No lo recuerdo bien, pero creo que fue probablemente a instancias de la poesía y la música que conocí a Enrique Lamas. Es casi seguro. Y debió ser en su estudio de las inmediaciones del Estadio Romelio Martínez, hace ya muchos años, cuando conocí aquellas sulamitas morenas, delgadinas, como las describe el nunca bien lamentado Campo Elías Romero, muy parecidas a Nancy Guerrero, pintadas con aceite de comer, que sirvieron para trazar los pasos iniciales de este viejo amigo del que vuelvo a hablar ahora luego de tanto tiempo…
Y vuelven a tener vigencia las percepciones y certezas que desde entonces me han reiterado sus trabajos llenos siempre de una oferta redonda de sensualidad y poesía, apetitosa en el diseño y los colores de su pintura. Lo suyo es un persistente regodeo ensimismado en una técnica perfeccionista y en la recreación de una atmósfera idílica, literaria en la presentación de su relato, como provocación, como discurso. En Lamas lo que siempre queda en claro es la ratificación de un lenguaje que le es distintivo, eleva a la categoría de modelo los placeres satisfechos, el diálogo lúdico y amoroso con las mascotas, la tranquilidad y la ataraxia.
Como diría el mencionado Campo Elías: “Claridad, serenidad, gozo, armonía. El ojo trata, en vano, de encontrar una dificultad, un porque-sí fuera de tono, un no ser, tal vez. De ninguna manera: no los halla. Solo el limpio color dociliza el lienzo, la tierna forma, siempre gentil, insospechada, la insólita delgadez de los aceites, de la dulce linaza, la delicada transparencia del los óleos…”.
Por su parte, la inolvidable Meira, la del Mar, dice de Lamas de inmejorable manera que “…aproximarse a su obra es tener la certeza de descubrir a un artista en quien la inspiración —"el duende" la llamaría Federico— corre pareja con el oficio, para alcanzar la cima de lo que suele llamarse gran pintura, esa que está más allá de modas y modos, y por tal razón permanece incólume a los embates del tiempo, inamovible y luminosa como la misma belleza”.
Y vuelven de nuevo a mi memoria nuestras extrañas sesiones de improvisación de piano a cuatro manos, el café árabe de sus ancestros y unas berenjenas en aceite de oliva como salidas de una pintura suya.
En cuarenta años de oficio la pintura y los dibujos de Enrique Lamas han ido cambiando poco a poco sin moverse. Como la tierra que va girando con nosotros y no nos damos cuenta. Pero esa puede ser una impresión a simple vista. El decurso de su obra tiene huellas muy sensibles de esos cambios como pueden testimoniarlos algunos de sus trabajos recogidos en la presente muestra. Desde las mulatas de los años 60 en los días de joven recién desempacado de Europa en Barranquilla; los acercamientos surrealistas en sus formas y sus ideas en los trabajos de los años 70; y los experimentos y las investigaciones con la redondez de sus figuras en los que ha invertido largos años tanteando maneras de representación y técnicas en los que, si nos detenemos un poco en su observación, nos lleva a descubrir resultados muy distintos de lo que puede darnos la simple apariencia.
Por otra parte, escuchando lo que Lamas toca y leyendo lo que Lamas escribe, porque cierto es que puede realmente sorprendernos sentado al piano en su estudio o leyendo algunas de sus recuperaciones nostálgicas de Chile, encuentro claras las razones de su pintura. Es decir, la suya es una obra que pareciera no tener nada que ver con la roca de lo real, con el exagerado costo existencial de tener que vivir solo, o lo que es aún peor, en la desgastante convivencia con los otros, así los otros sean las simples mismas cosas. Es una obra llena de una misteriosa poesía expresada en atmósferas delicadas y perfectas con habitantes rescatados de la memoria cultural de Oriente o de Occidente puestos siempre en trance de inefable inocencia, colocados en una circunstancia especial en la que ninguna de las corrupciones de este mundo ni la roza ni los hiere.
La Corporación Luis Eduardo Nieto Arteta, en gesto que hace justicia al espíritu abierto que siempre ha caracterizado la historia social y cultural de Barranquilla, ha querido realizar una exposición ambiciosamente titulada Todo Lamas, para celebrar los veinte años de trabajo de esta organización cultural y para destacar el trabajo de más de cuarenta años de un artista como el maestro Enrique Lamas. Dos décadas en las que las artes plásticas han sido una importante asignatura asumida con especial interés en la apretada agenda cultural que oferta la CLENA, y en la que, como a Lamas, importa mucho también, la música, la literatura, el cine y la lectura, entre otros intereses.