual saludable. Desde luego el problema será ¿quién almancenará, controlará o hará circular la información en el ciberespacio? Hablando del país suramericano es una paradoja que su presidenta, quien anuló su visita a los Estados Unidos en días pasados tras conocer que su gobierno era espiado, y a la cabeza de una iniciativa para hacer más libre el internet en el mundo haga frente en estos momentos a una opinión poco favorable a sus políticas que emergió entre jóvenes conectados. De generase una nueva legislación internacional en esta materia ¿qué garantías hay para que otros gobiernos no apliquen los mismos métodos que se le critican a los Estados Unidos?
Sin negar la contradicción que este escrito se escribe y circula respectivamente a través de un servidor y de un aparato de origen estadounidense hay que advertir de paso que el mismo ya debió ser archivado, menos por su actualidad que por el uso de términos y palabras que seguramente se cuentan entre las 40 mil, que, se comenta, son filtradas por el programa Prims. Ojo entonces porque al leerlo ya los hace sospechosos. Pero no importa, de manera abierta hagámosle saber que estamos pour un internet libre, con logiciels a disposición de todos y todas, que nos proponemos educar a las generaciones jóvenes sobre el uso que debe hacerse del internet y de los riesgos que tiene revelar y averiguar todo gracias al Google, el Yahoo, el Skype o la versión moderna de la Stasi alemana: el Facebook; que esperamos que con ese espionaje, si es de verdad eficaz, se eviten masacres como la perpetrada recientemente por un grupo fundamentalista en Kenya, el atentado cometido por dos hermanos en la maratón de Boston, de alertar a los guarda-costas europeos que una embarcación con 300 ciudadanos del mundo en aguas mediterraneas.
Que reclamamos que nuestra información no sea guardada indefinidamente en algún lugar del cielo norte-americano; y que estamos porque no se este gestando una contra revolución informática. Mientras ello sucede le dejo a los y las gobernates /as presidentes su derecho a decir si Obama es su gran amigo, por mi parte me interesan mas los Edward Snowden, Julien Assange o Glenn Greenwald a quienes hoy declaro, y no en el sentido dado por Orwell, mis nuevos big brothers.