Así decía un exjefe y colega de radio hace muchos años cuando él estaba ya maduro y yo estaba apenas construyendo mi carrera periodística. Él les soltaba esa frase a los jóvenes que se burlaban de su edad y hacían mofa de su madurez, como si esos principiantes de periodismo y de la vida nunca fueran a llegar ahí.
Hay muchas cosas que con los años van cambiando. No hablo ni de los gorditos ni de las arrugas solamente, sino de todo lo que va llegando con la edad en términos generales. Pero quiero puntualizar en lo laboral y no para las quejas de siempre: “Es que la experiencia”… “Es que estos jóvenes de hoy”… ¡Para nada! Se trata de la aceptación y concientización de ese proceso ineludible de la vida.
Hace un buen tiempo, una colega presentadora de noticias —diez años más joven que yo—, me recomendaba con las empresas que la contrataban para ser maestro de ceremonias en eventos de todo tipo que ella por horario no podía aceptar. Siempre me llamaba una persona muy joven, hombre o mujer; tan joven que no sabía quién era yo y con toda la razón. Ni siquiera todos mis contemporáneos debían acordarse de mí, ni más faltaba. De hecho mi esposo dice que de mí como presentadora de noticias se acuerdan —si mucho— los de 35 para arriba, y tiene toda la razón. El caso es que me pedían un pequeño book con mis fotografías, y hasta ahí llegaba la comunicación: “Te llamamos por si nos definimos por ti”.
Me pasó una, dos y tres veces. A la cuarta, agradecida con mi colega pero extrañada por los resultados, le dije al último muchacho que me llamó:
—Antes de que me cuentes de qué se trata, ¿estás buscando a una presentadora muy joven?
—Sí señora.
Cuando dijo “sí señora” ya se había percatado de que yo no era ni veinteañera ni treintañera, y menos por mi voz que siempre ha sido gruesa, como de señora grande, desde el colegio. Entonces le dije:
—Mira, claramente yo no soy la jovencita que buscas. Soy una cuarentona, ¡chusca eso sí!, pero cuarentona. Te lo digo para que tú no pierdas tiempo y yo no me quede esperando la llamada que siempre me prometen y que nunca se da. Tranquilo, así con franqueza.
El muchacho soltó la risa y me dijo que muchas gracias. Con este episodio entendí que cuentan conmigo como moderadora, como conductora en rendición de cuentas o como presentadora de eventos cuyos temas son de fondo, sin querer decir que los otros no son importantes, claro que no, solo que mis años ya no clasifican para ciertos temas, y así lo aprendí y lo acepté.
La semana pasada, volvió a mi cabeza la frase que titula esta columna, porque una colega bastante más joven que yo hizo un comentario no muy amable sobre nosotros, los protagonistas de la adultez media. ¿Y saben qué? Pienso que aunque las empresas como empleados ya no nos valoran igual, sí como consultores; estamos en un período de máximo rendimiento y productividad. También creo que somos menos vulnerables a las presiones externas, todo se maneja mejor y si bien es cierto que hay cambios físicos y biológicos, todavía hay futuro; se vuelve uno más auténtico.
Así que para los jóvenes que creen que no se van a tener que aguantar comentarios desobligantes cuando uno se siente mejor en la vida, me apropio de la frase y también les digo: “A todo el mundo se le cae la nalga”.
¡Hasta el próximo miércoles!