La desigualdad en Colombia llega a extremos inconcebibles, ejemplo de lo anterior es el darle un valor diferenciado a la vida de las personas, a partir del nivel de ingresos de cada uno. Esto que parece una herejía es fácil de comprobar con dos casos recientes, muy dolorosos ambos, pero que muestran esta reprochable pauta de comportamiento de la sociedad colombiana. Lo sucedido con una madre joven y embarazada en el barrio Los Rosales es pasmoso y muestra muchas formas equivocadas de manejar la seguridad ciudadana en Bogotá.
En primer lugar, cuando la residencia del presidente Santos estaba en ese barrio, la protección era óptima: policías, patrullas y vigilancia permanente. Pero apenas el presidente y su familia fijan su residencia en otro lugar, inmediatamente esta zona queda desprotegida. No es el único caso que se analiza en los últimos meses, pero probablemente es el más doloroso. Por fortuna, fuera del terrible trauma que sufre esta joven, aparentemente su vida y la de su bebé están fuera de peligro. La verdad es que nadie quisiera estar en el lugar de esta familia que ha vivido este capítulo de terror.
Esta noticia corrió como espuma en Bogotá y en el país, y como debería serlo, recibió toda la atención que se merece porque comprueba uno de los problemas más graves que tiene esta ciudad y que su Alcaldía no ha podido controlar: la inseguridad por parte de profesionales del robo aun en zonas que se consideraban llenas de protección. Antes que una crítica, la manera como se procedió en este caso, así como la solidaridad de los habitantes de este barrio de ingresos altos, debe reconocerse como la correcta y ojalá estos sectores gocen de la tranquilidad que han perdido. Nadie de esta zona de Bogotá y sus alrededores llega tranquilo a su apartamento; todos quienes habitan en esta área tienen los nervios de punta y están tomando medidas extremas de seguridad.
Pero esto no sucedió con la muerte de 9 trabajadores víctimas del desplome de parte del puente de Chirajara. Inmediatamente quienes deberían opinar, incluyendo al ministro de Transporte, salieron a afirmar que los seguros cubrirían los daños, y esto lo afirmaron muchos otros sin sonrojarse. ¿Cómo así, los seguros de la obra le responderán a estas familias pobres, porque así son las de los obreros de este país, la vida de sus miembros? ¿Habrá plata en el mundo que le reponga a unos hijos sus padres, a unas madres sus hijos, y a unas esposas sus cónyuges? Es absolutamente evidente que no. Pero este hecho no fue importante para quienes minimizaron estas muertes por accidente, en el puente supuestamente más largo y moderno de Colombia.
El ministro de Transporte, y muchos otros
salieron a afirmar que los seguros cubrirían los daños.
¿Habrá plata en el mundo que reponga los padres, los hijos, los cónyuges?
Claro que estos accidentes ocurren y que los que no conocemos todos los elementos para evaluar esta situación hacemos mal en precipitarnos. Pero lo inexplicable es la subestimación de los muertos, que muchos hicieron en sus aclaraciones sobre lo ocurrido. Una de las personas que trabajan conmigo, conocía muy bien a uno de los que fallecieron porque ha sido su vecino en un pueblo de Caldas toda la vida. Vi su dolor y la conmoción que esto causó en toda esa región. Sin embargo, a nivel nacional, no se le dio nunca el valor que se merecían los 9 obreros muertos que ningún seguro podrá compensar el dolor y la ausencia que sentirá la familia.
Colombia si de verdad quiere cambiar y ser una sociedad solidaria y con los valores que toca para ser realmente civilizada, no puede manejar de esta manera tan diferente, el dolor de los sectores de ingresos altos y el de los pobres. Ojalá esta lección quede aprendida.
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