Cuando los estoicos usuarios del pintoresco metro bogotano, léase Transmilenio, estábamos ya resignados a soportar el desorden, el desaseo, la peste de asesinos, cuchilleros, cosquilleadores y ladrones; el enjambre infinito de vendedores agresivos, simpáticos, melosos, regañones y/o abusivos; los habitantes de la calle que ahora duermen, comen, mendigan y hasta satisfacen sus necesidades dentro de los buses -todo esto bajo la mirada perdida y estulta de los pomposamente llamados "agentes del orden"-; la arbitrariedad, estupidez y desorden de los "calibradores" de ruta, que despachan impunes 5 servicios D10 en menos de 5 minutos, mientras que una multitud de 150 borregos esperan infructuosamente durante 20 minutos que un J72, conducido de forma perezosa por un chofer pichoso decida por fin acercarse a la plataforma a recoger de mala gana a los borregos; y ahí si, de manera vigorosa y mágicamente, cobrar una energía asombrosa para arrancar y frenar de forma inmisericorde, como conduciendo romosinuanos a las también pintorescas corralejas; arrancar y detenerse en la serie ininterrumpida de semáforos programados de manera eficiente en la ola roja, repito: cuando ya anestesiados y sometidos soportamos esto durante 5 días a la semana, (por que los sábados y domingos, trabaja un tercio de la flota y por ende este patético panorama disminuye) que multiplicados por las 48 que cubren el año laboral y académico, nos encontramos hoy con la nueva sorpresa: en la estación de Marly, que está recientemente remodelada y va a servir de modelo para las demás, nos han colocado altavoces y pantallas que reproducen de manera estridente y ruidosa las cálidas, cultas, ilustradas y moduladas voces que conducen una emisora comercial de nombre "tropicana", y cuyo programador tiene el balanceado y equilibrado gusto que su madrecita le legó, y que nosotros debemos ahora compartir obligadamente y soportar como imbéciles.
¡Por las barbas del profeta metropolitano que nos impuso este sistema de transporte!
¿También vamos a soportar calladamente este nuevo atropello que atenta de manera inmisericorde contra cualquier ciudadano, habitante, usuario o víctima que reside, padece, sufre, estudia y trabaja en la ridículamente llamada Bogotá Humana?
Un sacrificado usuario del transporte público que mantiene abandonados dos modestos vehículos en el garaje de su casa, "dizque" para contribuir al enfriamento global.