Titilantes, las luces y el ligero temblor que produce la escritura

Titilantes, las luces y el ligero temblor que produce la escritura

El libro Titilantes compila relatos que surgieron en la clase Escritura Creativa, de U. Santiago de Cali. Trata temas cotidianos como el amor o la política

Por: John Jairo León Muñoz
marzo 04, 2020
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Titilantes, las luces y el ligero temblor que produce la escritura

Titilantes es un libro de cuentos publicado conjuntamente por la editorial Oveja Negra y la Universidad Santiago de Cali. Se puede adquirir en la Librería Lerner y Lemoine Editores, Bogotá. También, en la librería Profitécnicas, Bucaramanga y en la editorial de la USC, Cali.

Los cuentos aquí presentados surgieron de la clase Escritura Creativa, impartida en la Universidad Santiago de Cali, allí se escribieron cuentos con la idea de escribir de las inquietudes que surgen en los jóvenes sobre la política mezquina, el amor que todavía duele, la imaginación que anda buscando compañía en un sueño, la imposibilidad, la cotidianidad: realidad y ficción.

Los cuentos fueron compilados y editados por el profesor Luis Felipe Vélez y por mí (John Jairo León Muñoz.) Algunos de los escritores en este libro logran develar sus inquietudes inmediatas o esas que se han venido gestando y necesitan de las letras para contarse, para decir lo que ya no pueden callar. Aparece la excusa de la narración para escribir bien, para hacer conciencia del tiempo, el espacio, el narrador. Encontrar una voz, que el cuento que se gesta, necesita para que ese narrador cuente los sucesos de una manera clara y creíble. Y, como resultado de ese ejercicio nace el libro Titilantes, tal vez porque la escritura y la lectura son eso, son destellos que aparecen para alumbrar y cuando sentimos que se asoma el miedo, la oscuridad, surge una historia que leímos y nos alumbra una nueva forma de transitar la existencia; surge una idea que busca volverse relato.

De alguna manera, escribir y leer son esos halos de luz que nos permiten ver algo en medio de los estados que experimenta el alma, que a veces son tan difusos, tan contradictorios y en ocasiones nos hacen temblar. El oficio de un escritor, en este libro, es similar al oficio de un carpintero: primero se corta la madera, se moldea, se re-hace, se pule, se lija, se pinta; así el escritor selecciona una hoja en blanco, un momento, un estado anímico, una situación y plasma las ideas con frases, descripciones, diálogos, narraciones, que luego borra y reescribe, escoge palabras, desecha, vuelve y escribe, corrige, relee, vuelve y empieza, hasta que finalmente así como el carpintero pule su creación, así como pule la silla, el escritor va puliendo el relato, va armando los personajes de su historia hasta que se convierte en un cuento sólido, que sostiene la historia.

Escribir no es fácil, se necesita de paciencia, de tiempo, de la sensibilidad para hablar de uno a través de un objeto y que sea el protagonista; hablar de una imposibilidad al amar por medio de un personaje que uno no es, pero que resulta que si se mira de cerca, se parece a uno o es uno, o escribir desde el personaje que puede ser un campesino, una mujer, un extraterrestre, un ángel y que lleva a experimentar esa voz en un punto de vista que solo la escritura lo permite; para hablar de un familiar al que odiamos, la muerte de una mascota, una tormenta, una distopía, un asesinato, la guerra que vuelve, la paz que no llega, la sexualidad de la que se le tiene miedo hablar.

Escribir ante todo debe ser, en estos tiempos que vivimos, una resistencia para pensarse mejores sociedades, para criticar a través de la literatura lo que estamos haciendo como especie: el desamor, la incomunicación, el irrespeto a la diferencia, la desaparición de líderes comunitarios, la instalación de un discurso que borra la memoria. Titilantes son las luces de los jóvenes que cada vez más piden espacios en la sociedad para alumbrar con palabras la intensidad de sus afectos y sus desamores y sus ideas de cuestionarse la vida que tocó y que con escritura se vuelve un diálogo constante y necesario.

Titilantes es la metáfora de la capacidad de imaginar del escritor, de dejarse ir por una idea, de detenerse y contemplar lo que cotidianamente no se ve, que podría ser: las mismas nubes, el sonido de la lluvia, un trozo de plástico que vuela en las calles y va impulsado por el viento, el olor de una fruta, el dolor que estaba guardado en el pecho. Titilantes son los alumnos que se han movido para cambiarse de lugar, a la silla de enfrente y observarse. Imaginarse en otra posición y luego sentarse de nuevo y experimentar el cambio del punto de vista.

Ahora son escritores y van armando la conciencia de las palabras. Las palabras pueden ser puentes que comuniquen reinos e infiernos, describan: edificios, barricadas, escalera que conducen a una dimensión desconocida. Titilantes es la excusa para que los estudiantes puedan vivir en otros personajes, sensibilizar los sentidos y apreciar mejor la luz que titila en la noche y, si la imaginación funciona, titila a cualquier hora del día..., titila y ya no es solo la luz, titilan los labios de frío, los ojos de asombro sobre los espectros de las tinieblas, titilan las palabras que dicen: te olvidé y qué, la ansiedad de las manos por encontrar un libro. La escritura ha provocado un ligero temblor en el escritor y, eso, indudablemente provoca un ser humano con nuevas preguntas y entonces ha nacido un titilante que duda, quiere encontrar otras lógicas y escribir sobre lo real y lo ficticio, quiere transgredir el orden: lo masculino y lo femenino, la razón del azul en los niños y lo rosado en las niñas…, Quizás para abrir un diálogo permanente, ¿qué tanto de masculino hay en lo femenino?, ¿qué tanto de femenino en lo masculino? y, la respuesta y la inquietud por otras preguntas, tal vez estén en la lectura de Titilantes.

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