Todas las historias de amor son historias de fantasmas
Opinión

Todas las historias de amor son historias de fantasmas

La biografía que D.T. Max le hizo a David Foster Wallace es un buen libro por donde se le mire

Por:
agosto 21, 2015
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“Ríete todo lo que quieras. Pero elige con cuidado. Tú eres lo que amas, ¿No? Tú eres, completa y únicamente, lo único por lo que morirías sin pensártelo dos veces”.
David Foster Wallace

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Cuando era niño pasaba algunas vacaciones en  un apartamento que una tía tenía en Cartagena, al frente estaba una playa que se llenaba de gente vieja. Desde el apartamento se escuchaba  el oleaje como una respiración pausada que terminaba suspendida en el aire, como si un mar asmático se metiera por las ventanas  y anulara el resto de las respiraciones de los que dormíamos  allí. Me gustaba mucho pasar las vacaciones con mi tía porque ella me dejaba hacer lo que yo quería. Y lo que yo quería era sentarme por ahí a ver la gente vieja que iba a la playa. Creo que por ese entonces tuve conciencia del amor y de la muerte, del tiempo y de la soledad. Creo que por ese entonces descubrí también que la vida es una historia simple. A veces, trato de recordar el color de las cosas que decoran esos recuerdos y tan solo viene a mí el verde de los troncos que envejecían junto al mar. A veces también, creo que vienen algunos rostros y formas y el recuerdo de una señora que leía en la playa. Como si tan solo ella existiera, llegaba cada mañana y extendía su toalla, se recostaba  y abría un libro gordo que leía con una devoción demoledora, de vez en cuando fumaba y tomaba agua de un termo. Nunca supe qué libro leía,  pero no puedo dejar de pensar en el momento en que el papel dejaba de ser papel y se convertía en algo parecido a su piel, como si el contacto con aquel aire convirtiera al libro en una extensión de aquella mujer, que recogía sus cosas con aparente religiosidad y se largaba siempre por el mismo camino cuando ya no quedaba sol.  Creo que por ese entonces tuve conciencia de la libertad y de la soledad. No voy a decir que años después regresé y lloré y todo eso; pero quizá algo de ello venga a mí cada que leo un libro que se me incrusta a la vida como arena en los ojos.

David Foster Wallace - Todas las historias de amor son historias de fantasmas

David Foster Wallace

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Acabo de leer la biografía que D.T. Max le hizo a David Foster Wallace, un escritor raro, un grunge depresivo desde niño, un genio de monumentales libros, un escritor que hizo lo que quiso mientras forjaba su leyenda, hasta que un día de septiembre se ahorcó y acabó con todo. Fin. Es trágico y triste y caótico y hermoso. “Toda la vida es igual, como ciudadanos del Estado humano: los límites animados están dentro para ser eliminados y llorados una y otra vez. El amor es una trampa. Un experimento de la razón”. Eso escribió alguna vez. Todas las historias de amor son historias de fantasmas es el libro que acabo de leer. Un buen libro por donde se le mire. A mí que desde niño me gustó entrometerme en la vida de los demás, también me gustan las vidas de los escritores a los que admiro. Y David Foster Wallace es de esos escritores a los que admiro mucho. Por eso leí su biografía. Por eso navegamos con nuestros pantalones rotos entre cantidades oceánicas de Prozac, por eso escribimos millones de páginas, de pies de páginas, de fórmulas para no morir, por eso amamos a las mismas mujeres, por eso pasamos horas enteras frente al televisor, por eso recorrimos juntos las mismas distancias, los mismos libros, por eso tuvimos la misma sed, las mismas ganas de arruinarlo todo. A veces los libros son un problema, una incomodidad, otras veces; sin embargo, nos ofrecen la posibilidad de una playa confortable en donde desaparecer. A veces, algunas veces, creo advertir los fantasmas de mis vacaciones pasadas, y entre ellos veo miles de cuerpos viejos que caminan hacia mí como sonidos, como palabras. Creo advertir en ellos un lenguaje parecido al amor, porque en las cuencas de sus ojos se refleja la arena de esa playa tranquila a la que mi tía me dejaba ir sin reparos. Creo que lo de la mujer que leía románticamente es una invención de mi memoria. Sin embargo, creo que hay libros que son como la vida, como la piel, como un recuerdo. Que el amor es un truco que uno practica una y otra vez, hasta que sale. Que la vida es una tía alcahueta. Que el amor es una casa en la que los libros son fantasmas.

Que la vida y el amor son batallas perdidas.

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Tendría yo nueve años cuando vi mi primer fantasma.

Tendría yo treinta y siete años cuando vi el último.

 

 

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